La protección de la naturaleza, piedra angular de la consolidación de la “sostenibilidad universal”

La protección de la naturaleza, piedra angular de la consolidación de la “sostenibilidad universal”

El capital natural es un bien común en situación de riesgo. De las lecciones aprendidas de las crisis climática, sanitaria y alimentaria se pueden extraer valiosas conclusiones para protegerlo de modo responsable, pero esta opción solo será efectiva si las acciones pertinentes se basan en la objetividad y en el empleo de los instrumentos que ponen a disposición la ciencia y la tecnología.
17 febrer 2022

El enfoque global para estimular la llamada “recuperación verde” a menudo enfatiza los beneficios económicos situándolos por encima de los ambientales, sin tener en cuenta que la destrucción de la naturaleza es la causa común de las principales crisis que hoy afectan a la humanidad: climática, sanitaria y alimentaria. Ello obliga a situar la preservación de la naturaleza en el centro de las opciones enfocadas a prevenir, controlar y mitigar los efectos negativos que genera la falta de acción sobre las verdaderas causas de los problemas, que obligan a adoptar medidas drásticas y urgentes cuando su incidencia alcanza niveles críticos.

Ya no hay duda de que la emergencia sanitaria provocada por la COVID-19, la crisis climática y la pérdida de biodiversidad amenazan vidas y medios de subsistencia, y que la desinformación, la negligencia y la negación de los problemas continúan socavando la respuesta global. Para avanzar, es preciso una acción multilateral y comprometida para garantizar que las decisiones pertinentes se basen en las mejores evidencias. La ciencia es la herramienta más poderosa para abordar situaciones críticas y trabajar hacia una recuperación verde sostenible.

La sociedad valora como un derecho adquirido las aportaciones básicas de la naturaleza, tales como los alimentos, la energía y los recursos necesarios para construir y apoyar la economía. Pero durante las últimas cinco décadas, un enfoque centrado exclusivamente en el crecimiento económico ha conducido al uso y a la extracción desmesurada de los recursos productivos, provocando la disminución alarmante de la disponibilidad de algunos materiales, y arriesgando la capacidad de recuperación y resiliencia de los ciclos naturales.

muchos hábitats de vida silvestre han sido destruidos, y los ecosistemas, incluidas las zonas costeras críticas, se han degradado hasta el punto de que ya no pueden servir como amortiguadores de los desastres tanto naturales como antropogénicos. Como resultado, en numerosos puntos del planeta la contaminación del aire ya no se neutraliza lo suficiente, las aguas subterráneas seguras ya no están disponibles en cantidad suficiente, los suelos son menos fértiles, y los océanos son cada vez más ácidos. Además, sobre todo durante los últimos años, la capacidad de la naturaleza para regular y contener organismos peligrosos para las personas, como los virus, se ha visto gravemente afectada.

El consenso científico global es claro: hay evidencias abrumadoras que demuestran que se está pagando cada vez más caro el precio de la incapacidad para proteger la naturaleza. A título de ejemplo, la pandemia COVID-19 continúa devastando comunidades en todas partes del mundo, y es solo uno de los muchos virus no identificados en la naturaleza conocido por infectar a las personas.

Es necesario asumir que la salud y el bienestar de las personas están estrechamente relacionados con la salud de los ecosistemas y de las especies con las que comparten el planeta. Para superar la crisis climática y sanitaria, hay que reconocer que numerosas actividades humanas descontroladas destruyen la naturaleza y crean condiciones que generan peligrosos efectos de rebote, como es el caso de la pandemia. Es hora de analizar detenidamente el uso de la tierra y de los océanos, la sobreexplotación de los sistemas naturales, la contaminación, las especies exóticas invasoras, y los crecientes efectos de la crisis climática.

Afortunadamente, la ciencia pone al alcance no solo los conocimientos necesarios para comprender estos desafíos, sino también una gama de opciones para abordarlos. Se han propuesto numerosos enfoques para crear un futuro sostenible, para lo cual es crucial adoptar una comprensión diferente de lo que ha de ser la “vida saludable” y el “estado de bienestar”, y erradicar la cultura del “derroche”. También es crucial reducir las desigualdades, defender la justicia, estimular la implicación en la conservación, e incluir los costes y factores ambientales a la hora de tomar decisiones.

Además, las políticas para fomentar tecnologías e inversiones favorables para la protección de la naturaleza son fundamentales, al igual que la educación para promover la conciencia sobre los problemas que es necesario enfrentar, así como las posibles alternativas para solucionarlos. En conjunto, estas medidas pueden desencadenar el cambio necesario para garantizar un futuro sostenible.

