Banqueros, canteros, y saltimbanquis
Banqueros, canteros, y saltimbanquis
Estaba demacrado, con las mejillas hundidas, prematuramente envejecido y jadeando sin aliento. Su tez pálida se confundía con las sábanas de la cama. Sus ojos me decían que sabía que se iba a morir pronto. Al auscultarle, todavía su musculatura revelaba que había tenido una vida con una importante actividad física. La radiografía de tórax mostraba lo evidente: silicosis.
¿Cuál fue su trabajo? pregunté. “Banquero” me respondió, sin que su expresión denotase ninguna ironía. Tan incongruente resultaba la respuesta que repetí ¿Banquero? “En realidad, cantero, aunque en nuestro oficio solemos llamar banquero al oficial más cualificado y que guarda relación con el banco de piedra sobre el que trabaja”. Aunque la palabra “banquero” en este contexto fuera desconocida para mí, más tarde supe que tiene una historia de uso tan larga como la del sustantivo que nos resulta más familiar. Ambas tienen la misma raíz latina “banco”, y en el caso del banquero-financiero, se refiere al banco de piedra sobre el cual los primeros prestamistas venecianos realizaban su negocio.
Resulta tentador contrastar los dos oficios, el de los banqueros que se sientan en sus despachos, comprando y vendiendo a través de los “bancos”, y el de los canteros que pasan sus vidas tallando la piedra, también sobre sus “bancos”. Sería simple y en la mayor parte de los casos injusto.
Sin embargo, existe una tercera acepción del término latino: hubo un tiempo en que también los charlatanes se montaban encima de sus “bancos” para proclamar las virtudes de sus falsos remedios de curandero. A estos últimos se les dio un nombre apropiado, saltimbanquis. Son estos últimos los que han generado una corrosiva glorificación de la avaricia, llegando a la obscenidad de considerarse “insultados” por recibir un “bonus” de menos de un millón de euros al final del ejercicio.
En contraste, el humilde cantero que realiza un trabajo duro y honesto, que se conforma con adquisiciones modestas y con la aprobación de sus pares, puede mirar atrás sobre lo que ha producido con el convencimiento de que permanecerá mucho tiempo después de él. De la misma forma que lo hicieron aquellos que le precedieron y que en un taller abierto, protegido por un simple techo de madera, trabajando de pie sobre sus bancos de piedra, tallando a mano con cinceles el difícil granito, piedra a piedra, lograron realizar hace 800 años el maravilloso Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. En un lugar más reservado, su cementerio, son muchas las lápidas primorosamente talladas que nos recuerdan a aquellos dignos canteros que murieron antes de tiempo; la causa, silicosis.
Nota: el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela fue realizado por el Maestro Mateo entre 1168 y 1188. La conocida Plaza del Obradoiro debe su nombre al taller de canteros (obradoiro en gallego) que funcionaba en la plaza durante la construcción de la catedral. En el otro lado de la catedral, la conocida como Plaza de la Quintana de muertos, es en realidad su cementerio.