Estonia, el país digital busca residentes virtuales
Estonia, el país digital busca residentes virtuales
Los únicos trámites que requieren presencialidad en Estonia son los matrimonios y, para desgracia de mi exmarido, los divorcios. Todo lo demás puede hacerse por internet”, explica Liisa Past, directora de la Oficina de Seguridad de la Información del Ministerio del Interior de Estonia. El pequeño país báltico luce con orgullo el título de primera nación digital del mundo. Un lugar donde, afirman, el 99% de las interacciones con el Estado pueden realizarse online. Toda la información de los ciudadanos se encuentra en la nube. Una experiencia única que ha propiciado el florecimiento de start-ups como Skype, Bolt o Wise, y que quieren compartir con el resto de ciudadanos del mundo, a los que ofrecen ser residentes digitales.
“Cuando vives en el extranjero y tienes que, por ejemplo, pagar impuestos, es cuando te das cuenta de que en Estonia damos por sentado cosas que, en el resto del mundo, no lo son”, explica en su oficina de Tallin la primera ministra, Kaja Kallas, que recuerda con horror su experiencia con la declaración de la renta belga durante sus tiempos de eurodiputada en Bruselas. El mismo trámite en Estonia se realiza en diez minutos. Crear una empresa, en veinte. Y registrar a un recién nacido... el hospital lo hace por ti y el gobierno te envía un mail con su número de identificación e información sobre las ayudas disponibles.
Hay una combinación de factores que convirtieron a Estonia en el “banco de pruebas” –en palabra de Kallas- del estado digital. Bajo la ocupación soviética, Moscú ubicó allí en 1960 el Instituto de Cibernética, convirtiendo a Tallin en uno de los principales polos soviéticos en computación y abriendo el país a contactos con otros centros científicos occidentales. Tras la independencia, en 1991, el país estaba en la ruina, pero un grupo de políticos con conocimientos en computación e ingeniería supieron ver las oportunidades de la incipiente era de internet. “Vimos que era lo más práctico y barato”, recuerda Toomas Hendrik Ilves, presidente estonio entre el 2006 y el 2016.
Ese año rechazaron la oferta de Finlandia de instalar gratuitamente la telefonía analógica y optaron por un sistema digital. De ahí pasaron a distribuir ordenadores y en 1998 todas las escuelas del país tenían internet. En el 2002 todos los estonios tenían identificación digital, con la que pueden firmar todo tipo de documentos o acceder a los servicios del Estado. En el 2005 se convirtieron en el primer país en aprobar el voto digital. El salto definitivo llegó en el 2014, cuando Estonia decidió ir más allá de sus fronteras y crear la residencia digital, un sistema por el cual cualquier persona (tras un proceso de control) puede acceder a su plataforma digital y usar sus servicios para crear empresas, usar sus bancos o su sistema fiscal sin tener que poner nunca los pies en el país. “No es un pasaporte. No te da la residencia ni derecho a votar, solo a usar nuestros recursos digitales”, aclara Lauri Haav, director del programa.
El reducido tamaño del país, que solo tiene 1,3 millones de habitantes, y el hecho de que todo estaba por hacer, le daban la oportunidad de ser flexible a la hora de probar cosas nuevas y dar marcha atrás en caso de error. “Somos un pequeño barco con facilidad para maniobrar”, describe Kallas.
Por otro lado, esta experiencia no sería posible sin la confianza de los ciudadanos, algo que en otros países europeos sería casi imposible. “Peleamos muy duro para tener nuestro país, quizás eso hace confíen más”, reflexiona la primera ministra. “La confianza viene con la práctica. Es un círculo virtuoso”, sostiene Past, responsable de un cuarto del sistema de ciberseguridad estonio. “Sólo un 2% de los estonios eligió el sistema digital en las primeras elecciones, ahora es el 50%”, afirma. La transparencia también elimina reparos respecto a la privacidad. Cada vez que alguien accede a nuestros datos deja una marca, por lo que existe un registro de quién y cuándo los ha consultado.
