Efectos no deseados de la innovación sobre la seguridad y salud en la actividad constructora

Efectos no deseados de la innovación sobre la seguridad y salud en la actividad constructora

divendres, 10 setembre 2004

Primero de todo habría que decir que la acepción más habitual del fenómeno de la Innovación es la que identifica innovación con la de sustitución de fuerza de trabajo por capital. Así que Innovación vendría a suponer una mera reposición de trabajo humano por la aplicación de maquinaria y equipos con capacidad suficiente para incrementar la productividad por encima de la rentabilidad de la inversión realizada, restado el coste de la retribución excedente en forma de salarios. Un galimatías económico que identifica Innovación con aumento de la rentabilidad por incrementos sucesivos de la inversión en bienes y equipos.   

En mi opinión esto es un error de percepción que lleva a generar efectos no deseados por la aplicación de un proceso -la innovación- que nada tiene de deleznable y mucho de provechoso, pues de lo que se trata a través de la innovación es de sustituir trabajo-esfuerzo (hombre/habilidades) por trabajo-conocimiento (hombre/máquina) con aumentos de los beneficios sociales y económicos por ello obtenidos. Desde luego que en todo proceso de innovación la inversión de capital en equipos, máquinas (y recientemente en forma de sistema lógicos) está presente; es, si quiere, el fenómeno más evidente y el que quita el sueño a tantos gestores, constructores, promotores y usuarios de productos de la Construcción. Pero esta evidencia no debería impedirnos reflexionar un punto más sobre el sentido último de la innovación, sobre su trayectoria y sus efectos directos o indirectos, deseados e inferidos. Si aceptamos como tesis única del proceso innovador el de la mera sustitución de trabajo por capital, entonces nos hallamos lejos de poder trasformar la percepción del sentido de la innovación, y por tanto perdemos la posibilidad de gobernar un proceso que, rico en esencia, puede producir efectos catastróficos en distintos planos, y uno de ellos es el de la salud y la seguridad de las personas y de las propiedades reunidas en un centro de trabajo. 

La experiencia en la Construcción nos desvela los errores que una interpretación excesivamente convencional del proceso innovador tiene sobre la actividad general. En la Construcción el proceso innovador se sostiene sobre la base de una revolución organizativa, en la que la aportación de capital juega un papel secundario, de apoyo al proceso principal. La revolución a la que hacemos referencia es la de sustituir como documento organizador de la obra el Plano por uno más complejo: El Plan

Sustituir planos por planes es el momento decisivo en la innovación o modernización de la actividad constructora. Y hemos de decir que ésta es una cuestión aún muy incomprendida por profesionales, analistas y usuarios de productos de la Construcción. El objetivo último de este proceso de innovación es el de intensificar el ritmo de ejecución de la obra. De lo que se trata es de acortar el plazo de tiempo requerido para la terminación de la obra. Y el plan es el documento de trabajo por excelencia. Reducir los tiempos de ejecución en la obra moderna requiere desarrollar estrategias de producción que faciliten este logro. Si la industria del siglo XX utilizó la producción en cadena o la robótica como respuesta innovadora para fines similares, la Construcción ha puesto sobre la mesa una estrategia doble: La Subcontratación de partes sucesivas de la obra por un lado, y el desarrollo de Métodos de Trabajo de tipo Industrial para la ejecución de tareas constructivas por otro. 

El primero, la subcontratación de fases completas o parciales, es más conocido y analizados sus efectos sobre la actividad general, incluida la salud y la seguridad. El segundo fenómeno, la introducción métodos industriales en construcción lo es mucho menos; y desde luego resultan muy desconocidos los efectos que la combinación de ambos produce sobre la actividad general en construcción, desde los fundamentos de la cualificación profesional en el sector hasta los requerimientos para una práctica salubre y de riesgo controlado. Los fenómenos referidos se encuentran entrelazados y, efectivamente, la inversión de capital juega un papel de articulación o de conjugación, pero de nivel secundario como decíamos con anterioridad. Y aunque muy interesante, no vamos a entrar en esta cuestión pues nos sacaría del tema de este editorial. 

Lo que resulta como hecho palmario es que la aplicación de planes en sustitución de planos como elemento rector de la ejecución de la obra, está consiguiendo una aceleración de los ritmos que va muy por delante de las previsiones de todo tipo (de producción, de gestión y como no de seguridad) realizadas todavía hoy según criterios nacidos de la lógica que desprende el plano. Entiéndase, no se construye sin planos y no se pasa de una lógica a la otra de jueves a viernes, lo que quiero apuntar es que la superación de una lógica por la otra, como ocurre de facto, está llevándose a cabo de manera paulatina e inexorable, y desafortunadamente sin las reservas que a mi entender deberían haberse tenido. 

Y la principal de las reservas es que la innovación como proceso no puede seguir entendiéndose como un fenómeno filofinanciero, destinado exclusivamente a maximizar el beneficio dinerario sin atender a ninguna otra consideración. En el escenario de trabajo actual, en la obra “innovada”, en los espacios en los que se desarrolla la actividad profesional modernizada, el ritmo de ejecución es tan fuerte que los cambios transforman radicalmente y de manera continuada la “topografia” del puesto de trabajo.  

En esta situación de cambio y alteración continuo de las condiciones espaciales en las que se desarrolla la actividad profesional de la construcción, se resiente todo tipo de medidas aplicadas para la disminución del riesgo, tanto las objetivas (elementos de protección) como las administrativas (aplicación de criterios de prevención) y por supuesto las subjetivas (anulación del instinto de autoprotección). Y ello se debe, según mi entender, a que en el paradigma de la Innovación en la Construcción, la Salud y la Seguridad no ocupan un papel central. Y ello es a la vez que insostenible, absurdo, inmoral, ilegítimo y además deseconómico. 

Quien crea que la innovación es un proceso aislado e irresponsable de los efectos que produzca fuera del ámbito meramente productivo, es un ingenuo. Quien se empeña en mantener la orientación del proceso de innovación a pesar de los efectos indeseados que pueda producir, es un ... canalla. Quien se oponga al proceso innovador sólo por los efectos indeseados que pueda llegar a producir, es un desorientado. 

Creo firmemente que la solución pasa por redefinir qué entendemos por Innovación. Y desde aquí me animo a proponer una definición que pueda ser base de un debate provechoso para todos los actores de la Construcción. En mi opinión Innovar es aplicar  todos los recursos disponibles alineados con una estrategia que se considera la más oportuna en cada momento.   

La Salud y la Seguridad así como la Prevención de su deterioro debería en todo momento formar parte nuclear de esa estrategia que se considera la más oportuna en cada momento. De ese modo creo sinceramente que el proceso de innovación no produciría efectos indeseados sobre cuestiones tan esenciales.    

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