Peligro, riesgo y una “bala”

Peligro, riesgo y una “bala”

Anécdota de la baja percepción del riesgo, contada por un compañero británico; matizo que, aunque narrada en primera persona, no pertenece a mis vivencias personales; ni sé montar en moto, ni hasta ahora tenía ni idea de lo que era una Royal Enfield, modelo Bullet!.
18 juliol 2014

Cualquier cosa que pueda causar daño a una persona es un peligro. El riesgo es la probabilidad de que ese daño ocurra. Una de las actividades peligrosas que habitualmente practico es el motociclismo. Recientemente participé en un evento particularmente peligroso, cuando me uní a un grupo de entusiastas aficionados a las motocicletas en una carrera a través del sur de la India, cuya finalidad era recaudar fondos para un hospital de beneficencia. La carrera contó con la colaboración y el patrocinio de la mítica marca británica Royal Enfiel, siendo condición sine qua non que todos los participantes montásemos un modelo de dicha moto, en concreto el Bullet (“bala”). Para los que somos aficionados a este modelo y poseemos uno, descubrir la India en una Royal Enfield es como recorrer los Estados Unidos a lomos de una Harley-Davidson, una experiencia que nos acerca a la marca y nos ayuda a entender mejor la máquina.

En contraste con la carrera, los preparativos realizados durante los meses previos fueron relativamente sosegados. Durante este período tuve tiempo para realizar entrenamientos de larga distancia en terrenos mixtos (tanto en carretera como en campo a través), evaluar los distintos tipos y estilos de equipos de protección individual, actualizar mi estado de vacunación (especialmente la antitifoidea, antitetánica y la hepatitis A y B) y, finalmente, probar a conducir bajo los efectos de la medicación contra la malaria (el Malarone hace que algunas personas se sientan mareadas; si esto sucede, tales sujetos no deben tomar parte en actividades que puedan poner en riesgo su vida o la de otros). Además, tuve la oportunidad de visionar películas de anteriores pruebas y tomé cuidadosa nota del clima, terreno y equipos de protección usados por los participantes. Por si fuese poco, un excelente apoyo logístico y unas completísimas listas de verificación fueron proporcionadas por los organizadores, que se mostraron en todo momento entusiastas y alentadores. Pero mi fértil imaginación no me había preparado para los desafíos físicos y sensoriales del propio evento.

El calor y el olor de más de 60 motores sobrerevolucionados el primer día de la prueba sería un recuerdo inolvidable. La experiencia de los conductores iba desde los principiantes que habían puesto su moto a punto específicamente para ese evento, a aquellos pilotos semiprofesionales que acudían regularmente a este tipo de pruebas. Las edades oscilaban entre los que estaban en su tercer decenio a los que rondaban la séptima década de la vida.

Las reuniones diarias de seguridad y planificación por parte de los organizadores fueron exhaustivamente meticulosas. Todos los pilotos eran conscientes, y fueron reiteradamente advertidos, del indisciplinado y caótico comportamiento de la conducción que nos rodeaba, y que todos deberíamos estar preparados para lo inesperado. Los riesgos estaban siempre presentes, y cada minuto, de cada hora, de cada día, constituía un terreno “resbaladizo”, lleno de emociones fuertes, con derrapes y caídas, habitualmente fruto de pérdidas de concentración momentánea. Sin embargo, algunos de nosotros nos preguntamos en su momento si algunos miembros del grupo pilotaban más allá de su capacidad y estaban coqueteando con el desastre. ¿Era la percepción del peligro y del riesgo de los implicados en incidentes distinto de aquellos que completaron el recorrido sin ellos? Sin duda.

Los organizadores se dieron prisa en identificar las prácticas peligrosas y les falto tiempo para denunciar y desacreditar a sus autores. De un grupo inicial de más de 60 pilotos viajando más de 2300 kilómetros, aproximadamente un 15% de los pilotos estuvieron involucrados en "incidentes". Para la mayoría de los pilotos estos incidentes fueron triviales, en ocasiones algo embarazosos, y todo lo más, una simple molestia; sin embargo para algunos otros, resultaron dañinos y extremadamente dolorosos. Incluso para un piloto este percance fue, desgraciadamente, fatal. Yo fui testigo de cómo se tuvo que desviar bruscamente para evitar una vaca y colisionó con un camión que venía de frente.

Siento pena por aquellas personas que resultaron heridas, y me aflijo especialmente por Ralph y su familia, pero ¿le mató su propia “bala”?

Nota: La percepción del peligro por parte del conductor de motocicletas está estrechamente relacionada con la participación en accidentes de tráfico. Esa percepción se compone de componentes tanto cognitivos (especialmente la atención visual) como de comportamientos durante la conducción. Es en este último apartado donde los diferentes estudios han encontrado que radica la clave de los accidentes, en lugar de una diferencia de habilidades.

Nota: la foto que acompaña el texto pertenece a la carrera.

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