EL CONCEPTO “SMART” Y LA ECONOMIA CIRCULAR

EL CONCEPTO “SMART” Y LA ECONOMIA CIRCULAR

Desde que el teléfono móvil inteligente pasó a denominarse “Smartphone”, el término anglosajón “Smart” es a menudo utilizado para definir diversas tendencias asociadas al surgimiento de la digitalización y de la Industria 4.0, fenómenos indisociables de la aplicación de los principios y fundamentos de la Economía Circular.
14 Enero 2018

Utilizar el prefijo anglosajón “Smart” es una modalidad lingüística que se adopta con espontaneidad y soltura a la hora de definir conceptos y aplicarlos a diferentes esferas del entorno social, industrial y económico. Es un término comúnmente utilizado como adjetivo aplicado a una persona “inteligente”, “lista” o “experta”, y que por extensión se relaciona con la utilización de las tecnologías avanzadas. Asociado a la Economía Circular, propuesta holística que hoy se plantea como una alternativa ineludible para asegurar la sostenibilidad del planeta, y para desterrar los hábitos de producción y de comportamiento social que amenazan la disponibilidad de recursos, el término “Smart” adquiere especial relieve.

Buena parte de los principios y fundamentos de la Economía Circular están basados en la manera y en la intensidad con que evoluciona la tecnología, particularmente en los ámbitos de la digitalización y del procesamiento de la información. El auge de fenómenos como el “big data”, la automatización de los procesos industriales, y la difusión a gran escala de las técnicas basadas en sensores, son algunos indicadores de que muchas operaciones pueden ser dirigidas y controladas de modo rápido y eficaz en diversos sectores de actividad.

Es un hecho comprobado que la adopción de la Circularidad aporta indiscutibles ventajas en la gestión de los siete ámbitos más relevantes del actual contexto de la economía y de la sociedad: las Ciudades, los Recursos, el Medio Ambiente, la Industria, la Agricultura, el Agua y la Energía. Pero también, de modo directo o indirecto, la Economía Circular influye positivamente en una serie de actividades transversales que interactúan globalmente de modo dinámico y entre sí, dando lugar a valiosas sinergias generadoras de valor. Por tratarse de fenómenos de cierto impacto, pero también de situaciones expuestas al capricho de las “modas”, se les aplica el término “Smart” para destacar su importancia en la transformación de los hábitos convencionales de la sociedad civil.

Tanto detrás de la Circularidad como del fenómeno “Smart” y de sus diferentes manifestaciones, está el hecho de que hoy, más que nunca en la historia de la humanidad, se dispone de herramientas que favorecen la emergencia y la evolución de ambos fenómenos a ritmo acelerado. Entre otras, cabe citar el Big Data, la Digitalización, el IoT (“Internet of Things”), la Robótica, la Sensórica, la Geolocalización y la Industria 4.0, así como todas las iniciativas aplicables a los principios de Gobernanza, única ruta conducente al logro de la Sostenibilidad integral.

En esta primera de las dos entradas relacionadas con el concepto “Smart” que se incluirán en el Blog “Hacia un Mundo Sostenible”, se comentan los primeros tres ámbitos en los cuales la adopción de este término se relaciona con la práctica de los principios de la Economía Circular: las Ciudades, la Agricultura y la Alimentación.

SMART CITY

Este término identifica el empleo del concepto “Smart” por excelencia, ya que es en el ámbito urbano donde primero se empezó a utilizar, y donde ha adquirido su máxima relevancia como símbolo de expresión descriptiva.

Por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial reside en zonas urbanas. Se prevé que la continua urbanización y el crecimiento demográfico provocarán un aumento de la población mundial de 2.500 millones de personas de aquí al año 2050, de forma que el porcentaje de la población que vivirá en ciudades ascenderá hasta el 66%.

Si el aumento continuo de la urbanización se afronta con la adopción de los principios de la economía circular, será posible reducir el coste asociado a muchos servicios urbanos, tales como la logística, la movilidad, la gestión de la energía y de los recursos hídricos, y el tratamiento de residuos. Al margen de la optimización de los métodos tradicionales disponibles para controlar estos problemas en zonas urbanas, las innovaciones vinculadas a la emergencia del fenómeno “Smart City” pueden generar interesantes mejoras en estos ámbitos, y lograr avances sustanciales en este terreno al propiciar la toma de conciencia y la adopción de hábitos de consumo responsables por parte de la ciudadanía.

