Pandemia, Residuos sanitarios Y Economía Circular

Pandemia, Residuos sanitarios Y Economía Circular

La reducción de la actividad económica mundial como consecuencia de la cuarentena por el Coronavirus tuvo efectos positivos para la salud y el medio ambiente, tales como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, el “rebrote” de la naturaleza, y la mejora de la calidad del aire y del agua. Pero este efecto fue neutralizado cuando el “desconfinamiento” hizo olvidar la responsabilidad de mantener hábitos de comportamiento compatibles con la necesidad de asegurar las condiciones elementales de higiene, salud y calidad ambiental.
21 abril 2021

LOS RESIDUOS SANITARIOS Y LA SALUD

La mala gestión de los residuos sanitarios expone a las personas que los manipulan, a los trabajadores sanitarios, a los pacientes, a sus familias y a toda la comunidad, a infecciones que se pueden prevenir, a sustancias químicas peligrosas, a efectos tóxicos y a riesgos de lesiones. Durante los últimos años se ha hecho un uso abusivo de material desechable, tanto a nivel doméstico como sanitario, y ha aumentado considerablemente la cantidad de residuos generados. Pero el riesgo asociado al uso o a la manipulación del material propio de la actividad sanitaria, no tiene nada que ver con el riesgo asociado a los residuos: el riesgo surge cuando este material es rechazado porque su utilidad o manejo clínico se dan por acabados definitivamente.

La correcta ordenación y disposición de los residuos sanitarios es fundamental para disminuir el posible riesgo para la salud y el medio ambiente derivado de una deficiente gestión tanto en hospitales y centros de salud como fuera de ellos, a la vez que permite minimizar los costes de su gestión.

Los residuos generados por actividades sanitarias se pueden clasificar de acuerdo al siguiente esquema general:

  • Residuos sanitarios asimilables a residuos municipales o de tipo I: cartón, papel, material de oficinas y despachos, cocinas, bares y comedores, talleres, jardinería y residuos procedentes de pacientes no infecciosos, no incluidos en los grupos II y III.
  • Residuos sanitarios no específicos o de tipo II: material de curas, yesos, ropa y material de un sólo uso contaminados con sangre, secreciones y/o excreciones.
  • Residuos sanitarios específicos de riesgo o de tipo III: residuos sanitarios o infecciosos, residuos anatómicos, sangre y hemoderivados, recipientes que contengan sangre o hemoderivados y otros líquidos biológicos, agujas, pipetas, hojas de bisturí, portaobjetos, cubreobjetos, capilares y tubos de vidrio, y vacunas vivas y atenuadas.
  • Residuos tipificados en normativas singulares o de tipo IV, cuya gestión está sujeta a requerimientos especiales desde el punto de vista higiénico y ambiental: citostáticos, restos de sustancias químicas, medicamentos caducados, aceites minerales y sintéticos, residuos con metales, residuos radiactivos, y restos anatómicos humanos.

El incremento de la demanda de servicios de salud no solo trae consigo la necesidad de contar con recursos suficientes, sino también la enorme generación de residuos que, a falta de oportunas y eficaces medidas de gestión, contribuye a incrementar la presión ambiental debido a la cantidad de materiales, muchos de ellos tóxicos o contaminantes, que acaban depositados en vertederos o incinerados, sin tener en cuenta que muchos de estos materiales residuales pueden ser reciclados, recuperados o reutilizados. Este hecho implica un doble coste: el de gestionar la eliminación segura de dichos residuos, y el de desaprovechar materiales susceptibles de ser reutilizados o reciclados, contando con que para ello existen técnicas que han sido probadas con éxito y eficacia en diferentes ámbitos y sectores.

LOS RESIDUOS SANITARIOS Y EL MEDIO AMBIENTE

La cadena de valor del sector de la Salud consume una cantidad significativa de recursos primarios, tales como agua, energía, metales y productos químicos. Además, genera un importante volumen de residuos por el empleo generalizado de productos de un solo uso, y por la acumulación de materiales y equipos no utilizados, obsoletos o caducados. En un hospital, los términos “usar y tirar” y el concepto de “un solo uso” constituyen prácticas habituales, y aunque su objetivo sea el de prevenir y reducir la propagación de infecciones, no por ello dejan de ser prácticas poco sostenibles. Como respuesta a esta situación, la Sanidad debe implementar estrategias de economía circular para ganar eficiencia y convertirse en un sector sostenible y resiliente que evite generar externalidades negativas.

