Mujer y construcción, reflexiones y realidades
Mujer y construcción, reflexiones y realidades
Quienes emprendemos la búsqueda de nuestro lugar en la vida con lo que se considera un hándicap en contra, tenemos que empezar por cobrar plena conciencia de nuestra situación, de nuestras carencias y de nuestras paradójicas ventajas. Habremos de hacernos dignos, bien de poder jugar la partida, bien de cambiar las reglas si son insensatas. Para ello hemos de comprender dichas reglas, estudiando, aprendiendo, practicando y finalmente obrando tácticamente. Hemos de tener el valor suficiente para someter a crítica y revisar los fundamentos en los que se inspiran tanto las normas legales como las consuetudinarias así como la suficiente inteligencia práctica para proponer la creación de nuevos patrones dando ejemplo de ellos en nuestro quehacer y no obrando dócilmente respetando normas o costumbres que no tienen razón de ser.
Como todo en la vida, se trata de orientar nuestra voluntad mediante un ¿por qué? y un ¿para qué? que nos hagan salir de la cándida atonía recobrando impulsos, generosidad, esperanza y valor para hacer de una posibilidad beneficiosa, una realidad.
La situación de las mujeres en las obras de construcción e industria es producto cultural así como de diferencias físicas entre los dos sexos –provocados principalmente por la capacidad de dar vida de la mujer- que es convertida con demasiada frecuencia en desigualdad a su disfavor. Es ahí donde hemos de pensar si las reglas son estólidas y estudiar las diferencias mediante la discriminación sin complejos. Discriminar a la mujer y al hombre en el trabajo de obra es imprescindible para profundizar en las diferencias, aceptarlas y adecuar los proyectos a las singularidades, consiguiendo que todos sean miembros respetados del equipo. Esto sólo será posible compartiendo unos criterios éticos que reconozcan la existencia de cualidades humanas más allá de las diferencias individuales o de grupo, sumando voluntades para a partir de dichas diferencias idear soluciones racionales, justas (1) y eficaces. De este ejercicio han de surgir las visiones y espacios nuevos para la regulación de la fuerza de trabajo en la construcción y la industria de nuestro país.
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En España hay más de 190.000 empresas de la construcción, según el Instituto Nacional de Estadística- y es el sector más dinámico de la economía española -incluso en cuanto a empleo cualificado- por cuarto año consecutivo. La última encuesta de población activa (EPA) refleja que el sector empleaba a finales de 2005 a 2,4 millones de trabajadores en España, un 6,78% más que el año anterior. Las mujeres son minoría, el 4,9%(119.300) incluso en los perfiles cualificados. Un estudio de la consultora Ábaco Siglo XXI constata que casi el 90% de éstas desempeña su actividad en las áreas comercial (50%) y administrativa (39%). Sólo el 1% son directivas. El resto se reparte entre producción y operaciones (4%), tecnología y sistemas de información (4%), otros departamentos (2%) y recursos humanos (2%).
Teniendo en cuenta que la tasa de ocupación de la construcción es la que más crece (un 6,78%, frente al 0,37% negativo de la industria, respecto a 2004), que sufre una importante necesidad de mano de obra y que el 50 % de la población es femenina, se nos presenta como un reto posibilitar el trabajo de obra a la mujer por el bien de empresarios y trabajadoras; es decir, por el bien común.
Hemos constatado personalmente que para el profesorado de instituto supone un descubrimiento esperanzador la posibilidad de orientar a las alumnas que eligen no cursar estudios universitarios hacia la profesionalización en la construcción o la industria en lugar de dirigirlas a labores tradicionalmente femeninas mal remuneradas. Así mismo, como empresaria del sector –hemos finalizado recientemente una obra en la que trabajaron 4 mujeres, siendo una de ellas la jefa de obra- puedo afirmar que el rendimiento es indiferenciable al de un hombre si en ambos casos, en el de hombres y el de mujeres, se asignan los trabajos atendiendo a las características y cualidades personales, que no es otra la función de un directivo, asignar y coordinar recursos en busca de un objetivo. Pero si el directivo ha alcanzado el nivel de directivo de nuestro tiempo(2), será capaz, además, de entender la clave del éxito económico como asunción conjunta de un destino empresarial compartido y no como pura explotación de la fuerza de trabajo. El directivo de nuestro tiempo fomentará el desarrollo de esos recursos humanos considerándolos también como fines, posibilitando así la excelencia profesional de todos los implicados, consiguiendo objetivos de manera sostenible dotando de sentido y valor a la actividad laboral y legitimando socialmente a ese grupo humano capaz de crear riqueza, que es la empresa que dirige
Los poderes públicos por su parte, deben tomar nota de las dificultades que arrostra el empresario con la legislación vigente a la hora de incorporar masivamente mujeres en obra. La Administración ha de enfrentar la situación valorando las diferencias que las mujeres asumen en trabajos duros en las épocas en las que ya están realizando proezas físicas como son dar vida y cuidarla. Es una tarea ineludible que la sociedad demanda, que las empresas necesitan y que en ningún caso se soluciona con la imposición de cuotas.