Las ciudades, al concentrar personas sobre territorios geográficos reducidos, constituyen un escenario perfecto para liderar la implantación de la Economía Circular. Actúan como un eficaz caldo de cultivo para la innovación, al tiempo que facilitan el intercambio de recursos, energía e información, y disponen del número de ciudadanos necesario para probar nuevos modelos de gestión. En las ciudades es posible procesar y utilizar gran variedad de datos para optimizar, orientar y controlar la eficacia de diversos sistemas, tales como la vivienda, la salud, el trabajo, la salud, la energía, la movilidad, el transporte, la logística, los recursos hídricos y los residuos, aspectos que adquieren especial relieve si se tiene en cuenta que las ciudades, entre otras variables, consumen el 75% de la energía producida, y generan el 80% de las emisiones globales de CO2.

Si la Smart City se plantea sobre la base de la aplicación de los principios de la Economía Circular, las ventajas que se pueden conseguir desde el punto de vista de la sostenibilidad son importantes. El enfoque holístico de la circularidad permite optimizar en las ciudades el uso de un sinnúmero de recursos y procedimientos encaminados a hacer de ellas unidades seguras y sostenibles de modo integral. En esencia, las ciudades inteligentes conforman auténticos ecosistemas que agrupan a diversos grupos de interés, comprometiéndolos a un esfuerzo conjunto para estimular el desarrollo económico, la sostenibilidad y la conservación del medio ambiente.

Las áreas más destacables en las que las prácticas circulares contribuyen a consolidar el concepto “Smart City” son las siguientes:

  • La integración inteligente de la digitalización y de las herramientas informáticas para gestionar con eficacia el conjunto de organizaciones y sistemas que configuran el complejo mundo urbano. Las ciudades inteligentes deben ser diseñadas y planificadas con el objetivo prioritario de mejorar la calidad de vida de sus habitantes mediante la informática y la tecnología, procurando optimizar la eficacia y la eficiencia de todos los servicios.
  • La racionalización de la logística, la movilidad y el transporte público mediante el establecimiento de esquemas intermodales de tráfico regulados con sensores digitales y monitorización en tiempo real.
  • La reducción y racionalización del consumo de agua y energía mediante el establecimiento de redes de distribución inteligentes, el empleo de equipos y sistemas de bajo consumo, el diseño de edificios sostenibles, y el uso de energías renovables.
  • El control detallado de la trazabilidad y la logística de recogida, selección, reciclaje, reutilización y valorización de todo tipo de residuos y materiales generados en el entorno urbano, mediante técnicas de sensórica y geolocalización.
  • El empleo de mediante plataformas tipo “Smart Waste”, herramientas de gestión de información, y análisis de datos, para mejorar la eficiencia y la calidad de los servicios municipales de gestión de residuos urbanos.
  • La gestión optimizada de residuos mediante contenedores inteligentes, modelos de vehículos de recogida más respetuosos con el entorno, e incorporación de sistemas de robótica en el tratamiento de residuos, adoptando en las plantas de tratamiento los métodos de la Industria 4.0.
  • La reducción de emisiones contaminantes y gases de efecto invernadero mediante estrategias, métodos, sistemas y herramientas que permitan asegurar las mejores condiciones ambientales, de seguridad y de salud, y garantizar la sostenibilidad del ecosistema urbano.

SMART AGRICULTURE

El sector agrícola tiene el reto de alimentar a más de 9.000 millones de personas y aumentar un 70% la producción de alimentos de aquí al año 2050. Urge una profunda revolución tecnológica para hacer que las explotaciones en el campo sean más productivas, rentables y sostenibles con el apoyo de la tecnología, el conocimiento y la innovación.

La llamada “Smart Agriculture” es una estrategia análoga a la de la “Smart City”, puesto que se basa en la adopción de la digitalización y de las técnicas de cultivo y explotación de última generación. En igual sentido, la utilización del “Big Data” constituye otra herramienta de gran valor para digitalizar la agricultura orientándola hacia los principios de la circularidad, teniendo en cuenta que esta opción se centra en el desarrollo de aplicaciones que permiten la recogida de datos y su interpretación predictiva y operativa para mejorar la eficiencia de gran variedad de aspectos, tales como la racionalización del uso del agua en el riego, el control de plagas, la utilización de técnicas de cultivo innovadoras, y la optimización del almacenaje y de la logística de distribución de productos agropecuarios. Estas herramientas permiten también llevar a cabo auditorías, efectuar controles de trazabilidad, y basar la toma de decisiones en información estadística relacionada con la meteorología y la geolocalización, configurando una “agricultura de precisión” enfocada al manejo eficiente y sostenible de los recursos productivos.

