El Mantenimiento y la Protección contra Incendios
El Mantenimiento y la Protección contra Incendios
Si bien el mantenimiento –y en particular, el preventivo- ha estado relegado con respecto al resto de las actividades de la empresa y de los edificios en general; haciendo una lectura optimista de los avances producidos en los últimos años, vemos que “algo se está empezando a mover” en su entorno, produciendo un cambio de mentalidad capaz de asimilar la idea de que las inversiones hechas en este ámbito, tienen periodos de retorno más cortos de los que se pueden apreciar a simple vista.
Frente al resto de las instalaciones generales de un edificio, a las de protección contra incendios (IPCI) se les agrega una problemática: si instalación se hace con la expectativa de que no han de ser necesariamente utilizadas. Este hecho produce la subestimación de su mantenimiento por parte del personal no especializado –ni concientizado- de que se trata de instalaciones que deben estar en las mismas condiciones de dar respuesta que lo está en un interruptor eléctrico, el cual es inadmisible que al accionarlo no active una bombilla, un tubo fluorescente,o cualquier otro elemento para el cual esté diseñado.
En la etapa de proyecto, las IPCI suelen ser de gran tentación en cuanto a su reducción o incluso eliminación, cuando los costes exceden las previsiones iniciales. Posteriormente –y en caso de haber superado la dureza de esa primera prueba presupuestaria-, se las suele relegar en las tareas rutinarias de mantenimiento, por no llamar la atención de las tareas de producción o del funcionamiento –aparentemente- normal de los edificios.
Ante el ejemplo que he citado del interruptor eléctrico, las IPCI tienen una diferencia substancial: dan una sola oportunidad. Si en el momento de necesitar los servicios de una instalación eléctrica, de aire acondicionado, gas, etc., ésta no funciona, se procede a efectuar un check-list de la misma, a partir del cual se detecta la deficiencia y se procede a su reparación. Por el contrario, cuando requerimos la acción de una IPCI, estamos ante una emergencia que, de acuerdo a los sistemas con que cuente el edificio, puede estar en una fase embrionaria o de diferentes grados de desarrollo. El fallo de la instalación deriva en un incendio, y a partir del mismo, cualquier tipo de previsión sobre su alcance es incierta.
Las condiciones de inicio y desarrollo de un incendio, tanto desde el punto de vista físico como químico, presentan una serie de variables que resultan –hasta el presente- imposibles de abarcar en su totalidad por lo complejo del fenómeno. Este hecho imposibilita el desarrollo de un modelo teórico que sea transferible a los diferentes casos a efectos de actuar por analogía entre la teoría y la práctica, a pesar de los últimos avances en este tipo de modelización.
Uno de los problemas más acuciantes de la siniestralidad por falta de mantenimiento en las IPCI, surge de la falta de personal competente en el desarrollo de estos trabajos. La carencia de cursos sistematizados y especializados, enfocados específicamente a la PCI, ha generado un grado de intrusismo avanzado el cual ha comenzado a corregirse –en parte- a partir del Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (Real Decreto 1942/1993 del 5 de Noviembre)
El RIPCI nació –como todo primer documento normativo- con una serie de vacíos e incoherencias, por parte de las cuales fueron solventados con la Orden de 16 de Abril de 1998 (BOE 101), como es el caso de la doble exigencia reglamentaria a que están sometidos los extintores portátiles de incendios como medios de extinción y como aparatos a presión; y las operaciones de mantenimiento correspondientes a las redes de abastecimiento de agua contra incendios (ABAs) las cuales no constaban en las tablas I y II del RIPCI original, y que estamos proponiendo.