Reconocer los errores aumenta la credibilidad, también en el trabajo

Reconocer los errores aumenta la credibilidad, también en el trabajo

Ya sea por vergüenza o miedo a las consecuencias, nos cuesta admitir nuestros fallos. Pero la ciencia demuestra que, como se suele decir, rectificar es de sabios
24 maig 2019

Admitir que uno está equivocado no es sencillo. El monstruo de la inseguridad y de la cara colorada acecha cuando hay que entonar el mea culpa. Sobre todo, si sucede en el trabajo y, más aún, si quien pide explicaciones es tu jefe. Pero, en contra de lo que rumorea la cultura popular, reconocer un error refuerza la credibilidad y es señal de una mente práctica y realista. Según explican varios expertos, también contribuye a aumentar la productividad de la empresa: para empezar a solucionar los problemas que han nacido de un error, lo primero que hay que hacer es admitir que están ahí.

La ciencia es un lugar perfecto para encontrar ejemplos sobre la importancia de decir en voz alta: “Me equivoqué”. Los científicos cuentan con tener que rectificar todo el rato. De hecho, el propio método científico se basa en eso: hipótesis que serán aceptadas o rechazadas a lo largo de la investigación, teorías válidas hasta que se demuestre lo contrario... y requiere que los científicos reconozcan cuándo se equivocan. El aumento de los datos y la mejora de la metodología pueden tirar por tierra un experimento cuyas conclusiones, ahora erróneas, han sido aceptadas por la comunidad científica durante mucho tiempo. Y no pasa nada.

En 2017, por ejemplo, hubo matemáticos que tiraron abajo sus propias investigaciones cuando vieron que los datos no cuadraban y economistas que se retractaron de su trabajo al darse cuenta de que habían clasificado sus datos de forma errónea. Lejos de generar desconfianza, esto refuerza su credibilidad. Como humanos imperfectos, ver a alguien rectificar conecta con nuestras propias inseguridades: me lo creo porque a mí también me ha pasado.

Esto se traslada también a la forma de funcionar de las compañías que, con el avance de la tecnología, cada vez tienen que correr más riesgos al innovar y transformar su actividad. Y correr riesgos implica, con toda probabilidad, equivocarse. Aceptar esto es un tema pendiente para muchas compañías que aún asocian error con fracaso. Ante este escenario, los expertos de la consultora Hays señalan que fomentar una cultura de la equivocación desde un punto de vista positivo es clave para fortalecer a sus equipos y atraer el mejor talento. “Las empresas que sepan fomentar esta aceptación de los errores se posicionarán como las más prestigiosas”, aseguran en Hays.

La cultura empresarial también tiene que entender el individualismo de los trabajadores y su capacidad de tener pensamiento crítico y propio. Esto implica dejarles tomar decisiones y, una vez más, asumir la probabilidad de que se equivoquen. El empleado gana en salud mental y emocional, al sentirse reforzado y más seguro; y la empresa gana en productividad, porque dar soporte a sus empleados cuando se equivocan hace más fácil que estos reconozcan sus errores de forma habitual. La autocrítica es una tarea que contribuye a mejorar el desempeño laboral. Contar un error en voz alta es el primer paso para empezar a solucionarlo y evitar que se cronifique.

Hay que hacerlo más

Si ser capaz de reconocer los errores refuerza la credibilidad y contribuye a aumentar la productividad, ¿por qué cuesta tanto hacerlo? Una de las explicaciones es el temor a la humillación y a que las capacidades de la persona equivocada se vean cuestionadas. En esta situación, entra en juego la disonancia cognitiva, es decir, el mecanismo mental que utilizamos para protegernos cuando lo que pensamos y lo que hacemos es contradictorio. Nos creemos personas racionales e inteligentes, y cuando encontramos una información que contradice esta idea la rechazamos. Admitir que estamos equivocados es doloroso para la percepción que tenemos de nosotros mismos. Cuando nos disculpamos por haber cometido un error, tenemos que aceptar esa disonancia, aunque no sea placentero.

También hay otro mecanismo mental que contribuye a que alguien se mantengan en sus trece: el sesgo de confirmación. Se trata del razonamiento que hacemos cuando estamos defendiendo una postura (la nuestra, la acertada). Es uno de los más conocidos y estudiados por la psicología. Podría resumirse en que solo escuchamos lo que respalda nuestra opinión. Oficialmente, consiste en que aceptamos sin más las pruebas que apoyan nuestras ideas mientras que nos mostramos escépticos con las que son contrarias, considerándolas parciales o interesadas. Como explica Michael Shermer en The believing brain, reaccionamos de forma emocional a datos conflictivos y después racionalizamos por qué nos gustan o no.

¿Cómo solucionarlo?

Tener modelos de referencia que admiten estar equivocados ayuda a combatir el temor a las consecuencias. También es importante aprender a identificar las justificaciones habituales. “Si es evidente para todos que has cometido un error, ser obstinado le muestra a la gente una debilidad de carácter, en vez de una fortaleza”, explica Tyler Okimoto, profesor asociado de psicología de la Universidad de Nueva York. “En cierta forma, las disculpas les dan una sensación de poder a quienes las reciben”.

Con esta afirmación viene un giro inesperado de los acontecimientos: negarse a pedir disculpas tras cometer un error puede tener algunos beneficios psicológicos, según confirma la investigación llevada a cabo por el profesor Okimoto y publicada en la revista European Journal of Social Psychology. Los resultados de este estudio demuestran que no reconocer los errores aumenta la sensación de poder del sujeto y esto puede contribuir a mejorar también su autoestima. Pero claro, el límite entre esta postura y un comportamiento narcisista es bastante difuso.

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