Isabel Güell, neuróloga: «La memoria está lejos de ser una grabadora, es más una máquina que está organizada para olvidar»

Isabel Güell, neuróloga: «La memoria está lejos de ser una grabadora, es más una máquina que está organizada para olvidar»

La doctora hace un repaso por las enfermedades neurológicas más comunes y comenta cuáles son los retos a la hora de llegar a un diagnóstico preciso
27 abril 2024

La relación humana que existe entre el paciente y el médico es la base sobre la que se sustenta el nuevo libro de Isabel Güell LópezUn mundo extraño (Debate, 2023). Especializada en Neurología en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, a día de hoy es miembro del cuerpo facultativo del Centro Médico Teknon de Barcelona, con especial dedicación al campo de las demencias y otras patologías del sistema nervioso central. 

Dedicada al ámbito hospitalario y asistencial, ha publicado diversos trabajos de investigación. En el año 2006 escribió su primer libro de divulgación científica, El cerebro al descubierto (Kairós). Posteriormente centró su interés en el campo de la memoria y en el 2012 vio la luz La pierna olvidada. Entender la memoria para mejorarla (Libros En Red). 

«Este quería que fuera un libro focalizado más en mi experiencia y en todos los avances neurocientíficos que se han ido descubriendo en estos últimos años», comenta la doctora. A través de casos clínicos y con la pandemia como telón de fondo, explora «el extraño mundo de las enfermedades neurológicas». 

—Hace un repaso por las consultas que suele tener en su día a día. ¿Diría que son variadas o que existen patologías que ve mucho más que otras?

— Estoy muy especializada a nivel de investigación y de ensayos clínicos en temas de enfermedades neurodegenerativas como son las relacionadas con la memoria, pero la consulta de neurología general, por así decirlo, se resume más en síntomas a los que hay que buscarles la causa. Viene el paciente con un dolor de cabeza y resulta que tiene un tumor o una migraña. Llega otro con hormigueos y resulta que no tiene nada o tiene esclerosis múltiple. Que sufre mareos y resulta que es ansiedad. Los síntomas pueden ser de leves a graves y todos estos casos de mareos, dolor de cabeza o pérdida de fuerza, son los casos habituales de un neurólogo. No son casos excepcionales.

—Si tuviera que resumir el funcionamiento de nuestro cerebro, ¿cómo lo haría?

—Me parece que es una maquinaria extraordinariamente imaginativa. Por ejemplo, la memoria, está lejos de ser una grabadora que graba todo lo que está pasando. Es al revés, es más una máquina que está organizada casi para olvidar. El cerebro es capaz de crear, ser imaginativo y olvidar lo que tiene que olvidar, es extraordinario. Y hay algo que ya todo el mundo debería de saber y es que nace predeterminado a determinadas cosas. Si te fijas, el niño al año empieza a hablar con unas normas gramaticales que nadie le enseña. Eso es que está predeterminado para determinadas funciones. Eso es increíble. 

—¿Es nuestro cerebro similar a un baúl de los recuerdos?

—Los recuerdos, como los que tienen que ver con lo que hiciste en tu infancia, están en algún sitio del cerebro. Cuando te acuerdas de algo, participa todo el cerebro. Este reconstruye la historia cada vez que la recuerda y no está localizada en ningún lugar concreto. Es algo extraordinario en el sentido de que no existe ningún baúl propiamente dicho de recuerdos. No es una grabadora, no está ahí grabando, sino que de alguna manera se recuerda lo que uno ha prestado o lo que más le ha llamado la atención y cada vez que lo recuerda lo reconstruye. Sobre eso hubo unos avances en las neurociencias muy importantes. Porque todas estas cosas antes ni se sabían, en el 2000 estábamos lejísimos de saber todas estas cosas. 

—Cuando habla de casos de pacientes siempre hace referencia a su edad, ¿qué importancia tiene ésta a la hora de hablar de las enfermedades neurológicas?

—Es lo primero que tiene que saber porque dependiendo de la edad, existen unas patologías más frecuentes. A una edad avanzada es muy raro que tengas una esclerosis múltiple y si tienes una crisis epiléptica con 60 o 70 años, lo más probable es que tengas una metástasis en la cabeza. La edad es esencial pero no solo en neurología, en toda la medicina. Dependiendo de la edad tienes unas enfermedades u otras. Eso es un detalle que tiene que tener un neurólogo, pero es básico, claro. No tienen nada que ver las enfermedades del desarrollo, por ejemplo, en las que yo no estoy nada especializada, a cosas más degenerativas, que esas sí que son más mi especialidad: los olvidos de cosas cotidianas que tienen más que ver con la edad. 

—¿Se suele llegar a un diagnóstico preciso en enfermedades neurológicas? 

—La neurología sigue unos criterios clínicos como las especialidades que se dedican al riñón o al hígado. Lo que tienes que hacer es localizar donde está la lesión. Por ejemplo, si he perdido fuerza en una pierna o tengo una lesión en la columna lumbar. Tú localizas donde está y a partir de ahí, de cómo sea el inicio de la enfermedad, si ha sido lento o rápido, entonces te orienta a un problema más vascular, tumoral, o más degenerativo si es progresivo. Te basas en la historia clínica. Mi vena literaria viene de esa necesidad de sacar toda la punta posible al paciente de su historia clínica. Tanto cuando empiezan los síntomas, como primero viene uno u otro, cuánto duran... Todo eso es fundamental y cada paciente es único. Él a su vez también te explica a ti cómo funciona el cerebro. Todos los avances en neurociencias que hay son posibles, por supuesto, por experimentación y otro tipo de estudios de laboratorio, pero también gracias al enfermo neurológico, que se lesiona una área del cerebro y tú sabes que esa es la que se ocupa del lenguaje, por ejemplo. En principio el enfermo neurológico es la clave para que sepamos todo lo que se sabe del cerebro hoy en día. 

