La ansiedad puede empezar en el corazón
La ansiedad puede empezar en el corazón
Redacción
La revista ‘Nature’ ha publicado el resultado de una investigación de la Universidad Stanford que está probando que la ansiedad, como efecto, puede ser originada al estresar al propio organismo. La principal conclusión es que sugiere que la ansiedad puede ser creada por el cuerpo aumentando artificialmente la frecuencia cardíaca. Lo han logrado estresando el corazón de un ratón llevando a que éste desarrollase un comportamiento ansioso.
Si la ansiedad se vincula de forma ya habitual a la consecuencia de emociones como el miedo, las preocupaciones, el estrés emocional... y, con la continuidad a lo largo del tiempo, se puede ver comprometida la salud con efectos en la salud cardiovascular como aumentar la frecuencia del latido cardiaco, el incremento de la presión sanguínea, aumento de la concentración de azúcar en sangre o alterar el tránsito intestinal. Ahora, el estudio en ratones de Stanford ha descubierto que lo contrario también es cierto: acelerar artificialmente la frecuencia cardíaca puede subir los niveles de ansiedad.
La base de la investigación partió de una propuesta realizada en la década de 1880 por el psicólogo William James y para realizar el estudio se recurrió a la optogenética, un método que implica el uso de luz para controlar la actividad celular. Se realizó bioingeniería de ratones para que las células musculares de sus corazones fueran sensibles a la luz. Además, se diseñaron pequeños chalecos que emitían luz roja que podía atravesar el cuerpo de los roedores hasta llegar al corazón. Cuando el chaleco de un ratón emitía un pulso de luz, los músculos del corazón diseñados por el animal se activaban, haciendo que el corazón latiera.
El equipo entrenó a los animales para que esperaran una descarga si presionaban una palanca para obtener una recompensa de agua. Usando el sistema optogenético, el equipo elevó la frecuencia cardíaca de los animales de sus 660 latidos por minuto normales a 900. Cuando sus corazones comenzaron a acelerarse, los ratones se volvieron menos dispuestos a presionar la palanca o explorar áreas abiertas. Lo que destacan los investigadores es que esto ocurría porque los roedores estaban más ansiosos. En cambio no cambió el ritmo cardiaco en animales en otros contextos lo que sugiere que el cerebro y el corazón trabajaron juntos para producir ansiedad.
En la medición de actividad cerebral de los animales se encontró que una región asociada tanto con la emoción como con el procesamiento de señales corporales -la ínsula- se volvía más activa cuando la frecuencia cardíaca aumentaba si el animal actuaba con ansiedad. Los investigadores opinan que la ínsula está a cargo de integrar las señales del corazón con las amenazas del medio ambiente antes de pasar la información a las áreas involucradas en la cognición superior.
Los especialistas e investigadores en psiquiatría valoran ahora que el circuito corazón-cerebro haya evolucionado para ayudar a procesar las señales de peligro más rápidamente de modo que al incrementar la frecuencia cardíaca aumenta se envía un mensaje al cerebro de que debería estar preocupado.
Esta línea de estudio podría tener implicaciones para el tratamiento de las condiciones de ansiedad crónica, por ejemplo, con estrategias que lleven a reducir la velocidad de la respiración a propósito con el objetivo reducir la ansiedad.