La segregación laboral, ese escollo que sigue frenando la conquista de la igualdad

La segregación laboral, ese escollo que sigue frenando la conquista de la igualdad

Islandia en primer lugar, seguido de Noruega, Finlandia y Suecia, son los países más cercanos a cerrar su brecha de género y a los que miramos como ejemplo.
16 agost 2020

Pero, lograda ya una igualdad muy cercana a los parámetros deseables, hay un factor que continúa frenando la conquista total: son los patrones culturales tradicionales, que provocan la segregación del mercado laboral. Las mujeres siguen ocupando empleos en sectores sociales, peor remunerados. Nos ilustra en el tema Elisa Stinus Bru de Sala, directora de Momentum Lab y doctora en políticas públicas y transformación social.

En los países nórdicos, donde mayor igualdad real existe, se está produciendo un efecto contrario al esperado, la segregación laboral...

Hace décadas que estos países son pioneros en avanzar hacia la igualdad de género y tienen claramente mayores niveles de paridad que aquí. Sin embargo, la segregación de género del mercado laboral sigue presente, aunque se está reduciendo, ya que cuesta romper con los patrones culturales tradicionales. La segregación se produce tanto a nivel vertical (los hombres ocupan más posiciones de poder) como horizontal (las mujeres están ocupadas en determinados sectores, como el social, que están peor remunerados).

¿Cuáles son las aspiraciones de las mujeres que viven en ellos?

Las mismas que las nuestras: poder desarrollar su faceta laboral, familiar, social y personal de forma equilibrada y corresponsable con sus parejas sin tener que renunciar a ninguna de ellas.

Si se toman estos países como ejemplo, ¿podría decirse entonces que no hay esperanza de igualdad en todos los niveles?

Continúan siendo modelos, la igualdad real no se conquista de forma rápida ya que cuesta romper con la herencia cultural que establece el rol tanto de hombres como de mujeres, y la legislación ayuda a avanzar, pero no siempre es suficiente.

¿Es la mujer la que elige un tipo de vida que poco tiene que ver con la conquista de grandes cotas de poder?

El problema principal es que el ámbito de los cuidados no está suficientemente valorado ni ocupa el lugar que debería tener en nuestra sociedad. Mientras no haya una red universal, asequible y de calidad de servicios públicos de cuidado, las mujeres continuarán siendo las que renuncian a un empleo o a una posición de poder para hacerse cargo de la infancia o de las personas mayores y dependientes.

¿Se puede hablar de un nuevo techo de cristal autoimpuesto por las mujeres?

Tanto mujeres como hombres nos encontramos con barreras culturales. Los hombres jóvenes también desean equilibrar su faceta profesional y personal, pero si no se establecen leyes como los permisos de paternidad iguales e intransferibles se van a encontrar con la dificultad de expresar este deseo en su lugar de trabajo (no es lo que se espera de ellos).

¿Puede resolverse este problema con legislación?

La legislación es fundamental, así como la expansión de los servicios de cuidado. Las leyes van modelando la cultura establecida. En los países nórdicos las guarderías y residencias universales han facilitado la incorporación de la mujer al mercado laboral. Así como los permisos de paternidad intransferibles han hecho que los hombres se involucren en el ámbito del cuidado y cambien sus patrones profesionales a lo largo de la vida.

¿Están haciendo algo estos países para solucionarlo?

Se están focalizando en las políticas dirigidas a los hombres, ya que no basta con facilitar el acceso de las mujeres al mercado laboral. Es necesario incidir en los hombres, y si ellos también hacen una revolución no será necesario que las mujeres sean las únicas que se acojan a excedencias y reducciones de jornada.

¿Para qué habría servido la lucha feminista de muchas generaciones?

Esta lucha es de largo recorrido y es importante poner en valor los avances que han tenido lugar. Nuestra vida no tiene nada que ver con la de nuestras abuelas. Pero es una lucha en la que tanto mujeres como hombres tenemos que ver los beneficios para la igualdad de género, para la infancia e incluso para la economía. Las empresas que facilitan la paridad y medidas de conciliación corresponsable son más rentables y productivas.

¿Hay otros modelos que seguir?

Los países nórdicos son una clara inspiración, pero a veces la innovación está en todas partes, como los grupos de familias que se organizan para darse soporte en el ámbito de los cuidados. Lo que está empezando a pasar en la comunidad y en los entornos de proximidad es muy relevante. Hay que construir barrios más humanos, con espacios para socializar los cuidados. Los abuelos no tendrían que ser una de las principales estrategias de conciliación.

¿Cuáles serían las próximas metas?

Nos queda mucho para alcanzar a los países nórdicos. Nos faltan servicios de cuidado universales como las guarderías o las residencias, bajas de maternidad y paternidad iguales e intransferibles (por suerte ya estamos avanzando en esto), poner en valor (también a nivel económico) sectores profesionales relacionados con lo social y el cuidado, horarios laborales racionales, flexibles y saludables, y quizás avanzar hacia la semana laboral de 30 horas, en la que tanto hombres como mujeres puedan dar lugar a su faceta personal, familiar, social y laboral.

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