—¿Qué papel tiene en ese diagnóstico lo que puedan contar los acompañantes de ese paciente?

—Uno muy importante. Sobre todo, en el caso de las demencias del alzhéimer. Porque no es lo mismo, aunque la gente confunde, demencia que alzhéimer. La demencia es un deterioro de la memoria y de otras funciones, que es progresivo a lo largo del tiempo. Pero a la persona que tiene una demencia hay que buscarle la causa, igual tiene un tumor, un problema de tiroides, o es una demencia vascular. Si bien lo más degenerativo suele ser el alzhéimer. 

¿Qué les ocurre a estos pacientes? Que muchas veces tienen un signo que se llama anosognosia, que es que desconoces tu propio déficit. El paciente de alzhéimer repite todo el rato lo mismo. Te está preguntando cuántos años tienes 50 veces en un minuto y no reconoce su déficit, se cree que es normal. No solo porque cree que a toda la gente mayor le pasa, sino porque no es consciente. Y claro, sin acompañante, es casi imposible a veces poder diagnosticar a un paciente. El acompañante es básico, en neurología incluso más que en otras especialidades, yo diría. Muchos de los casos que describo en el libro son pacientes a los que les ha cambiado la conducta. Como el caso de un paciente que era un buen empresario, muy meticuloso con sus negocios y de repente deja de interesarse. A los hijos eso les extraña y me lo traen a consulta. 

—¿Cuando los familiares consultan, suelen ser síntomas más graves?

—Sí, por desgracia en neurología se suele consultar tarde. Hay gente que no, que tiene la habilidad de darse cuenta de las cosas antes. Es muy importante el diagnóstico urgente en muchos casos y desgraciadamente el paciente no le da importancia a determinados síntomas. Por eso también es importante el médico de cabecera, que sepa un poco de todo para que diga «tienes que irte al especialista rápido» o «no te preocupes». Pero eso es uno de los grandes problemas que tiene la sanidad en general, que te pueden dar hora para dentro de un mes y dentro de ese tiempo a lo mejor ya no es posible solucionar el problema.

—Si por ejemplo tuvieras que darle un consejo a alguien para cuidar el cerebro, como neuróloga, ¿qué le recomendarías?

 —Lo que se ha visto que es básico para la salud en general es cuidar los factores de riesgo vascular, como son el tabaco, el alcohol, colesterol y el azúcar. Todo el mundo lo sabe y mucha gente lo hace, pero otra mucha no. Andar también es básico, ya que incluso puede mejorar la memoria porque oxigena el cerebro.

Además, el alzhéimer hay que entenderlo como una enfermedad. Sí, es muy prevalente con la edad, pero con la edad no tienes por qué tener una demencia. Si la tienes es porque tienes una enfermedad. Pero sobre todo para retrasarla y para el mantenimiento, la gente tiene que estar activa intelectualmente. Eso es una maravilla, ver a gente con setenta y pico años que hacen de todo. Esas personas se van a mantener más jóvenes porque el cerebro es lo que te hace mantenerte joven. Eso no ha cambiado, hemos ganado años gracias a esa actividad que se está teniendo una vez uno se jubila. Cada vez que aprendes algo estás desarrollando el cerebro. Hoy en día tenemos la oportunidad de vivir con un cerebro muy receptivo, creativo, estimulante, para siempre. Pero para eso hay que estar activo y trabajarlo. 

—¿Es la neurología un mundo extraño, como el título del libro?

—El mundo de la neurología para mí extraño no es, claro, pero para el que lo lee sí, porque le estoy explicando casos de pacientes que vienen y que no reconocen a su mujer o que no son conscientes que pierden memoria. Son casos completamente atípicos y que, en cambio para mí, es mi día a día. Pero el tema es la entereza de la gente frente a la pandemia —el libro fue escrito en los primeros meses de encierro—. Me llamó mucho la atención. Y es que el cerebro está adaptado para eso un poco. 

Efectivamente, hay casos que te impresionan, lo que ocurre es que también tenemos ese mecanismo defensivo de seguir con nuestras vidas. Es evidente que hay un límite de acercamiento que es muy bueno, por un lado, pero por el otro, no te puede afectar como si fuera tu hijo. Pero es cierto que cuanta más empatía hay, el paciente lo agradece mucho. Para mi gusto lo importante entre el médico y el paciente es ver la enfermedad como una lucha conjunta. En la que el paciente deposita la confianza en el médico, pero que puede ir bien o puede ir mal. Tú vas a un traumatólogo porque confías en él, pero a lo mejor te tiene que operar cuatro veces. Tú has puesto cien por cien confianza, el médico está haciendo lo que puede contigo… pero es la vida. El paciente tiene que encontrar ese médico con el que se siente cómodo y que ambos hacen lo máximo que pueden. Eso tranquiliza mucho. 

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