Reflexiones sobre comportamientos éticos en las empresas y su influencia en la generación de beneficios sostenibles
Reflexiones sobre comportamientos éticos en las empresas y su influencia en la generación de beneficios sostenibles
Estas reflexiones surgen de la preocupación de la autora como empresaria, por satisfacer el ideal de logro del ser humano con la finalidad empresarial de obtención de beneficios, ahondando en la búsqueda de comportamientos éticos que permitan sinergias entre la consecución de fines personales y empresariales simultáneamente.
Nuestra hipótesis sostiene que las empresas que asuman el reto de conjugar el ideal de una vida laboral compatible con el logro personal y la obtención de beneficios empresariales, estarán preparadas para generar beneficios superiores sostenibles en el tiempo. Este ajuste sólo será posible con la aplicación de parámetros éticos comunes entre ambos objetivos, parámetros que han de ser constituyentes de la cultura empresarial (1) y tratados mediante un sistema de gestión que reconozca en su cultura el mayor valor estratégico.
Consideramos que este camino no sólo es posible, sino productor de ventajas competitivas reproducibles por la propia empresa en sus procesos de crecimiento, y sostenibles a lo largo del tiempo.
Antes de comenzar el periplo en el que pretendemos situar a los comportamientos éticos como generadores de riqueza, es necesario concretar la diferencia entre ética y moral ¿por qué hablamos de ética y no de moral?.
La ética como saber, es una ciencia que nace de la reflexión individual y tiene como objeto la reflexión moral. En este sentido es un saber de expertos, individual o de grupo, se sitúa en la esfera de lo que ha dado en llamarse saber o filosofía práctica, porque tiene como tarea específica, siquiera sea mediatamente, la acción. La ética profundiza sobre lo valioso, sobre el sentido de la vida, es trascendente. Se basa en los valores, se aprende mediante la reflexión y los actos, se vive.
La moral es el marco de aplicación práctico de la ética. Se traduce en normas concretas de convivencia que buscan ordenación, justicia o equidad. Se refleja en leyes o costumbres y se enseña mediante el lenguaje.
Las reflexiones en las que ahonda la autora surgen del mundo moral de la vida (trabajo, empresa, sociedad) y sin embargo, reciben de la ética su tratamiento filosófico del que nos tenemos que hacer eco; de lo que Jose Luis Aranguren llama “ la moral pensada” más que de lo que se denomina “ la moral vivida”.
La ética es una ciencia de carácter racional, ya que fundamenta sus modelos éticos por medio de la razón. Ésta razón nos proporciona causas; en este sentido es un intento de justificación universal del sentido de nuestras acciones. El sentido es lo que convierte en ético un comportamiento.
En el ideal de dar sentido a una vida plena en la familia, el ocio y el trabajo, la ética nos proporciona método y conocimiento como ciencia para sostener nuestras decisiones individuales. No obstante, siendo el humano un ser social, y siendo el sentido ético de nuestras acciones lo que forma parte de nuestro arcano, se convierte en una necesidad vital compartirlo, para lo cual nos sentimos impulsados a encontrar un mínimo común denominador con el sentido ético de las acciones de los demás. Así pues, ¿qué es lo que queremos Todos los hombres y Sólo los hombres? Ser. Ser sujeto, ser persona, y compartirlo. Kant afirma que el ser humano necesita reconocimiento, refrendo en los otros, lo cual consiste en tratar a los demás seres racionales como fines en sí mismos, para poder considerarnos a nosotros mismos también fin y no medio u objeto.
Considerando así la ética, como elemento unificador que da coherencia a las acciones que realizan las personas y a su reconocimiento por los demás, el que éstas sean compatibles con sus realizaciones laborales, puede jugar un papel relevante en la consecución del éxito o la excelencia de la empresa.
