“El ser humano se esfuerza más si lo aprecias que si lo vigilas”

“El ser humano se esfuerza más si lo aprecias que si lo vigilas”

Samuel Bowles, investigador del desarrollo, fue asesor económico de Nelson Mandela
7 Enero 2023

Cooperamos y competimos

Si trabajamos solo por necesidad, cuanto más pobres seamos, más nos esforzaremos. Ese principio guió la economía en los setenta hasta que Bowles y otros comprobaron que es al revés: las sociedades que logran ser cada vez menos desiguales, como los tigres asiáticos, prosperan; en cambio, las de mayor desigualdad, como las sudamericanas, se estancan en la pobreza. Por eso, los tigres asiáticos y los escandinavos lideran los índices de igualdad y también los de tecnología, prosperidad y bienestar. En las empresas lo mismo: las más horizontales con menos capataces son más productivas, porque los humanos nos esforzamos más cuando aprecian nuestro esfuerzo que cuando lo controlan. Cooperamos compitiendo por el reconocimiento de los demás.

¿Imponer un salario mínimo no frena al empresario que va a crear empleo?

Esa mentalidad es paleocapitalista, cree que la igualdad desincentiva el esfuerzo y que un trabajador bien pagado rinde menos, pero es al revés. No es la escasez la que nos motiva, sino sentirnos útiles y valorados.

¿No cae usted en buenismo temerario?

Los economistas creíamos en los setenta que la desigualdad incentivaba el esfuerzo y que cuando prosperabas te esforzabas menos. Le llamábamos eficciency economy trade-off (intercambio eficiente). Y muchos empresarios siguen creyendo que los pobres trabajan más.

¿Por qué?

Porque creen que cuanto mayor es la necesidad, mayor el incentivo para trabajar; y es al revés: cuanto mayor poder le das al trabajador, más educación y salud, más pone al contribuir a la empresa para sentirse útil y ser reconocido.

¿No hay que controlar al empleado?

Antes los empresarios estaban tan convencidos de que la desigualdad incentivaba el esfuerzo que la introducían en sus empresas con jerarquías muy verticales dando a capataces y encargados un gran poder de coacción sobre el resto.

¿No hay que controlar al empleado para que no se escaquee porque, si no, vaguea?

Eso es antiguo por la sencilla razón de que hoy solo puede controlarse la productividad del campo y la fábrica, pero apenas suponen el 10% del empleo. Pero, ¿cómo controlar la del laboratorio, el hospital...? ¿Cómo medir la dedicación con que tratas al enfermo o a un anciano?

¿No es un problema solo de medición?

Es un problema de concepto. Cuanta más igualdad logras en un país, menos gastas también en policía y seguridad privada. Los países más desiguales socialmente tienen muchísima seguridad privada que genera muy poco valor.

Más vale gastar en educar que en reprimir.

También la policía puede educar. Es cuestión de ser realista y mirar los datos. Mírelos.

¿Qué datos?

Los hechos son que Asia salió de repente de la miseria y Latinoamérica, no.

¿No ha sido por la innovación tecnológica?

Eso creímos al principio, pero Latinoamérica tenía el mismo acceso a la tecnología que Asia y México está muy cerquita de Silicon Valley.

¿Entonces por qué Asia sí y América no?

Porque las instituciones latinoamericanas fallaban –al servicio de la oligarquía con un ejército politizado– al perpetuar la desigualdad.

¿Por qué los asiáticos sí las reformaron?

Porque temían la amenaza comunista de China los tigres asiáticos de Corea del Sur, Taiwán, Japón... Empezaron a repartir la tierra, invertir en educación, sanidad, infraestructuras y crear una gran clase media reduciendo desigualdad.

Y hoy son potencias tecnológicas.

Mientras, Latinoamérica seguía en muy pocas manos con muchos militares apoyándolas. En cambio, los tigres asiáticos educaron a millones de educadores y mantuvieron el coste de la educación bajo. Y sobre esa base bien formada se lanzaron a copiar e innovar en tecnología.

¿Y Filipinas y la militarizada Birmania?

No repartieron la tierra y siguen pobres. Y mire rankings de países en prosperidad, innovación tecnológica, bienestar e igualdad. ¿Qué ve?

Veo en cabeza siempre a los países escandinavos junto a Corea, Taiwán, Japón...

¡Ahí está! La igualdad genera prosperidad para todos. Y la desigualdad la destruye. Así que el salario mínimo, junto a otros mecanismos que distribuyen riqueza y combaten la desigualdad, es un paso muy correcto para la prosperidad.

¿Y si un país no da para tanto salario?

Aprendí desarrollo y a generar igualdad de muy jovencito en Yale, Harvard y Amherst y en la política de los equipos de Robert Kennedy y de Mandela. Pronto descubrimos que la igualdad aumenta la eficiencia de un país y su prosperidad. Invertir en igualdad, como han hecho los escandinavos y los tigres asiáticos, les convirtió en países más justos y los más prósperos.

¿Y si te pasas de salario mínimo?

Treinta años de sólida literatura científica y muy sólida evidencia que los salarios mínimos generan empleo y yo mismo lo he experimentado aquí en Santa Fe, donde logramos aprobar uno con grandes resultados.

¿Solo para Santa Fe?

Cada área económica tiene sus baremos, pero lo que es universal es que los humanos nece­sitamos motivación para trabajar y la más eficiente es ese deseo de sentirnos útiles y reconocidos por los demás. Además, ¿cómo medir hoy la productividad de un empleado?

¿Por el valor que genera para la empresa?

Ya le digo que solo un 10% trabaja en tareas medibles como la agricultura o la industria, donde puedes medir lo que fabrica cada uno. La mayoría estamos en servicios, donde es difícil saber quién produce o no. Lo tradicional era introducir desigualdad en la empresa con capataces que vigilaran a los demás. Ya no funciona.

¿Qué funciona?

Estructuras horizontales para que la motivación real sea ser reconocidos por el equipo. Y si no, ¿por qué los países más desiguales son los que más gastan en policía y seguridad?

¿Los comunistas no gastan aún más?

Es que la gran asignatura de la derecha siempre ha sido la desigualdad y la de la izquierda, entender la innovación.

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