¿Cuál es tu melodía?

¿Cuál es tu melodía?

Tus dedos te ayudan a interpretar la partitura de la vida personal y también la laboral. Siempre puedes cambiar de melodía sin necesidad de perderlos.
11 novembre 2013

Me estoy preparando para disfrutar de un fin de semana relajado, escuchando y estudiando la cuarta sinfonía de Schumann, con mis amigos Patxi y Josefa, en un genial curso de Musicosofía. Algún día os contaré de que se trata esto y los beneficios tan grandes que tiene por los elementos que incorpora esta disciplina. Desde luego, los hemos encontrado enormes, en la mejora de la atención, cuestión tan importante para percibir situaciones de riesgo en el trabajo.

Cuentan que R. Schumann amaba apasionadamente la música y la literatura. Y se decantó principalmente por la primera desde muy joven. Su gran aspiración era convertirse en un virtuoso del piano. Tanto es así, que se fabricó un teclado portátil, para practicar de forma continuada. Sin embargo, no le era suficiente para conseguir la destreza que buscaba en cada dedo de sus manos, así que se construyo un aparato con pesas que mediante unas poleas podían sujetar a sus dedos, mientras los ejercitaba.

¡Muy alemán él! Me refiero a la construcción de ingenios mecánicos. Con ello esperaba llegar a una fuerza y velocidad nunca antes alcanzada, y además con movimientos independientes en cada dedo. Sin embargo, el efecto de aquél aparato era el contrario. Los dedos se le agarrotaban, y se le bloqueaban cada vez más. Dejaban de responder de forma automática, cuando antes lo hacían.

Los dedos deben tener musculaturas conectadas entre sí, así que es difícil que se muevan de forma totalmente independiente. Él, de forma obstinada, obsesionado con conseguirlo, no cejaba en su intento, ni aunque el resultado fuera lo contrario. Hasta que finalmente, sufrió una lesión en su mano derecha, y tuvo que dejar su carrera de pianista. Dicen que aquél día lloró amargamente. Sin embargo, aprendió de aquello que le había ocurrido, de su propia responsabilidad en ello, y reorientó su vida y su carrera hacia la composición y la crítica musical, llegando a ser uno de los grandes de la música de todos los tiempos.

Por cierto, la enfermedad que padeció se conoce como distonía focal, popularmente como “el cáncer del músico”, y dicen los expertos que es un trastorno del sistema nervioso central, que afecta a músculos, causando una contracción indeseada. Es un síndrome neurológico, por el cual “los dedos no obedecen”. Según el Instituto de Fisiología y Medicina del Arte-Terrasa, afecta a uno de cada 200 intérpretes musicales.

Los dedos son una parte muy importante de nuestro cuerpo, que a veces no cuidamos como debiéramos. Los dedos ocupan un espacio muy grande en el cerebro. Los dedos aportan muchísima información.

He encontrado un paralelismo entre la historia del comportamiento repetitivo de Schumann y sus consecuencias en sus dedos. Ya que suele ocurrir con algunas personas que repiten accidentes con cierta frecuencia. Evidentemente no lo quieren conscientemente, sin embargo la realidad es que repiten ciertos comportamientos que les llevan a sufrir repetidamente accidentes. No quiero clasificarlas, cómo a menudo tenemos tendencia a hacer.

Yo hace algunos años conocí de cerca a una persona que le ocurría esto. Un trabajador especial que precisamente repetía y repetía accidentes. Y estos eran graves, ya que iba perdiendo los dedos por amputaciones. De hecho le faltaban dos en una mano y uno en la otra.  Para él la causa de lo que le ocurría siempre estaba fuera. Los equipos, la organización, los mandos, etc. Él poco podía hacer, y no es que no quisiera, es que irremediablemente estaba condenado por un entorno hostil, ante el que reaccionaba de forma emocionalmente intensa y poco beneficiosa. Al igual que la intensa emocionalidad de las obras de Schumann.

Afortunadamente, un día, a través de un taller que impartimos con alguien que sabía cómo ayudar aquella persona a mirarse a sí mismo, su vida cambio como la Schumann, y no volvió a accidentarse más. Encontró su parte de responsabilidad, el para qué de sus comportamientos, lo que él podía hacer por su cuidado, y lo hizo. Fue algo fantástico.

Las personas podemos cambiar el rumbo de nuestras vidas. Solo necesitamos escuchar la melodía que interpretamos y cambiarla.

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