Una cuestión de buena suerte

Una cuestión de buena suerte

¿Por qué las madres que padecen sida no lo transmiten al amamantar a sus hijos?
11 novembre 2013

A pesar de la gravedad de la epidemia de sida, las cosas hubieran sido mucho peores si no hubiera sido por un extraño y hasta hace bien poco, inexplicado fenómeno. Puesto que en la leche de las madres lactantes se encuentra el virus del sida, era de esperar que este se transmitiera a los hijos al amamantarlos, especialmente habida cuenta de que en muchos países africanos (donde más virulenta ha sido la epidemia), las madres amamantan a sus hijos hasta los dos años, un período más que suficiente para que los hijos se infecten. Y ello realmente ocurre, pero menos del 10% de los hijos de madres infectadas que no reciben tratamiento contraen la enfermedad.

Las razones por las que ello ocurre han sido un misterio, pero Genevieve Fouda, de la Duke University, en Carolina del Norte, y sus colegas creen tener la respuesta.

Desde hacía tiempo se conocía que algunas proteínas de la leche materna tenían una capacidad limitada para inactivar el virus del sida, pero en ningún caso lograban una inactivación total, por lo que la búsqueda se orientó hacia "alguna" proteína de la leche materna, algo parecido a buscar una aguja en un pajar.

Para ello sometieron la lecha materna a un proceso de "fraccionamiento" e investigaron el comportamiento frente al virus de cada una de las fracciones. Ello les llevó a descubrir que la responsable del fenómeno era una proteína llamada tenascina-C. Experimentos subsiguientes revelaron que su capacidad de inactivar el virus del sida se debía a que se comportaba respecto a él como un anticuerpo, adhiriéndose a su membrana.

Lo sorprendente del caso es que la tenascina-C no es un anticuerpo ni se sospechaba de ella que tuviera ninguna acción antiviral. Sus funciones conocidas eran colaborar al desarrollo del cerebro del feto y asistir en la curación de heridas. Su acción antiviral parece ser más bien debida a la afortunada casualidad de que se adhiere al virus porque tiene la forma adecuada.

Fuente: The Economist

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