Una simple tendencia cognitiva tiene sorprendentes implicaciones profundas para la propagación de información sesgada.

Una simple tendencia cognitiva tiene sorprendentes implicaciones profundas para la propagación de información sesgada.

¿Alguna vez has considerado que nuestros cerebros podrían ser más receptivos a aprender de personas que nos gustan en comparación con aquellas que no nos gustan?
22 febrer 2024

Un estudio reciente realizado por investigadores en neurociencia cognitiva revela justo eso: nuestra capacidad para aprender y establecer conexiones entre diferentes piezas de información está significativamente influenciada por nuestros sentimientos hacia la persona que presenta la información. Esencialmente, si la información proviene de alguien que nos gusta, nos resulta más fácil recordarla y vincularla en comparación con cuando proviene de alguien que no nos gusta.

La motivación detrás de este estudio surge del deseo de comprender los mecanismos que subyacen a nuestros procesos de aprendizaje y memoria, especialmente en el contexto de la dinámica social. La memoria juega un papel crucial en nuestra capacidad para aprender de nuevas experiencias y actualizar nuestro conocimiento existente. Al examinar cómo las preferencias sociales afectan la integración de la memoria, el proceso a través del cual conectamos la información entre diferentes eventos de aprendizaje, los investigadores buscaron arrojar luz sobre cómo nuestros entornos sociales pueden moldear nuestra comprensión del mundo.

Para investigar este fenómeno, el equipo de investigación, liderado por Inês Bramão, profesora asociada de psicología en la Universidad de Lund, realizó una serie de experimentos. Los participantes se enfrentaron a una tarea que implicaba codificar y recordar asociaciones entre diferentes objetos, como un tazón, una pelota, una cuchara, unas tijeras y varios otros objetos cotidianos.

Estos objetos fueron presentados por personas que los participantes fueron llevados a gustar o disgustar, basándose en una variedad de características que incluyen opiniones políticas, pasatiempos y preferencias musicales. Esta configuración permitió a los investigadores simular dinámicas sociales del mundo real en un entorno experimental controlado, proporcionando así una ventana a cómo nuestros prejuicios sociales pueden extenderse a nuestros procesos cognitivos, especialmente la integración de la memoria.

Para construir estas preferencias sociales, se les pidió a los participantes que crearan perfiles para sus personas del grupo interno (personas que les gustaban) y del grupo externo (personas que no les gustaban), eligiendo entre un conjunto de atributos predeterminados que cubrían un amplio espectro de intereses y creencias. Este aspecto de personalización fue crucial, ya que aseguraba que los sesgos de los participantes se reflejaran genuinamente en el experimento, mejorando la validez ecológica de los hallazgos del estudio.

El núcleo del estudio giró en torno a la tarea de inferencia asociativa, un método utilizado para evaluar cómo los participantes podían vincular información entre eventos de aprendizaje separados pero relacionados. Específicamente, se les pidió que recordaran pares de objetos asociados presentados en diferentes contextos, siendo el objetivo final inferir una relación entre objetos que no estaban directamente vinculados pero compartían un vínculo asociativo común a través de un objeto o contexto intermedio.

Esta tarea fue cuidadosamente diseñada para imitar el proceso de integración de la memoria en la vida cotidiana, donde a menudo tenemos que establecer conexiones entre diferentes piezas de información para aprender cosas nuevas o actualizar nuestro conocimiento existente.

Los investigadores encontraron que los participantes eran realmente más hábiles para recordar y conectar información cuando era presentada por personas que les gustaban. Este efecto se observó en múltiples medidas, incluyendo la facilidad con la que los participantes podían codificar la información, su capacidad para inferir conexiones entre objetos no directamente asociados y su memoria para la información asociada con personas que les gustaban versus personas que no les gustaban. Esencialmente, el estudio proporcionó evidencia convincente de que nuestras preferencias sociales influencian significativamente nuestros procesos cognitivos, especialmente aquellos relacionados con el aprendizaje y la memoria.

Tales sesgos en la integración de la memoria podrían jugar un papel en la formación y el refuerzo de creencias polarizadas dentro de grupos sociales. Al favorecer la información de personas que nos gustan, es posible que tengamos más probabilidades de integrar y aceptar información que se alinee con nuestras creencias existentes, lo que potencialmente conduciría a una percepción más dividida de la realidad entre diferentes grupos sociales.

"Tenemos más inclinación a establecer nuevas conexiones y actualizar el conocimiento a partir de información presentada por grupos que favorecemos. Dichos grupos preferidos suelen proporcionar información que se alinea con nuestras creencias e ideas preexistentes, potencialmente reforzando puntos de vista polarizados", explicó Mikael Johansson, profesor de psicología en la Universidad de Lund.

Como ejemplo, Bramão explicó: "Un partido político argumenta a favor de aumentar los impuestos para beneficiar la atención médica. Más tarde, visitas un centro de atención médica y notas que se han realizado mejoras. Si simpatizas con el partido que quería mejorar la atención médica mediante impuestos más altos, es probable que atribuyas las mejoras al aumento de impuestos, aunque las mejoras podrían haber tenido una causa completamente diferente."

Sin embargo, la investigación no está exenta de limitaciones. La naturaleza en línea del estudio, aunque es necesaria para llegar a un grupo diverso de participantes, introduce variables que podrían afectar la calidad de los datos. Además, el uso de criterios auto-seleccionados para gustar y no gustar a las personas, aunque aumenta la validez ecológica de los hallazgos, también puede limitar la generalización de los resultados a otros contextos o poblaciones. La investigación futura podría explorar estas dinámicas más a fondo, potencialmente incorporando inducciones de grupo más controladas y examinando los efectos de fuentes de información neutrales versus polarizadoras.

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