Los comúnmente conocidos como "servicios ecosistémicos" son beneficios que la sociedad disfruta de forma "gratuita", como es el caso de la provisión de agua dulce, la fertilidad del suelo, la regulación de inundaciones, y el clima estable. Sin ecosistemas sanos y funcionales, la capacidad de la naturaleza para proporcionar estos servicios se ve afectada o reducida, con consecuencias negativas para el bienestar humano y para la sociedad. Los científicos han hecho sonar la alarma y aludido reiteradamente a la importancia que tiene la biodiversidad y la salud de los ecosistemas para la estabilidad del planeta, comprobando al mismo tiempo que la “salud” de la naturaleza está disminuyendo a nivel mundial a tasas sin precedentes en la historia de la humanidad. La conclusión final de varios análisis apunta a que es necesario asegurar que la economía global incorpore a la naturaleza como base en la toma de decisiones que afecten a la sostenibilidad integral, ya que la economía es subsidiaria de la naturaleza, y no lo contrario.

Es un hecho indiscutible que la crisis climática y la pérdida de biodiversidad están intrínsecamente vinculadas. La crisis climática es actualmente reconocida como el tercer principal impulsor de la pérdida de patrimonio natural por nivel de impacto. A su vez, la pérdida de capital natural y el uso y gestión insostenible de los recursos, es la segunda mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero.

La naturaleza, si no es afectada por abusos y agresiones descontroladas, es resiliente, y constituye una importante base para mitigar la crisis climática y situarla dentro del objetivo fijado en la agenda 2030 de Naciones Unidas. Sin embargo, son insuficientes las inversiones que destinan los gobiernos para financiar su protección. Expertos del WBCSD estiman que, con adecuados niveles de inversión en la naturaleza, se lograría un progreso significativo hacia el objetivo de reducir la pérdida de capital natural y de biodiversidad, y como consecuencia, de frenar el avance y la gravedad de la emergencia climática. Para evitar los efectos peligrosos de la alteración del clima y evitar su irreversibilidad, es necesario alcanzar cero emisiones netas antes del año 2050, y llevar a cabo intervenciones positivas en el territorio natural durante el período fijado en el horizonte 2030. Cuanto más se retrase la acción, más complejos y costosos serán los impactos a mitigar y la adaptación a sus efectos, generando riesgos de importante trascendencia para las personas y el planeta.

Las empresas han de ser parte importante de la solución para resolver las crisis que afectan cada día con mayor frecuencia e intensidad al planeta. Deben desempeñar un papel fundamental en la aceleración de la recuperación climática y la reducción de la pérdida de biodiversidad. Las llamadas soluciones climáticas naturales basadas en la naturaleza (NCS), que secuestran carbono de la atmósfera, son fundamentales para construir una verdadera resiliencia climática, y deben estimularse en paralelo a la descarbonización de la economía global. Escalar estas soluciones será fundamental para combatir la emergencia climática, al tiempo que se protegen los ecosistemas de alto valor y se revierte la pérdida de capital natural.

En su informe de 2019, el WBCSD destacó que las NCS pueden desempeñar un papel destacable para ayudar a las empresas a hacer la transición a cero emisiones. Pone de relieve el papel vital que representan las soluciones naturales y sus respectivos alcances para recuperar el equilibrio del clima, proteger la naturaleza y alcanzar objetivos de desarrollo más amplios.

La acción empresarial para abordar la crisis del clima y del patrimonio natural está ganando impulso a través de compromisos de cero emisiones, fijando objetivos basados en los avances de la ciencia y la tecnología. Pero para lograr estos objetivos, es preciso motivar a las empresas a incluir el papel de la naturaleza en sus esquemas de gestión, y enfocarlos hacia el logro de los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático y la recuperación del patrimonio natural en 2050. Se ha de ayudar a las empresas a colaborar en todos los sectores y cadenas de valor para diseñar soluciones basadas en la naturaleza, hacer frente a la emergencia planetaria, y proteger y restaurar los sistemas naturales que condicionan la vida de las personas y la sostenibilidad del planeta.

La experiencia de la respuesta que se ha tenido que dar a la emergencia sanitaria causada por el Coronavirus ofrece oportunidades significativas para comenzar a remodelar la relación de la humanidad con la naturaleza. La asignación sin precedentes de recursos financieros destinados a apoyar a las economías durante la pandemia contribuirá a tomar conciencia sobre la formulación de las estrategias y políticas que será indispensable implementar en el futuro para detener y reparar las agresiones que han provocado serios daños al patrimonio natural, y desbloquear el potencial de una recuperación realmente verde.

Los gobiernos del mundo global deben llegar a acuerdos y compromisos coordinados, transversales y multilaterales sobre el aseguramiento global de la biodiversidad, y asegurar un nuevo marco mundial que incluya metas y objetivos específicos que frenen los factores directos e indirectos de la degradación ambiental, y reorienten los valores y comportamientos que sustentan la relación de la humanidad con la naturaleza.

La sociedad es consciente de que la vida y los medios de subsistencia dependen de una naturaleza sana y resiliente. El capital natural es un bien común, y la experiencia que otorga el control de las crisis climática, sanitaria y alimentaria sugiere importantes vías para emprender las oportunas acciones preventivas, correctoras o paliativas. Pero esto será posible solo si los responsables de la toma de decisiones se basan en evidencias objetivas, y en el aprovechamiento de los instrumentos que pone a disposición el rápido avance de la ciencia y de la tecnología.

¿Qué opinas de este artículo?