El teletrabajo en España quedó 3,6 veces por debajo de su potencial
El teletrabajo en España quedó 3,6 veces por debajo de su potencial
Mientras se empieza a hablar del metaverso como la próxima frontera del mundo del trabajo, que requerirá incluso una (meta)regulación laboral específica, la realidad es que España sigue lidiando con el desafío de implementar el teletrabajo. Hasta ahora con unos resultados no demasiado espectaculares.
De hecho, el nivel de teletrabajo alcanzado durante la pandemia en España habría sido 3,6 veces inferior a su máximo potencial. Así lo refleja el estudio Modelo productivo, empleo y calidad de empleo. Claves de un futuro pospandémico de los investigadores Rafael Muñoz de Bustillo Llorente de la Universidad de Salamanca, y Enrique Fernández Macías del Joint Research Center de la Comisión Europea, publicado recientemente por Funcas.
¿Por qué este fracaso?
Según los datos Encuesta de Población Activa (EPA), en el cuarto trimestre de 2021 solo trabajaron desde casa de manera habitual (más de la mitad de los días) el 6,2% de los asalariados, su nivel más bajo en los dos años de pandemia, frente al 15,3% al que se llegó cuando se impuso el confinamiento, en marzo de 2020. Aunque la media del año rebaja este récord al 9,5%, una cifra por debajo de la UE (10,8%) y que es menos de la mitad de la alcanzada por países como Finlandia, Luxemburgo o Irlanda.
Pero el peso perdido por el teletrabajo habitual, lo ha ganado el ocasional. Así, ha pasado del 1,7% en 2019 en el conjunto del 2019 al 4,4% el nivel más alto de la serie histórica. De hecho, es este formato, más próximo al denominado modelo híbrido. el que explica el leve repunte del teletrabajo en el último trimestre del 2021.
Esta evolución podría dar la razón a quienes defienden que la nueva Ley del Teletrabajo aprobada a finales de 2020, ha incentivado el teletrabajo ocasional sobre el habitual al 'sobrerregular' las condiciones del trabajo en remoto. Al menos frente a la normativa anterior, de 2012, que en la práctica lo encomendaba todo al acuerdo entre empresas y trabajadores.
Sin embargo, esto no explica la incógnita de por qué el teletrabajo no termina de arrancar, pese a que la tecnología lo permite desde décadas. La pregunta aquí sería: ¿cuántos asalariados pueden teletrabajar realmente en España? Uno de los más utilizados para calcular este modelo fue el planteado por un equipo dirigido por Matteo Sostero en 2020, que es el que siguen Muñoz de Bustillo Llorente y Fernández Macías para su trabajo.
Este modelo contempla dos tipos de barreras al teletrabajo: las físicas y tecnológicas, llamadas 'duras', y las relacionadas con la interacción que se produce entre las personas, que podemos clasificar como limitaciones 'blandas'.
Durante la primera ola, en el que el contacto físico redujo al mínimo por las cuarentenas, solo contaban las limitaciones duras. Aquellos trabajos que no requerían interacción física directa con cosas o persona podrían realizarse en remoto. Es lo que se denomina el potencial técnico del teletrabajo, el máximo de personas que pueden teletrabajar en una economía. ¿Y cuántos trabajadores podrían verse en esa situación? Según el trabajo de Sotero, un máximo del 37% de los asalariados de la Unión Europea. En el caso de España, este máximo resulta algo inferior y se queda en el 34%
Sin embargo, esta estimación supera entre tres y cuatro veces (3,6 veces para España) el porcentaje de profesionales que finalmente teletrabajaron en 2020. En defensa de nuestro país, cabe decir que nos situamos en la media europea. Solo Finlandia e Irlanda llegaron a superar la mitad de su potencial técnico.
La explicación más clara para este desfase es el peso de las limitaciones blandas. Los empleos que requieren una "interacción socia compleja, como el de los profesores, psicólogos o profesionales sanitarios, pueden ser llevados a cabo remotamente", "pero con un impacto negativo en la calidad del servicio".
Es decir, que soluciones como las videoconferencias no cubren la brecha sensorial (no es lo mismo utilizar cinco sentidos en la comunicación que solo dos) que se plantea en el desempeño en remoto de la actividad.
Esto es algo que, en el mundo de los negocios, se puede apreciar en el relativamente rápido retorno a la actividad de eventos y encuentros empresariales, que ha desafiado las perspectivas de aquellos que los consideraban un modelos que no iba a sobrevivir a la pandemia.
Casi dos terceras partes de los empleos técnicamente 'teletrabajables', requieren de esa "interacción social compleja". De forma que el potencial del teletrabajo 'real' es mucho más bajo que el técnico. ¿Cuánto? La estimación lo reduce del 37% al 13% para la UE y del 34% al 12% para España, unas cifras mucho más cercanas a las que se realmente se registraron durante la pandemia.
En este sentido, la apuesta del metaverso promete resolver este 'gap' provocado por la necesidad de un "interacción social compleja", mediante el desarrollo de una tecnología inmersiva que permite romper la limitación física, lo cual elevaría el umbral de actividades teletrabajable hasta un nivel mucho más alto en un futuro.
Las patentes presentadas por Meta y otras empresas apuntan en esta dirección, aunque aún siguen lejos de una realidad virtual plenamente operativa.
Pero hay que tener en cuenta que el éxito del teletrabajo no lo determina la posibilidad de que una tarea pueda desempeñarse en remoto, sino la preparación de la empresa y los trabajadores para hacerlo. Influye desde el coste de los equipos hasta la situación personal de cada miembro de la plantilla.
Problemas que se tuvieron que improvisar forzadamente durante la pandemia y que no responden a la evolución tecnológica y social que hubiera seguido el proceso en condiciones normales. Las mismas a las que estamos regresando ahora.