El ejemplo que mejor ilustra el problema de los residuos en el sector de la Salud es el de los plásticos, uno de los más abundantes generados en los centros sanitarios, tanto bajo la forma de envases, como de productos, objetos y materiales desechables, y una gran variedad de elementos que se utilizan en las actividades cotidianas del sector. El plástico es un material imprescindible para los equipos de protección individual (EPI) del personal sanitario. Las mascarillas contienen un material filtrante constituido por un entramado de fibras plásticas que retiene bacterias y virus. Además de las mascarillas, otros EPI son también fabricados de material plástico, como es el caso de guantes, batas impermeables, gafas, viseras y pantallas protectoras faciales. Pero el uso de material plástico en los hospitales no se reduce a los EPI: incluye también diversas piezas para equipos médicos, como respiradores y ventiladores, jeringas de policarbonato, tubos médicos de PVC, bolsas de sangre, y un sinnúmero de accesorios empleados durante operaciones quirúrgicas y tratamientos de pacientes.

Hasta la llegada de la pandemia del Coronavirus, el 2021 parecía ser un año crucial en la lucha contra el empleo abusivo de materiales plásticos, sobre todo de los de un solo uso, que deberían estar prohibidos en la Unión Europea a partir del año que viene. Con anterioridad a la pandemia, la sociedad empezaba a estar concienciada sobre el hecho de que la contaminación por plásticos es uno de los principales problemas ambientales del planeta, y de los problemas que los plásticos ocasionan desde el punto de vista de la sostenibilidad. Sin embargo, la necesidad de contener la propagación del virus ha causado el resurgimiento del plástico como un material indispensable

Es cierto que por motivos de higiene y salud no es factible prohibir el uso de plásticos de un solo uso mientras dure la emergencia sanitaria. Pero es muy importante evitar que, una vez resuelta la crisis, generen un problema ambiental mayor. No hay que olvidar que la problemática de la contaminación por plásticos seguirá presente incluso mucho después de controlada la crisis sanitaria.

Gobiernos, instituciones sanitarias y profesionales de la salud de todo el mundo han recomendado a los ciudadanos el uso de mascarillas para salir a la calle o acudir a diferentes espacios de pública concurrencia, tales como, entre otros, supermercados, parques y centros deportivos. Esta recomendación se ha extendido de modo general, por lo que miles de millones de personas están utilizando mascarillas de plástico, que además en su mayoría son de un solo uso. Lamentablemente, hoy se detectan mascarillas flotando en ríos y océanos, y esparcidas en playas, calles, y parques, una clara demostración de que este “residuo” no se está gestionando de manera apropiada. Algo similar ocurre con otros artículos sanitarios de un solo uso, tales como guantes, envases de gel hidroalcohólico o toallitas desinfectantes. La pandemia también ha provocado el incremento del consumo de otros plásticos desechables como bolsas, botellas de agua, recipientes, envases para alimentos, y embalajes de artículos comercializados en tiendas de diversa naturaleza.

Sin embargo, hay que reconocer que la crisis sanitaria está generando cierta sensibilidad y toma de conciencia por parte de los consumidores sobre el verdadero significado de los términos “salud” “prevención”, “seguridad” e “higiene”, conceptos que a menudo eran considerados de modo marginal, sin situarlos en la primera línea de lo que realmente significa su adopción como alternativa conducente a garantizar el estado de “bienestar sanitario”. La pandemia está cambiando muchos hábitos cotidianos de la sociedad, y es fácil constatar, entre otras manifestaciones de actitud responsable, cómo los ciudadanos prefieren acudir a establecimientos en los cuales encuentran una gran variedad de productos, donde pueden efectuar una compra completa en un único establecimiento, optando además por sustituir el uso de bolsas de plástico de usar y tirar por bolsas reutilizables.

LOS RESIDUOS SANITARIOS Y EL CORONAVIRUS

El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) recuerda que la gestión inadecuada de los residuos médicos y peligrosos derivados de la crisis sanitaria podría desencadenar un efecto rebote y otras consecuencias de gravedad, por lo que su manejo y eliminación segura resulta vital. Se ha podido constatar que durante los denominados “brotes” se generan diversos residuos médicos y peligrosos, incluidos mascarillas, guantes y otros equipos de protección infectados, así como un mayor volumen de artículos no infectados de similar naturaleza. La gestión inadecuada de estos desechos puede desencadenar un efecto “rebote” con consecuencias serias para la salud humana y el medio ambiente, por lo que su gestión y disposición final de forma segura es vital para dar respuestas efectivas a situaciones de emergencia.