Quien escribe, ha elevado a autoridades competentes propuestas concretas sostenidas en la necesidad de afrontar el periodo de gestación de las trabajadoras de obra y no el post natal (ya atendido). Las propuestas asumen que la gestación es incompatible con estos trabajos sea cual sea el nivel (peonaje u oficialía) y que se necesita un marco laboral de flexibilidad que contemple por ejemplo una excedencia acogida a prestación por parte de la seguridad social similar a las obtenidas tras finalización de contrato o despido improcedente. Las respuestas obtenidas consistieron en comentarios acerca de la obligación de la empresa de ubicar durante esos 9 meses a la trabajadora en oficinas. Estas respuestas son cuando menos inocentes por dos motivos principales; el primero que el embarazo no dota automáticamente a las mujeres de los conocimientos que se requieren en “oficinas” y segundo, que el 93% de las empresas de construcción y el 87% de las industriales cuentan con menos de 9 trabajadores (3), por lo que no se pueden permitir aumentar mano de obra indirecta en “oficinas” y menos si perseguimos competitividad, esa asignatura suspensa en nuestro país.
Para obtener legitimidad, tanto las empresas como los poderes públicos han de ser capaces de afrontar retos sociales como el que nos ocupa, con el nivel moral alcanzado por las sociedades en y para las que actúan. En la nuestra post capitalista se consideran justos valores universales como vida, libertad y equidad. Las personas, las mujeres en este caso, conscientes de esos derechos no van a permitir recibir un trato injusto e inferior al que merecen. Son las personas las que han de corregir los excesos de lo institucional así como lo institucional corrige los excesos de lo personal.
Mientras en nuestro terruño de bienestar se reflexiona una y otra vez sobre si mujer y obra es un binomio factible, conviene recordar –sin olvidarnos de la diferencia de realidades y la necesidad de buscar ideas aplicables en nuestro país- como un grupo de mujeres madres, solas, sin formación y en la extrema pobreza demostraron que sí lo es, enfrentando sus retos vitales teniendo como brújula un fin de gran alcance –dar techo a sus hijos- en el que mereció la pena emplear las fuerzas y movilizar las capacidades humanas TODAS.
La Conferencia de Mujeres Brasileñas (CMB) lideró entre 1986 y 1991 un proyecto de construcción de viviendas dirigido a madres cabeza de familia solteras, divorciadas o viudas, sin formación profesional -en muchos casos analfabetas- y con salarios que no superaban el doble del salario mínimo (160 dólares). Mediante este proyecto se capacitaba a estas mujeres a construir su propia vivienda enseñándoles los oficios propios de la construcción. Los gobiernos regionales se responsabilizaban a través de la donación de terrenos, construcción de infraestructuras (agua, luz, saneamiento y pavimentación) y aportando el dinero para la compra de los materiales de construcción.
La cualificación de las mujeres se realizó en escuelas localizadas en la propia obra. Allí las mujeres aprendieron a ser carpinteras, fontaneras, albañiles, electricistas, cerrajeras, etc y también se les instruyó acerca de la seguridad en el trabajo aplicándolo a la construcción de su propia vivienda.
§Se construyeron 11.000 viviendas equipadas con colegios, guarderías, ambulatorios, etc. En el primer año 1.154.
§Se benefician de ellas 55.000 personas; 44.000 de ellas, niños.
§900 mujeres cabeza de familia lograron formación profesional. Aprendieron a leer y escribir 4.700 y cursaron otros estudios 3.800.
(1)Cuando aquí hablamos de justicia nos referimos al nivel postconvencional auspiciado por L. Kohlberg en el que se consideran justas las decisiones que tomaríamos poniéndonos en el lugar de cualquier otro (lo cual excluye tomar por justo lo que sólo satisface las necesidades de un grupo).
(2)Entendemos por Directivo de nuestrotiempo a quien es capaz de gobernar (guiar y mandar con autoridad) personas desde la altura vital del tiempo que le ha tocado vivir. Eso quiere decir comprender las ideas vivas de la época para poder interrelacionar con ellas; de la historia, del mundo físico, biológico y espiritual del hombre. Así podrá orientar con autoridad (prestigio y crédito obtenido por su calidad y competencia) legitimada socialmente a seres humanos hacia objetivos concretos de manera sostenible, coherente y eficaz.
(3)Fuente:http://www.mtas.es/
I M P A C T O