¿Qué hacer cuando crees que eres mucho mejor que tu jefe?

¿Qué hacer cuando crees que eres mucho mejor que tu jefe?

Puede que quien te manda sea realmente un inepto que te hace la vida imposible, pero es posible que tu superior no sea tan malo como piensas
20 maig 2016

Incluso si resulta evidente que tu jefe, además de tóxico, es un incompetente, podrías encontrar algo positivo en esa realidad diaria de un superior que te amarga la vida. Puede que sea un pobre consuelo profesional si estás realmente convencido de que tú eres mejor que tu jefe. Lo cierto es que existe el consuelo, y las estrategias, para afrontarlo.

Más allá de la crítica o de pasarte horas murmurando en la máquina del café o durante las comidas, lo primero que debes tener en cuenta -si sigues empeñado en que quien te manda es claramente peor que tú- es que el jefe que nunca teme rodearse de gente que le supere, que sepa más que él, tal vez no sea tan malo.

Los número uno se rodean de números uno, y los número dos, de números tres y cuatro, generando bolsas de incompetencia en la compañía que multiplican la ineptitud del superior.

Aunque efectivamente seas mejor que tu jefe, quizá nunca puedas ser un buen mando.

¿Crees que eres mejor que tu jefe? Puede que sea el adecuado para que la suma de los esfuerzos del equipo triunfe. No es el que más sabe, ni el que realiza el trabajo al que debería dedicarse toda su gente, porque lo único que conseguirá si lo hace es desempeñarlo peor, estorbar, y hacer el ridículo.

Cuidado con la arrogancia a la hora de juzgar a tu superior, porque ésta puede alejarte de la realidad y hace que te construyas una especie de realidad paralela en la que el resto (jefe incluido) está por debajo.

Cuando pensamos que somos mejores, lo hacemos desde la perspectiva de nuestro propio modelo. Es una comparación que está desequilibrada desde el inicio, y desde ella evaluamos a quien nos manda. Así, la posibilidad de que sea peor siempre va a ser muy alta. Puedes criticar a tu superior desde dos situaciones diferentes: quizá tú como subordinado también tengas tu equipo y, desde una perspectiva que puede estar distorsionada crees que eres mejor que tu jefe; o puede que no mandes a nadie, y hablas desde la realidad de un jefe que te dirige, pero también desde la ignorancia que implica no dirigir a personas.

Lo primero que deberías hacer cuando piensas que eres mejor que quien te manda es revisar esa opinión y ver si está fundamentada en criterios y elementos de medida adecuados: "Si tienes equipo, compara lo que piensa el resto de tus compañeros respecto del jefe y compara tus habilidades con las suyas. Si realmente tienes esa percepción de ser mejor, busca los elementos positivos que tiene quien te manda y analiza si en ellos estás a su altura. Puede que tu jefe sea malo en los malos, pero mejor que tú en los positivos".

Plantea en positivo la cuestión a quien te manda: "Dile que quieres desarrollar nuevos proyectos, y pon en valor tus ideas, y que te apoye. Si no lo hace, la situación es comprometida. Tienes la opción de acudir a recursos humanos o al superior de tu jefe. Pero este es un plan C por el riesgo que supone. También puedes esperar durante un tiempo prudente. Si eres bueno, alguien se dará cuenta, aunque todo tiene un límite. Si sigue así y es un inepto que no te deja hacer, la opción es irte".

El conflicto que se produce al pensar que uno es mejor que su jefe suele darse en un caso concreto: cuando el que manda es más joven. A quien le moleste que su superior sea más joven e inexperto habría que aconsejarle que lo acepte de buen grado, porque esta situación resulta cada vez más frecuente en las organizaciones y debería verse como algo natural, aunque nos haga pensar y tener dudas acerca de nuestra progresión de carrera y sobre nuestro momento profesional. Básicamente, la edad deja de ser un elemento que defina la jerarquía organizativa, y la experiencia medida en años ya no es el único criterio. Hay otros requisitos que tienen que ver más con las capacidades. Una clave puede estar en implicar al empleado con experiencia, pidiéndole opinión sin que parezca que el joven es un inepto o no sabe. Se trata de que el joven que manda sea capaz de involucrar a cada miembro de su equipo, que aproveche la experiencia de quienes llevan más tiempo, su conocimiento del mercado, su energía y su creatividad. También resulta importante valorar la contribución real del jefe, independientemente de los años tenga. Se ha de percibir que el superior aporta valores diferenciales, más allá de su propia juventud. En todo caso, el empleado mayor y el jefe joven son responsables a partes iguales de que funcione la relación. En el caso del superior de menos edad, este no puede tirar sólo de autoridad, y la experiencia de sus empleados mayores no debe ser una amenaza.

Puede que creas que eres mejor que tu jefe, pero que en realidad no lo seas. Estos son algunos de los riesgos que puedes correr:

  • Ten en cuenta que es imposible que lo sepas todo. Puede que tu superior sea bueno en cosas que desconoces e incluso mejor en otras.
  • La antigüedad ya no es siempre un grado. Sólo porque tengas más edad (y por tanto te supongas más experto que tu jefe) no significa que sepas más. Tampoco la experiencia es siempre positiva. En ocasiones cuanto menos se sabe, más se sabe (otra paradoja).
  • Aunque efectivamente seas mejor que tu jefe, tal vez tú no puedas ser un buen mando. El trabajo de líder implica unas cualidades diferentes al conocimiento necesario de la materia en cuestión.
  • Si de verdad piensas que eres mejor que tu jefe, cultiva tus diferencias y esfuérzate por ser mejor:
  • Sigue trabajando lo mejor que puedas.
  • Colabora con tu jefe, trabaja en equipo y no intentes quitarle el puesto.
  • Esfuérzate en verlo mejor de tu jefe, y respétale por ello.
  • Busca otros mentores complementarios que te ayuden a crecer, mejorando tus áreas de mejora
  • No vayas diciéndolo por ahí. Puedes ser etiquetado de arrogante. No pierdas de vista tus opciones dentro o fuera de tu compañía.
  • Decide cuándo es el tiempo de marcharte, antes de volverte 'tóxico' por estar frustrado y dejar tu talento marchitarse.

Fuente: Expansión

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