¿Por qué no aplicamos cultura preventiva?

¿Por qué no aplicamos cultura preventiva?

divendres, 10 octubre 2008

A todo investigador sobre prevención de riesgos laborales, le asalta una duda, acerca de las motivaciones empresariales, en especial, sobre el desprecio por la aplicación cabal de los Principios de Cultura Preventiva. Ciertamente, y desde ya, somos respetuosos de las voces disidentes de esta afirmación, que plantean lo contrario, es decir, que los empleadores y empresarios, están interesados y en el proceso de integración permanente de la Cultura Preventiva a la Producción.

En mi país, Chile, ello no es creíble. Dicha afirmación, es más voluntarista que realista. En efecto, muy pocos, ha aplicado en serio el esquema conductual básico sobre esta materia, que indica que no puede haber producción de bienes y servicios, si no se ha planificado previamente el riesgo que dicha producción trae aparejada. Es un axioma de la Cultura Preventiva. No hay ningún sistema de producción ideado por seres humanos que se encuentre exento de riesgos. En consecuencia, la primera tarea, es conocer dichos riesgos, eliminarlos o minimizarlos. Esta acción es una acción de Cultura Preventiva que nunca se realiza. Lo acostumbrado es que los riesgos se descubran durante la marcha de la producción.

Se sabe, y se ha demostrado por insignes ingenieros, que nos han dejado una doctrina de la aplicación de las normas de prevención de riesgos, como Don Nelson Pizarro Contador, pero, además, hechos comprobados y demostrados abundantemente, que endilgan el pensamiento práctico de la Gestión Empresarial, al reconocimiento que la preocupación por salvaguardar las personas y los bienes de la empresa, constituyen una forma de creación de riqueza que supera en algunos casos el 10% de los gastos totales de producción. Esta suma no es menor y, el salto que ella significa, en el aumento de utilidades a los dueños de las empresas, debiera implicar de parte de los niveles gerenciales, una preocupación importante, dado, que los gerentes tienen, entre sus tareas, precisamente reconfortar el esfuerzo de quienes aportan el capital para que el negocio marche viento en popa.

Muchas pueden ser las razones de los gerentes y pequeños empresarios, para no preocuparse de la aplicación de las normas y principios de la Cultura Preventiva, pero, lo que frustra a los analistas, dice relación con la torpeza mayor o la desidia en tomar la gestión de pérdidas de personas y recursos, como un elemento central y eje de la competitividad, productividad y mayor valor real del capital productivo.

En este orden de ideas debemos preguntarnos: ¿Por qué aumentan los porcentajes de accidentabilidad en Construcción, Minería, Industrias, Agricultura?

Las razones son variadas y múltiples. Desde la mera ignorancia en gestión en prevención de riesgos, a la simple reticencia o pertinacia en la no aplicación de la normativa técnica y jurídica existente.

En este aspecto hay trasfondos derivados de la adopción de doctrinas absolutamente fuera de tiempo. Una de ellas es la que decía que en materia de prevención de riesgos no interesa en el estudio de los siniestros, detectar responsabilidades. (DuPont, Morgan, Ford). Ello, ha sido a lo largo de la historia de la Cultura Preventiva, un lastre que ha significado que los mismos responsables de un accidente quedaban impunes y laborando en los mismos términos que dieron origen a dicho accidente. De tal modo, que indefectiblemente, podían sumar a lo largo de un periodo dos, tres o más accidentes de la misma naturaleza.

Claro, no se buscaban culpables. La mala formación heredada de esta doctrina habría grandes espacios de irresponsabilidad en los mandos gerenciales y medios, que se trasladan hasta hoy. Pero, lo más grave es que la Cultura preventiva cayó en el descrédito.

Sostenemos, al contrario, que la determinación del mando gerencial y su responsabilidad es una herramienta de Gestión que convence a los encargados de faenas, a estar alertas en las formas de trabajo seguro, con un rendimiento mayor para la empresa y el empresario, pues, todo recae en la disminución de costos de producción. En este sentido, hay ejemplos que repugnan la conciencia de la gente decente. La empresa salmonera chilena ha producido en veinticuatro meses alrededor de 27 trabajadores muertos, o sea una proporción de más de un trabajador muerto cada mes de trabajo. Ello es impresentable desde todo sentido, especialmente el Ético. (Y nos lleva a dudar comer un salmón chileno)

El valor depreciado de la Vida Humana, también es otro aliciente a la empresa de baja estirpe humana y social, por que no resulta razonable, para el empresario utilitarista, pagar un costo, tal vez, considerado excesivo, por gastos en Prevención de Riesgos, cuando los Tribunales de Justicia, por una parte, y las multas administrativas, por otra, sub-valoran la salud y la vida de los trabajadores, sancionando con montos ridículos, menos de US$ 1.000, el promedio de las multas, o con sumas inferiores a US$ 100.000, promedio, las indemnizaciones por muertes o incapacidades permanentes. Sumas, que constituyen una complicidad entre el hechor o causante del accidente y quienes son tan avaros con la víctima y, mano abierta con el victimario.

Estas reflexiones, son mínimas y solo tienen el sentido de comunicar en forma más o menos directa lo que ocurre en la vida diaria, en el ambiente laboral, y la psicosociología empresarial frente a los accidentes del trabajo. Los fraudes, engaños, mentiras, con que se eluden a las Mutuas, Organismos Públicos del Trabajo o de Salud, fiscalizadores de esta materia, serán temas para otra ocasión. Pero, todos ellos, nos hacen presumir que entre los empresarios de Chile, hay quienes no cumplen la normativa vigente, ni sus responsabilidades legales, de Seguridad y de Salud.

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