En el 2007 sufrieron un ciberataque ruso sin precedentes en el mundo que colapsó todos los servicios
La elección estonia por la digitalización también conlleva riesgos. Especialmente cuando eres un pequeño vecino incómodo para el gigante ruso. El país sufrió en el 2007 un ciberataque sin precedentes tras el traslado de una estatua de un soldado de la era soviética, al que se oponía la población de habla rusa. De la noche a la mañana el Estado digital colapsó. Durante días no se pudo acceder a webs del gobierno, cuentas bancarias, periódicos... “Fue aterrador”, recuerda una periodista estonia. Moscú siempre ha negado su implicación. La experiencia, que se estudia en manuales militares de todo el mundo, convirtió al país en una potencia en ciberseguridad. Fueron de los primeros en entender que el Estado también debe defenderse en la red.
El sistema de intercambio de datos estonio, conocido como X-Road, no almacena la información de forma centralizada. La plataforma enlaza servidores individuales a través de rutas encriptadas de extremo a extremo, permitiendo que la información viva localmente. En caso de ataque, la infección entre nodos se hace más difícil. El sistema X-Road es uno de los puntos fuertes de la ciberdiplomacia estonia, ya que permite conectar a sistemas de diversos países. Ya ocurre entre Estonia y Finlandia.
A pesar de ello, los ataques son “inevitables”. “Recibimos constantemente ataques desde Rusia”, confirma Kallas. “Y de China”, añade Past. No es casualidad que el país albergue el Centro de Excelencia de la OTAN para la ciberdefensa. Estonia proporciona a la alianza su experiencia, y su presencia en el país da a los estonios una potente arma de disuasión. La concienciación respecto al peligro que suponen los ciberataques rusos se refleja en la existencia del primer cuerpo paramilitar de cibersoldados del mundo. Un grupo de voluntarios expertos en tecnología entrenados para entrar en acción al instante. “Para el resto de Europa, Rusia es una amenaza teórica, para nosotros es una amenaza existencial”, dice una fuente del ministerio de Exteriores.
“Para el resto de Europa, Rusia es una amenaza teórica, para nosotros es una amenaza existencial”
La intoxicación informativa es otra de las tácticas desestabilizadoras de Moscú. “Cuando Occidente se despertó tras los ataques de desinformación en Ucrania, nosotros ya los estábamos sufriendo casi desde nuestra independencia”, explica Siim Krumpas, asesor de Comunicación Estratégica del gobierno. Su equipo se encarga de monitorizar y analizar el impacto de las fake news . A Krumpas no le preocupa tanto responder a una noticia falsa concreta como crear una sociedad resiliente ante estos ataques. El gobierno estonio mantiene una dura postura contra ciertos medios rusos. “Sputnik no tiene acreditación. No tienen los estándares éticos y profesionales como para gozar de los privilegios de ser llamados periodistas”, afirma. No obstante, Estonia ha tenido problemas para integrar al 24% de la población de habla rusa, objetivo principal de la desinformación. “Hace diez años no había televisión en ruso y era un problema”, dice Krumpas. Hoy, el canal estatal en ruso es el más consumido en ese idioma en el país.
Pese a la amenaza exterior, Estonia ha creado un ecosistema en el que emergen algunas de las start ups más innovadoras. El sueño estonio se basa en la caza de unicornios (empresas no cotizadas valoradas en más de 1.000 millones de dólares). Se enorgullecen de ser el país con más unicornios por cápita. Ya tienen siete, pero quieren más. “Nos gustaría que el próximo unicornio lo creara un residente digital”, afirma Andres Sutt, ministro de Emprendimiento. El siguiente animal mitológico podría esconderse entre las 18.000 empresas creadas por los llamados e-residentes. Son responsables de un tercio de las start-ups del país atraídos también por un sistema fiscal que permite no pagar impuestos si se reinvierten los beneficios.
En la actualidad, hay 84.000 personas en todo el mundo con residencia digital en Estonia, una cifra notable, pero muy alejada del objetivo de 10 millones de e-residentes para el 2025 marcada por el gobierno estonio. “Es cierto que nos marcamos un reto inalcanzable, pero creemos que hay que pensar en las estrellas si quieres llegar a la Luna”, admite Haav.
Por cierto, pronto será posible divorciarse por internet.