Es evidente que, a día de hoy, la mayor preocupación a nivel mundial es vencer a la pandemia y evitar más muertes y nuevos contagios. Pero no hay que olvidar que, una vez logrado este objetivo, la crisis económica producida por la emergencia sanitaria será un asunto complejo que habrá que resolver con la mayor premura, lo cual no resultará ni fácil ni rápido, sobre todo si no se consigue la colaboración seria de toda la comunidad. Las actitudes de la población deberán ser responsables en relación con el cumplimiento de las medidas requeridas para hacer frente a las fases de confinamiento, al mantenimiento de la distancia de seguridad, al uso de elementos de protección, y al comportamiento social en espacios públicos y de ocio.

Gobiernos y autoridades sanitarias deben considerar la gestión de residuos como un servicio público urgente y esencial en el marco de la pandemia del COVID-19 con el fin de minimizar posibles impactos secundarios sobre la salud y el medio ambiente. En dicho sentido, es preciso insistir en que las medidas de control deben también hacerse extensivas a todo tipo de residuos, incluidos, además de los sanitarios, los de naturaleza doméstica, industrial y peligrosa.

La situación actual aparca la problemática del medio ambiente en un plano muy secundario. Los expertos en controlar la contaminación ambiental no deben bajar la guardia. A pesar de que la reducción de las actividades económicas debido a la cuarentena mundial proporcionó buenas noticias relacionadas con la salud ambiental, tales como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, el “rebrote” de la naturaleza y la mejora de la calidad del aire y de las aguas, este efecto fue solo efímero y coyuntural, neutralizado a partir del momento en que el “desconfinamiento” hizo olvidar a los ciudadanos su responsabilidad en relación con la prevención y el ejercicio de hábitos de comportamiento compatibles con las mínimas condiciones de higiene y salud ambiental y social.

Aún hoy siguen aumentando tanto la producción como el consumo de materiales plásticos, sobre todo de los de usar y tirar, una tendencia que se manifiesta en el ámbito hospitalario doméstico y comercial, y que, probablemente, seguirá creciendo a medida que avance el desconfinamiento de los ciudadanos si no se adoptan las oportunas medidas correctoras.

GESTION DE RESIDUOS SANITARIOS Y ECONOMIA CIRCULAR

A causa de la pandemia, la generación de residuos sanitarios se ha incrementado de forma exponencial. A los residuos hospitalarios se debe sumar también los residuos generados en clínicas, residencias de ancianos, centros de atención primaria y ambulatorios. Muchos de estos residuos no pueden ser reciclados, y su destino habitual es el depósito en vertederos o la incineración. El reto es ahora habilitar centros e instalaciones acreditadas y homologadas para proceder al tratamiento, neutralización, inertización y disposición final de una cantidad creciente de residuos sanitarios de naturaleza muy diversa, cuya manipulación debe ser efectuada evitando por todos los medios el riesgo para la salud de las personas y para el medio ambiente.

La gestión eficaz de los residuos biomédicos y hospitalarios, de naturaleza compleja y variada, requiere de un proceso apropiado de identificación, recogida, separación, almacenamiento, transporte, tratamiento y eliminación, así como de otros aspectos específicos que incluyen la desinfección integral y la protección y capacitación del personal encargado de su manipulación. Los desechos médicos, como mascarillas, guantes, medicamentos usados o caducados, así como otros artículos contaminados, deben ser recolectados por operadores municipales o gestores de residuos especializados, no deben mezclarse con los residuos domésticos, deben almacenarse aparte de otros flujos de residuos domésticos, deben procesarse como desechos peligrosos, y ser eliminados por separado.

En este sentido, las directrices técnicas sobre el manejo ambientalmente racional de los desechos biomédicos y sanitarios del Convenio de Basilea de la ONU incluyen información y aspectos útiles para las autoridades con el propósito de orientarlas hacia el objetivo de minimizar los riesgos para la salud humana y el medio ambiente. A su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define los tres principios básicos que se han de tener en cuenta a la hora de gestionar adecuadamente los residuos sanitarios:

  • La reducción de la generación de residuos innecesarios.
  • La separación entre residuos ordinarios y peligrosos.
  • El tratamiento de los residuos con el fin de reducir el riesgo para los trabajadores sanitarios y la comunidad.

