El teletrabajo se dispara un 20% en 2023 y reconquista el umbral de los 3 millones de ocupados

El teletrabajo se dispara un 20% en 2023 y reconquista el umbral de los 3 millones de ocupados

• Pierde medio millón de efectivos desde los máximos de la pandemia • El modelo híbrido avanza, aunque el trabajo en remoto se recupera en el último año
21 febrer 2024

Los datos de teletrabajo dieron una sorpresa en el cuarto trimestre del año tras dispararse un 19,4% respecto al mismo periodo del año anterior y superar por primera vez desde el arranque de 2021 el umbral de los tres millones de ocupados en remoto, algo que desde el estallido de la pandemia solo había ocurrido otras dos veces. Una evolución que responde al repunte del modelo 'híbrido', que compagina el tiempo en la oficina y a distancia, pero también refleja una recuperación del teletrabajo que ocupa la mayoría de los días de trabajo.

Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) el 14,4% de los ocupados españoles trabajó desde casa a cierre del pasado año, el porcentaje más alto desde el primer trimestre de 2021. Aunque queda por debajo del 19,1% que se alcanzó en junio de 2020, en pleno estallido de la pandemia, sigue superando con creces el 8,3% que se alcanzaba en 2019. Esto, en todo caso, no es suficiente por ahora para ponerse al nivel de las grandes economías de la zona euro.

Aunque el INE no publica datos trimestrales previos al segundo trimestre de 2020, la comparativa con los ejercicios precedentes a la pandemia muestra un repunte histórico que se mantiene muy por encima de la situación previa. Aunque su 'composición', es decir, el tipo de teletrabajo que se realiza, sí ha cambiado sustancialmente en los últimos tres años.

En junio de 2020 el teletrabajo ocasional, que afecta a menos de la mitad de los días de la jornada semanal sumaba 539.000 empleos y alcanzaba al 2,9 del total de ocupados, mientras que el que considerado habitual llegaba al 16,2%, con 3,01 millones. A cierre de 2023, el primero anota una tasa de 7,1%, tras registrar un récord de 1,49 millones de ocupados, mientras el segundo se sitúa en el 7,3%, con 1,56 millones de teletrabajadores. Poco más de la mitad de lo que alcanzó en el primer envite de la pandemia, aunque se trata de la cifra más alta desde 2021.

En la evolución de la tasa de teletrabajo, hay que tener en cuenta la recuperación de empleo tras la pandemia. El mercado laboral ha ganado 2,63 millones de ocupados desde marzo de 2020, mientras los puestos de empleo en remoto se han reducido en 494.500. Esto se debe a la recuperación en los sectores más castigados por los confinamientos, ya que la mayoría de sus puestos requerían la presencialidad, pero también a la vuelta a la oficina de los que sí podían realizar sus tareas en remoto.

Aunque también refleja los cambios legales en España, ya que la regulación del teletrabajo aprobada a finales de 2020 supuso mayores exigencias y un encarecimiento para las empresas del teletrabajo que superar el 30%. Así, los ocupados que trabajan la mayoría de sus jornadas en remoto han descendido en 1,45 millones desde el epicentro de los confinamientos, pero los que lo hacen de manera más flexible ha aumentado en 958.400.

El grueso de este comportamiento se aprecia especialmente en el caso de los asalariados, ya que la irrupción del teletrabajo se ha centrado prácticamente en ellos. Aun así, entre los autónomos también ha retrocedido el remoto total mientras el modelo híbrido ha ganado fuerza. Esto puede interpretarse como que los que tienen oficinas o despachos no han renunciado a ellos, aunque su organización es más flexible.

Los protagonistas del teletrabajo

Lo que parece poco discutible es que el reparto del teletrabajo se ha dado la vuelta en España. Si antes de 2020 los asalariados autónomos eran más que los asalariados (en parte porque muchos de ellos ya trabajaban desde su casa), con la pandemia la eclosión se produce entre los segundos. Y mantiene tres años después, lo que apunta a que no conviene minimizar el cambio producido en el mercado laboral. Aunque en el pasado se haya pecado precisamente de lo contrario.

El 'boom' del teletrabajo durante la pandemia propició la idea de que se trataba de un cambio de paradigma para el que no había vuelta atrás, una visión entusiasta dio paso a la idea contraria, la del 'fracaso del gran experimento' cuando las cifras empezaron a descender. Pero ambas corrientes obviaban la idea de que lo ocurrido en 2020 fue una situación excepcional provocada por una crisis sanitaria sin precedentes, y no respondía a la evolución de la cultura organizativa de las propias empresas, las demandas de los trabajadores ni de la propia tecnología.

Estos desajustes explican el rechazo de muchas empresas (que no quieren duplicar costes manteniendo sus oficinas y los gastos de sus empleados en remoto) y el hartazgo de muchos trabajadores ante la hiperconexión y control constante con sus trabajos, que provocaron un problema de confianza vinculado a la supuesta pérdida o ganancia de productividad que supone el teletrabajo. Una cuestión que se ha estudiado más frecuentemente a través de encuestas 'ad hoc' a empleadores o empleados que mediante estudios económicos rigurosos.

Pero este debate tampoco tiene en cuenta las diferentes realidades laborales y productivas que conviven en una economía. La situación de un autónomo, que de verdad tiene libertad para organizar su trabajo, dónde y cómo le convenga, no tiene nada que ver con un asalariado oficinista. Ni ambas tienen por qué coincidir con las de los expatriados o nómadas digitales.

Los datos del Instituto Nacional Estadísticas tampoco agotan la realidad del teletrabajo, aunque al menos son neutrales y reflejan una tendencia clara. El teletrabajo ha salido muy reforzado tras la pandemia respecto a la situación anterior, y ahora cabe preguntarse por su evolución a futuro. Si la opción del modelo híbrido como una forma de "flexibilidad" laboral sigue prosperando porque concilia las posiciones de las empresas y de los empleados, y si puede ser el pilar sobre la que evolucione la implantación del remoto total en los próximos años. Eso sí, los análisis deberán alejarse del ruido y los sesgos para arrojar una radiografía más clara de la cuestión.

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