Humor y seguridad del trabajo

Humor y seguridad del trabajo

divendres, 25 gener 2008

Las acciones o programas de prevención dirigidos al cambio de la conducta insegura, pueden clasificarse en dos grandes categorías: a) programas de breve duración, que procuran resultados a corto plazo y b) programas de media duración, que buscan el cambio permanente de la conducta en seguridad. Los primeros suelen ser atractivos para los especialistas en prevención porque permiten apreciar, con cierta rapidez, la disminución de lesiones o accidentes. Su principal desventaja es que requieren continuos cambios para mantener los niveles seguros alcanzados, porque de lo contrario, estos niveles presentan nuevamente cierto retroceso. Las razones de estas oscilaciones o ciclos de conducta en el trabajo las hemos explicado con largueza en otros trabajos y exceden los límites de estas líneas, por lo que aquí nos limitamos solo a consignarlo.

Por otra parte, los programas dirigidos al cambio de la conducta insegura, de media duración (un año o más) que hemos aplicado teniendo como objetivo el cambio permanente de la conducta hacia la seguridad, alcanzan siempre un éxito notable aún en zonas geográficas distintas y culturas disimiles. Estos programas tienen, entre otras menores, dos importantes desventajas, requieren tiempo, continuidad, perseverancia y también, una estructura que les haga fácilmente evaluables. Además su difusión en castellano es todavía muy escasa. Es decir, para alcanzar sus objetivos y convertirse de manera natural, en una forma habitual de dirigir personas necesitan recursos y paciencia profesional lo que, en ocasiones, suele estar en contradicción con los tiempos industriales.

Dado el predominio de los programas breves (cursos de formación, campañas, intervenciones cortas) resulta conveniente desde la perspectiva conductual, seguir ciertos criterios para que estos programas alcancen su objetivo y éstos se mantengan eficaces el mayor tiempo posible. Para el psicólogo de la conducta estos criterios podrían ser los siguientes: a) vincular el programa a la actividad cotidiana de los trabajadores; b) involucrar activamente a los trabajadores convirtiéndoles en protagonistas activos; c) apuntar siempre al incremento de la conducta segura antes que a corregir la conducta insegura; d) procurar retroalimentación constante sobre los cambios observados a medida que el programa evoluciona; e) si el programa considera algún tipo de reconocimiento, éste debería ser preferentemente simbólico y disponible para todos los que participan y alcanzan la meta establecida; f) considerar siempre una forma de evaluación de los resultados.

Los programas breves y los programas de medio plazo pueden y deben coexistir en las organizaciones. En ocasiones, parte de los programas más extensos pueden convertirse en acciones puntuales de intervención rápida. En su estrategia preventiva el especialista puede estimar necesario seleccionar ciertas herramientas de algunos de estos programas con las variantes que las circunstancias les aconsejen.

El humor se ha estudiado desde diversas perspectivas en psicología y se le ha vinculado, entre otros, al optimismo, al pensamiento positivo e incluso como una importante ayuda terapéutica en enfermedades gravísimas. Sus propiedades para la salud psicológica son muy útiles, pero cuando se aplica a la seguridad del trabajo, debe emplearse con precaución para evitar simplificaciones o reduccionismos que resulten contradictorios con la seriedad que el riesgo de accidentes implica. Cumplidas estas observaciones el humor puede ser un aliado interesante y original para la prevención de riesgos en un programa breve.

En los primeros meses de 2008, se desarrolló en Chile en la actividad de la construcción, un concurso de seguridad del trabajo, denominado El Señor de los Piropos. Resulta de interés comprobar cómo se pueden cumplir en un programa de intervención breve esto es, dentro de un periodo previamente establecido, los criterios antes señalados. Quizás la lectura de estas líneas aliente a otros especialistas a emplear, de manera similar, estos principios de conducta.

Es de interés señalar que “piropo” constituye una expresión de galantería o requiebro que los trabajadores varones de la construcción (y también las mujeres) lanzan al paso de transeúntes de sexo opuesto cuando se encuentran trabajando en la construcción de edificios. En el país esta práctica es una característica fuertemente distintiva de este gremio. Es decir, constituye una conducta habitual que es socialmente reconocida y que apoya el ingenio y la creatividad. En cambio, el gremio sanciona el piropo burdo o grosero. Solo se celebran los piropos ingeniosos.

Sobre la base de esta conducta habitual de estos trabajadores, y considerando la elevada accidentalidad del rubro construcción, una serie de instituciones prepararon un programa breve de intervención en seguridad del trabajo con el nombre ya señalado. Los trabajadores podían participar escribiendo las frases galantes, pero con un interesante componente: los piropos debían incluir la seguridad del trabajo.

De esta forma, los protagonistas son los propios trabajadores. Ellos son alentados a escribir los piropos y depositarlos en urnas dispuestos en las diferentes obras de Santiago. El reconocimiento para el ganador es sencillo: un fin de semana con la familia en la playa, aunque sería esperable que exista reconocimiento simbólico para todos los participantes.

Los primeros resultados son interesantes y destacables. Por ejemplo, un trabajador escribe: “para proteger mis manos aprendí a querer los guantes, pero a ti mi amor te quiero desde antes…” De esta forma se inserta, mediante un programa dirigido a ese objetivo, el mensaje de seguridad dentro de una práctica habitual que los trabajadores realizan con picardía y valoran con simpatía. También la expresión de otro concursante: “He visto caídas de andamio y da mucha pena, pero usted mi linda cayó del cielo y está re-buena…” muestra las tres características habituales de un mensaje eficiente: emoción, acción y conocimiento. En esta misma línea se encuentra la simpática expresión: “doy las gracias a las antiparras, por cuidar mis ojos de la basura, si estuvieran empañadas no podría ver su hermosura…”

Probablemente a la mayoría de las mujeres (y no solo a ellas) les agrada recibir elogios ingeniosos y a los trabajadores crearlos en base a su capacidad de aprendizaje observacional, dentro de un ambiente laboral en que esta actividad no signifique una distracción peligrosa, ( “quien fuera extintor para apagar esa llamita…”) y además, sea reconocida más allá de su propio grupo de trabajo.

Como se puede apreciar este programa de intervención breve, cumple con los requisitos conductuales señalados más arriba. Es decir, se encuentra vinculado de forma natural a la conducta, no es una imposición artificial, tiene como protagonistas a los propios trabajadores, éstos reciben retroalimentación inmediata de sus pares y en su momento recibirán reconocimiento como “Señor de los Piropos”. Probablemente un aporte adicional interesante de este programa, se encuentra en la participación de los factores cognitivos. Ciertamente aquí se anima el empleo de ciertos procesos de pensamiento aplicándolos a la seguridad del trabajo. Los procesos creativos involucran, entre otras, actividades intelectuales tales como la reflexión, la síntesis y el perfeccionamiento de lo creado. Esta vez, estos procesos intelectuales se ponen al servicio de la seguridad por quienes deben ser sus propios protagonistas.

Los programas breves tienen rápido éxito en la mejora de la seguridad del trabajo pero pueden presentar ciclos. Deberían coexistir con programas o métodos de intervención de medio plazo para potenciarse mutuamente. Esta acción requiere de parte del especialista en prevención, agudizar su capacidad de observación sobre las formas naturales de insertar la seguridad del trabajo como en este programa. Una contribución final de estos creativos trabajadores dirigida a una atractiva transeúnte: “si no fuera por el arnés, caería a sus pies…”.

¿Qué opinas de este artículo?