La gestión de los residuos debe plantearse como una estrategia transversal, ya que forma parte indisociable de las actividades agrupadas de mantenimiento y control en materia de agua, saneamiento e higiene en los centros de salud. También es posible establecer relaciones multilaterales de colaboración con equipos especializados en prevención, lucha contra las infecciones, seguridad, uso de productos químicos, energía y situaciones de urgencia.

En el sector de la Salud existen oportunidades reales para aplicar con éxito las mismas iniciativas de economía circular que han demostrado su éxito en el entorno industrial y de servicios. Tales iniciativas han sido desarrolladas principalmente en las cuatro áreas críticas que influyen de modo directo en la sostenibilidad a través de la racionalización de la gestión: los recursos naturales y materias primas, el agua, la energía y los residuos.

Entre los instrumentos circulares aplicables al sector de la salud, concretamente a la gestión de residuos sanitarios, cabe destacar aquellos que están enfocados a reducir el impacto sobre las personas y el medio ambiente, a optimizar las cadenas de valor, y a promover las mejores condiciones en materia de seguridad e higiene, fundamentando las correspondientes estrategias de acción en criterios de sostenibilidad integral. Los principales son los siguientes:

  • Reducir a todos los niveles la producción de residuos, aplicando el principio de “Residuo Cero”.
  • Implantar sistemas de recogida selectiva, clasificación, tratamiento y disposición final de los residuos sanitarios según su diferente tipología específica.
  • Controlar el envasado y transporte de los residuos sanitarios.
  • Utilizar elementos de protección individual durante la manipulación de los residuos por parte del personal de los centros y establecimientos sanitarios y hospitalarios.
  • Evitar efectos colaterales perjudiciales para las personas, la comunidad y el medio ambiente a lo largo de todo el ciclo de gestión de residuos.
  • Propiciar el desarrollo y uso de materiales alternativos a los plásticos en la fabricación de elementos y productos de uso sanitario: biodegradables, reciclables, recuperables y reutilizables,
  • Reducir al máximo los materiales desechables de un solo uso, sobre todo los plásticos.
  • Sustituir elementos de plástico recurriendo a materiales alternativos de nueva generación, reciclables, biodegradables o naturales.
  • Ajustar los procedimientos de gestión de residuos a la normativa y a la legislación aplicables a nivel local, estatal e internacional en materia de salud pública, medio ambiente, seguridad e higiene, independientemente de lo que especifiquen los protocolos específicos establecidos por los propios establecimientos sanitarios.  
  • También es importante aludir a otros instrumentos de apoyo a la economía circular que en relación con los residuos sanitarios pueden complementar de modo sinérgico el alcance de objetivos de sostenibilidad: el ecodiseño, la recuperación, la valorización, la simbiosis colaborativa, y los compromisos de compra y contratación establecidos con proveedores y suministradores de material sanitario y servicios generales.

Finalmente, cabe destacar que ninguna pandemia respeta fronteras, y el Coronavirus no es una excepción. Sus efectos y secuelas afectan y amenazan por igual a toda la población del planeta. En este sentido, y apostando por iniciativas que favorecen el control de un problema de naturaleza y proyección global, las actividades sugeridas por la OMS en materia de gestión de residuos sanitarios son las siguientes:

  • Elaboración de directrices para evaluar las cantidades y los tipos de residuos que se producen en los distintos establecimientos.
  • Elaboración de políticas y planes de acción y de directrices nacionales sobre la gestión de los residuos.
  • Fortalecimiento de las capacidades nacionales para mejorar la gestión de los residuos sanitarios en los países de bajos ingresos.

El Coronavirus no es la primera crisis sanitaria que afecta a la humanidad, ni será la última, si no se adoptan medidas serias para controlar las causas que las provocan. Las lecciones que nos ha enseñado la pandemia han de servir de base para asumir estrategias responsables en relación con la gestión de unas crisis que castigan cada vez con mayor intensidad, sean la sanitaria, la climática, la alimentaria o la económica, todas ellas interactuantes y crónicas, teniendo en cuenta que no se lograrán soluciones definitivas si la acción se basa en neutralizar sus efectos cuando éstos adquieren dimensiones catastróficas, en lugar de controlar preventivamente las causas que las provocan.

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