¿Pero son éstos buenos tiempos para la ética? Guerras, caída de grandes corporaciones por corrupción, un tercio de la población mundial pasa hambre, bolsas de pobreza en las ciudades de los países ricos … se oye con insistencia hablar de “ la crisis de los valores”. La Declaración de Derechos Humanos cuya universalidad se apoya en que todos los humanos nos parecemos más de lo que nos diferenciamos y se sustenta en la idea nuclear de vida y libertad, nos permite validar modelos basados en personas. Aplicar estos derechos exige la intervención de la política y el derecho, pero no pueden prescindir de la moral como marco y la ética como voluntad. Lo cierto es que, como comenta Fernando Sabater (2), los valores siempre han vivido en estado crítico, y la estimulante tensión entre lo que es y lo que quisiéramos llegar a ser, es el verdadero valor de los valores. En este sentido y siendo la voluntad humana determinante de su comportamiento ético, ésta sólo puede materializarse de forma óptima conjugándola con la idea de libertad por ser inherente y constitutiva de la esencia humana.
Ya Aristóteles, hace 2.400 años, decía “somos lo que hacemos” en el que “hacer” es aplicación de una voluntad consciente, es decir, producto de la libertad. Avanzando en la historia del pensamiento humano y el concepto de libertad, parece adecuado recordar las teorías de Sartre que consiguieron acuñar toda una metafísica de la libertad, partiendo de que el hombre no está predeterminado y debe inventarse a sí mismo. Para Sartre, el hombre no es nada sino la disposición permanente a elegir y revocar lo que quiere llegar a ser; los obstáculos que se oponen a nuestros proyectos según él, no impiden el ejercicio de la libertad porque siempre “ se es libre dentro de un estado de cosas y frente a un estado de cosas”, así pues, la libertad humana es la vocación de idear una realidad alternativa de manera voluntaria.
La noción de Libertad humana tiene una amplia gama de aplicaciones no sólo teóricas, sino prácticas en las empresas. Sartre reconoce que los humanos orientamos nuestra actividad de acuerdo a intenciones voluntarias, necesitamos creer en un cierto grado de libertad para poder atribuir cada suceso protagonizado por humanos a un sujeto responsable; ésta es la clave de su importancia. La libertad es imprescindible para establecer responsabilidades, y de esta manera poder articular la convivencia.
Así pues, Libertad y responsabilidad requieren la asunción libre y voluntaria del individuo y por tanto están emparentadas con el ideal de logro personal que implica obrar con iniciativa como resultado de una elección individual. En el caso de una empresa interesa que esa elección se base en la cultura empresarial (1) y que la elección individual se concrete en responsabilidad personal. Para ello la empresa ha de proporcionar el marco adecuado fundamentando su cultura en valores que puedan ser reconocidos por cualquier ser humano –como la seguridad laboral- y ha de sustituir el concepto de autoridad basado en prácticas dogmáticas del deber.
Para condensar el marco teórico de las relaciones entre libertad, responsabilidad y logro personal en la práctica diaria, resulta útil aplicar conceptos tan gráficos como los que propone Fernando Sabater (2), “yo he sido” a la hora de ser felicitado y “he sido yo” admitiendo una falta. Así mismo, para facilitar la implantación de un sistema de comportamientos éticos en las empresas existen en nuestro país dos normativas reconocidas sobre responsabilidad Social; son la SA8000 y SG21 (3).
Bien, pero ¿qué es lo que hemos de hacer con los conceptos manejados de libertad, responsabilidad, logro y obtención de beneficio? según Hans Jonas, poner en práctica su Imperativo Ecológico “Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una auténtica vida humana sobre la tierra”(4) o nos inventamos nuestro Imperativo Empresarial “Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una concepción empresarial que puedas querer se convierta en universal en la economía actual”. La concepción empresarial a la que nos referimos trata de conjugar libertad, responsabilidad y ética empresarial con la obtención de beneficios económicos. Ello significa, en la práctica, interiorizar críticamente los valores vigentes en nuestra sociedad y en nuestra economía, dando un sesgo propio a los de la empresa para ser vivida por todos sus integrantes como protagonistas de su propia historia personal y profesional.
Si consideramos que el corazón de la empresa (5) es su cultura empresarial -y que ésta está fundamentada en criterios éticos, podemos deducir que la aplicación efectiva de comportamientos éticos empresariales es una potente herramienta generadora de riqueza y beneficios empresariales perdurables en el tiempo que redundan en la sociedad e incluso la conforman.