Cómo potenciar la función ejecutiva
Cómo potenciar la función ejecutiva
Imagina un día en la vida de un personaje de película que transcurre exactamente como ella lo planeó: sus sistemas de organización hacen que su espacio sea prístino, llega a tiempo o incluso antes a todos sus compromisos, su concentración rivaliza con la de un olímpico, y se adhiere a un horario ocupado y gratificante, todo ambientado con una banda sonora animada. Un día así, si existiera en la realidad, sería posible gracias a las herramientas de la función ejecutiva.
La función ejecutiva es probablemente un término familiar, pero aún puede ser difícil de definir. Al presionar por una definición, las personas a menudo enumeran algunas de las habilidades, como organizar y planificar, pero pueden permanecer con una sensación vaga de lo que realmente es la función ejecutiva. Entender la función ejecutiva abre la puerta tanto para la autoaceptación como para las estrategias, creando la oportunidad para un gran cambio positivo.
¿Qué es esta salsa secreta que llamamos función ejecutiva? La función ejecutiva describe el conjunto de habilidades mentales que utilizamos para facilitar nuestras vidas y avanzar hacia nuestros objetivos. Analogar la función ejecutiva con un director de orquesta o un controlador de tráfico aéreo ayuda a iluminar su importancia y complejidad, pero no necesariamente qué habilidades involucra. En cambio, me gusta describir la función ejecutiva como un árbol con tres ramas principales: primero, habilidades futuras, como organizar y planificar; segundo, atención y autorregulación, incluyendo evitar distracciones y autoconsolarse; y tercero, aprendizaje y memoria, como usar listas y herramientas de aprendizaje. Alojada principalmente en tu corteza prefrontal, la función ejecutiva se desarrolla con el tiempo y puede verse afectada por una serie de desafíos comunes: estrés, depresión, TDAH, autismo, falta de sueño e incluso deshidratación.
Entender la función ejecutiva puede ayudarnos a apreciar cuánto esfuerzo mental realizamos cada día. También puede ayudarnos a formar una nueva perspectiva: la función ejecutiva de todos se está desarrollando a lo largo de la vida, con fortalezas y luchas, y varía de día a día. Es una toma neurológica del adagio de que, de hecho, solo estamos haciendo lo mejor que podemos. Esa persona que siempre llega tarde podría estar luchando con la gestión del tiempo, la planificación o las distracciones, y a través de esta lente, podemos ver su tardanza no como un afronta personal. El compañero de trabajo que sigue interrumpiendo puede estar luchando con la memoria de trabajo o el control de impulsos y probablemente no tenga la intención de enviar mensajes de desinterés o grosería.
Lo mismo se aplica a cómo nos vemos a nosotros mismos. Mientras que podemos usar descriptores como "desordenado" o "perezoso", nuestros desafíos vistos desde una perspectiva de función ejecutiva pueden revelarse simplemente como áreas en las que necesitamos estrategias, pero no defectos de carácter. ¿Somos realmente "desorganizados" como humanos, o necesitamos algunas herramientas, rutinas y sistemas para crear y mantener un espacio que funcione para nosotros? ¿Realmente somos "no inteligentes" o aún no hemos encontrado el enfoque adecuado para aprender y estudiar para nuestros cerebros?
Explorar la función ejecutiva puede proporcionar un espacio más neutral en el que explorar nuestras luchas y las de nuestros semejantes. Después de todo, si la función ejecutiva es solo habilidades, y las habilidades se pueden aprender, el éxito es simplemente cuestión de tiempo.