La agricultura ha de evolucionar hacia la sustitución de los procedimientos tradicionales de extracción – producción – consumo, característicos de la economía lineal, por modelos de negocio innovadores, fundamentados en el ecodiseño y la producción ecológica, y en el empleo de nuevos sistemas de explotación basados en tecnologías de última generación. El concepto “Smart” puede generar ventajas en la agricultura si se aplica en la práctica junto con los principios de la circularidad. La sinergia producida por esta simbiosis conduce con éxito a la sostenibilidad por la vía de:

  • Incentivar la producción y el consumo de alimentos ecológicos y de proximidad.
  • Inducir mejoras y evitar problemas ambientales controlando el empleo de fertilizantes y pesticidas, y el vertido descontrolado de residuos contaminantes, que constituyen factores de contaminación de aguas, suelos y ambiente, así como de riesgo para los consumidores de productos agrícolas.
  • Optimizar la gestión de los recursos, del territorio y de las técnicas de cultivo y riego, así como utilizar aguas depuradas y reducir la “huella hídrica” de los productos agrícolas.
  • Optimizar las infraestructuras de almacenaje, la logística y las redes de transporte y distribución de alimentos y productos agrícolas, y reducir las pérdidas netas de alimentos causadas por deficiencias en estos ámbitos.
  • Aprovechar los residuos y excedentes agrícolas como fuente de materia orgánica para producir fertilizantes mediante compostaje, o para generar energía.
  • Gestionar adecuadamente y reducir la producción de purines en el sector ganadero, no solo como vía para evitar la contaminación de suelos y fuentes de agua, sino también para aprovecharlos de modo equilibrado en el mejoramiento de los procedimientos de fertilización y recuperación de terrenos para el cultivo.
  • En el ámbito forestal, promover el aprovechamiento de biomasa como combustible en forma de “chips”, “astillas” o “pellets”, que representan una valiosa fuente de energía natural y renovable. Bien planificada, esta opción permite además limpiar los bosques y evitar el riesgo de incendios forestales y sus consecuencias ambientales. Gestionar racionalmente la superficie agrícola y forestal induce indiscutibles efectos positivos sobre la producción y la vida en zonas rurales, al mejorar la calidad y productividad del suelo, aumentar la retención de agua, y favorecer el equilibrio ecológico y la conservación de la biodiversidad.

SMART FOOD

Cada año se desaprovecha una tercera parte de la producción mundial de alimentos a lo largo de la cadena de valor agroalimentaria, realidad que representa una fuente de ineficiencia de considerable impacto ambiental. Además, más del 10% del consumo mundial de energía se gasta en la producción de alimentos que se pierden o desperdician. En consecuencia, el principal reto del sector es combatir las pérdidas y encontrar soluciones para aprovechar mejor el valor de los recursos alimentarios. En este terreno, estrategias de producción “Smart” y de Economía Circular pueden jugar un papel destacado. Entre las iniciativas conducentes al logro de este objetivo, destacan:

  • El desarrollo de equipos y etiquetas inteligentes que permitan la mejor conservación de los alimentos, reduzcan la compra excedentaria, faciliten la trazabilidad y la detección de la caducidad de los productos, y ayuden a localizar dónde y cómo se produce el desperdicio.
  • La implementación de iniciativas y plataformas colaborativas con el objeto de compartir y/o recuperar el valor de los excedentes alimentarios.
  • La sensibilización y educación del consumidor con el propósito de inducir cambios de hábitos que conduzcan a la reducción de la pérdida de alimentos.
  • Luchar contra el despilfarro y el desperdicio gestionando de modo descentralizado los residuos alimentarios, revalorizando los productos agroalimentarios en cascada, desarrollando nuevos productos, y convirtiendo materiales en fuentes de energía renovable. En este contexto, la colaboración entre agentes para fomentar sistemas de producción y consumo más eficientes es clave.

En una próxima entrada al Blog “Hacia un Mundo Sostenible”, se analizarán otros seis ámbitos en los cuales el término “Smart” se relaciona también de modo directo con la práctica de los principios de la Economía Circular: la Industria, la Energía, la Movilidad, el Trabajo, el Medio Ambiente y la Gobernanza.

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