Consumo responsable de ropa: ¿sabemos cuánta se recicla y cómo contamina?

Consumo responsable de ropa: ¿sabemos cuánta se recicla y cómo contamina?

Compramos un 60 % más de ropa que hace una década, aunque, paradójicamente, la llevamos puesta menos que nunca, ya que la tiramos cuando la hemos usado menos de 10 veces. Solo el 1 % se recicla y el resto se convierte en residuos contaminantes como los microplásticos
24 Marzo 2023

El uso en aumento de fibras sintéticas, la base de la moda rápida, propicia que llevemos puestos plásticos tratados con miles de sustancias químicas dañinas para la salud y el medioambiente.

En las épocas de rebajas, entre los artículos que más consumismos está precisamente el textil. Según la ONU, compramos un 60 % más de ropa que hace una década. De hecho, entre 2000 y 2015 la producción de estas prendas en el mundo se duplicó, mientras que su uso se redujo. Se estima que, de media, desechamos la ropa después de haberla usado solo entre siete y ocho veces. En Europa, cada persona consume 26 kg al año y tira 11 kg, lo que traduce en 5,8 millones de toneladas de residuos textiles anuales.

Lejos de lo que se suele pensar, menos del 1 % se recicla para hacer prendas nuevas, de acuerdo con datos de la Fundación Ellen MacArthur. La mayoría, alrededor del 87 %, o bien se incinera, lo que conlleva emisión de gases tóxicos a la atmósfera —el sector textil es el responsable de entre el 5 % y el 10 % de las emisiones globales de CO2, más que los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos—. O bien acaba en vertederos de Europa del este, Asia, África o América del Sur.

Como la ropa que se fabrica y que compramos es cada vez de peor calidad, se puede recuperar cada vez menos”, lamenta Gema Gómez, directora ejecutiva de Slow Fashion Next, una plataforma pionera de formación en moda, sostenibilidad y negocio.  Reciclar una prenda, explica, requiere un trabajo manual de retirado de botones y cremalleras, para empezar, lo que complica y encarece el proceso de recuperación.

Además, señala, “a menudo [las prendas] contienen mezcla de fibras, como algodón y poliéster, lo que hace que no se reciclen porque resulta muy costosa la separación de materiales.

La industria de la moda es la cuarta causa de presión ambiental del planeta, después de la alimentación, la vivienda y el transporte, debido al consumo acuciante de recursos que realiza.

Una producción que no para de crecer

Actualmente, se producen unos 109 millones de toneladas anuales de material textil, de las cuales 32 millones proceden de plantas, como el algodón o el bambú; 7 millones de fuentes animales, como la lana; y 1,7 millones de fibras celulósicas, como el liocel. Se llevan la palma las fibras sintéticas, como elastano, vinilo, acrílico, obtenidos a partir del petróleo, que suponen un 68,2 % del total fabricado. De estas, el poliéster es la más utilizada, con 57,1 millones de toneladas, según recoge la organización Fibershed.

“En los años 70 y 80, la mayoría de las fibras usadas para la ropa eran naturales. En el año 2000 ya se igualó el consumo de estas y el de poliéster, mientras que ahora dos tercios del total son sintéticas”, resume Ethel Eljarrat, investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) y organizadora de las jornadas sobre contaminación por plásticos, Plastic’2022, centradas en la industria textil.

El motivo por el que las empresas optan cada vez más por el poliéster es que “es mucho más barato” que las fibras naturales, apunta la científica. Eso explica en buena medida por qué entre el año 2000 y 2020 se duplicó su producción, de acuerdo con el informe Fossil Fashion, de la fundación Changing Markets, lo que, a su vez, contribuyó al gran auge del fast fashion y recientemente del ultra fast fashion, prendas tan baratas que permiten cambiar de armario casi cada pocos días.

Microplásticos en todas partes

El problema de la contaminación por compuestos químicos se agrava aún más en el caso de las fibras sintéticas porque se fragmentan en pedazos muy pequeños. Se estima que unos 0,5 millones de toneladas de microfibras, tanto naturales como sintéticas, acaban en mares, océanos y ríos cada año.

En el caso de aquellas procedentes de tejidos como el poliéster se consideran microplásticos y son capaces de atraer y acumular las sustancias tóxicas presentes en el medio marino y de transportarlas a largas distancias. Una vez en el mar, los microplásticos se fragmentan en pedazos más pequeños, por la acción de la luz solar y del oleaje, y se van transformando en nanoplásticos, que tienen aún más capacidad de penetrar en el organismo e incluso en las células.

Tanto unos como otros son irrecuperables del medio ambiente. Son ingeridos por la fauna marina, que los confunden con el plancton, y se acumulan en sus tejidos y órganos a lo largo de su vida, lo que les provoca toxicidad crónica. “Se los comen los peces y nosotros nos comemos a los peces y, por tanto, ingerimos todos esos microplásticos acumulados”, destaca Eljarrat.

Formas de atajar el problema

Ante esta situación, muchas marcas de ropa se han lanzado a sacar al mercado líneas de productos fabricadas a partir de plástico reciclado. Y cada vez es más frecuente ver mensajes como “esta prenda contiene X botellas de agua de plástico”. Sin embargo, para los expertos en contaminación y moda, eso no es una buena solución.

Para las fuentes consultadas por SINC, se debe trabajar en el diseño de fibras que eviten el desprendimiento de microplásticos, así como diseñar sistemas de lavado y de secado que minimicen la generación de microfibras.

Otra de las soluciones sería el ecodiseño de prendas de ropa desde el componente más básico, el hilo con el que se tejen las piezas. Un ejemplo es la empresa vasca Ternua Group, que adquirió desde su puesta en marcha, en 1986, el compromiso de minimizar el impacto de su actividad. Desde los hilos que usan para elaborar sus prendas hasta el producto final, todo está diseñado, pensado para que se pueda reciclar fácilmente.

La Unión Europea, por su parte, también está impulsando la nueva estrategia de tejidos sostenibles y circulares para 2030, en la que contempla el ecodiseño: hacer prendas de calidad y durables. “El objetivo es empezar a poner en el mercado materiales que seamos capaces de recuperar, inofensivos, y usando el mínimo de recursos y contaminando lo mínimo, y luego recuperar esos materiales para hacer un círculo virtuoso”, señala Gómez, de Slow Fashion Next.

Es el caso de Hilaturas Arnau, una empresa familiar desde hace tres generaciones ubicada en Sabadell. Hasta hace unos 20 años, se dedicaban a elaborar hilo de lana de alta calidad para grandes firmas de ropa. “En aquel momento usábamos lana de ovejas de Castilla León y de Extremadura y usábamos también los residuos”, explica Joan Santamaria, al frente de la empresa. Tras esquilar a las ovejas, la lana se peina y suelen caer trozos cortos que suelen tratarse como desperdicio. “Nosotros los usábamos para fabricar hilo”, apunta.

Con el consumo rápido de moda las marcas dejaron de comprarles sus hilos, de mayor calidad pero más caros que los procedentes de otros países. Ahora han lanzado un proyecto en el que usan lana procedente de ovejas del pirineo catalán y que suavizan para que no pique con viscosa y tencel.

Si bien todas esas iniciativas avanzan hacia una moda más sostenible, no son suficientes. “Hay que cambiar el concepto de estrenar cada semana, porque no tenemos tanto planeta para sostener este nivel de consumo exacerbado. Hay que ir hacia una economía circular”, alerta Rosa García, de la Fundación para la prevención de residuos y el consumo responsable Rezero.

Fuente: Agenciasinc

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