La economía y geopolítica, patas arriba por la inteligencia artificial

La economía y geopolítica, patas arriba por la inteligencia artificial

Las consecuencias del casi duopolio de Estados Unidos y China en la tecnología que condiciona el futuro
18 Diciembre 2020

Estamos entrando en una nueva fase de la economía digital cada vez más caracterizada por la automatización y la toma de decisiones realizadas mediante la inteligencia artificial (IA). Esta etapa de transformación digital está ya en marcha y afecta a los modelos de negocio, las cadenas de valor globales y el orden mundial. En los últimos años, la IA ha sido objeto de gran interés por parte de una serie de agentes y se ha convertido en un centro de atención en todos los niveles de la industria y los gobiernos. Como ocurrió con internet y la electricidad antes de ella, la IA puede considerarse una tecnología de uso general, o una tecnología que se vuelve generalizada, mejora con el tiempo y genera innovación complementaria. Estamos comprendiendo poco a poco su vasto potencial. Hoy nos encontramos en una fase de expansión donde el alcance de las tecnologías de la IA es exploratorio, la adopción en los mercados se encuentra en una fase temprana y gran parte de su capacidad está todavía por aprovechar.

Sin embargo, el ritmo y la magnitud de las revoluciones de la IA y lo digital indican que los países no pueden permitirse el lujo de quedarse atrás en su aprovechamiento. Con el rápido progreso tecnológico, las tecnologías de la IA son un poderoso instrumento en los planos económico, político y militar. Gracias a sus capacidades de análisis predictivo, la IA es una importante fuente de aumento de la productividad y la eficiencia y, por lo tanto, un motor de ventaja competitiva y crecimiento para las empresas y las economías a nivel nacional. Los países que la aprovechen en los sectores clave obtendrán una importante ventaja económica, lo que repercutirá en la dinámica de poder por todo el mundo. Por ello, el auge de la IA interpela los actuales factores en importantes ganancias económicas, el poder blando duro de todos los gobiernos, las relaciones internacionales, el sector privado y el ejército.

IA y crecimiento económico

A medida que la revolución digital se acelera a un ritmo sin precedentes, la ventaja competitiva de los países dependerá cada vez más en la economía mundial de los sectores que aprovechen y desarrollen la IA. La economía digital está cada vez más integrada en la vida cotidiana de las personas en todo el mundo, lo que permite una producción de datos digitales más profunda y amplia, un requisito clave para la IA. En el último año, el número de usuarios de internet ha aumentado en un 9,1% en todo el mundo y representa un 57% de la población total. Se calcula que un 90% de los datos existentes se han crearon en los dos últimos años y que cada día se generan 2,5 quintillones de bytes, un ritmo que se acelera debido a la internet de las cosas.

La adopción y aplicación de la IA puede apoyar los aumentos en productividad y eficacia de los procesos organizativos en todos los sectores e industrias. Esa adopción puede aplicarse a sectores verticales clave (por ejemplo, la agricultura, la industria manufacturera, el transporte) para apoyar la política industrial y económica, o a sectores horizontales, capacidades o servicios públicos que son importantes para el crecimiento inclusivo y el desarrollo humano (por ejemplo, educación, atención de la salud, infraestructuras). Los importantes incrementos en productividad y crecimiento económico derivados de la oferta de nuevos productos y la mejora de las cadenas de suministro prometen compensar la carga que supone para la economía mundial el envejecimiento de la población en los países desarrollados. McKinsey Company calcula, p.ej., que la introducción de redes neuronales artificiales en una serie de funciones de negocios en 19 industrias dará lugar a entre 3,5 y 5,8 billones de dólares por año en valor económico. También considera que, en todos los sectores, las ganancias en productividad de la IA podrían contribuir a la economía mundial entre un 0,8%y un 1,4% del PIB global anualmente, en el supuesto de que la mano de obra humana reemplazada por la automatización se reincorporara a la fuerza de trabajo.

El Instituto Global McKinsey estima que en el 2065, la automatización podría sumar a las mayores economías del mundo (G-19 + Nigeria) un crecimiento de productividad equivalente a entre 1.100 y 2.300 millones de trabajadores a tiempo completo. En este sentido, la automatización puede beneficiar particularmente a los países que se enfrentan al envejecimiento demográfico, tanto en las regiones desarrolladas como en las regiones en desarrollo. Al añadir capacidades predictivas, la IA puede amplificar y expandir las oportunidades de desarrollo más allá de lo que ofrece la transformación digital. La reducción en los costes de la información, el procesamiento de datos y las transacciones aumenta las eficiencias operativas de ciudadanos, empresas y economías. A su vez, eso reduce los obstáculos para la entrada de las pequeñas empresas, incluidos los segmentos más amplios de la sociedad, en el mercado. La reducción de los costes también contribuye a apoyar la actividad empresarial, la innovación y la investigación.

La IA como creadora de monopolios

Sin embargo, el ritmo y el desarrollo de esas tecnologías afectan de manera dispar a los países de todo el mundo, y está apareciendo ya una brecha. Los importantes recursos necesarios para hacer posible la IA (datos, algoritmos y programas informáticos, hardware, talento y conocimientos especializados y modelos de negocio) empujan la concentración del mercado hacia un puñado de agentes. Las grandes empresas digitales tienen la escala y la capacidad de reunir más datos sobre los consumidores, contratar a los mejores talentos y disponer de los recursos necesarios para construir un enorme hardware y unas capacidades informáticas escalables de alto rendimiento. Cada vez más, el mejor talento en aprendizaje automático, los mayores conjuntos de datos y las mayores reservas en potencia de computación se aglutinan en polos de innovación centrados en torno a esas empresas. Ello conduce a un paisaje de la IA geográfica y demográficamente sesgado en el que se amplía la brecha en IA entre los países que diseñan, desarrollan y despliegan IA, y los que no lo hacen.

La concentración en los mercados de la IA tiene sus raíces en la dinámica de convergencia de la IA. La convergencia de datos, algoritmos y software y hardware refuerza los efectos de red y escala de las plataformas digitales. Las plataformas digitales son mercados con múltiples caras que permiten la creación de valor mediante las interacciones entre usuarios y productores y permiten una infraestructura abierta para los participantes mediante la cual se establecen nuevas normas, protocolos y mecanismos de coordinación estandarizados. A través de grandes rendimientos a escala y efectos de red, plataformas como Google, Amazon o Alibaba crean ecosistemas digitales en torno a un gran número de grupos de personas. La escala ofrece una ventaja significativa en el acceso y el almacenamiento de datos, lo cual es esencial para la formación de modelos de IA. En segundo lugar, el ecosistema de la plataforma alberga software y atrae talento y experiencia para construir, desplegar y mejorar los sistemas de IA. Por último, las plataformas pueden permitirse el acceso a una potencia de computación escalable para procesar datos con algoritmos. Esa convergencia permite a las plataformas incrustar la IA en sus empresas para mejorar los servicios. Además, los sistemas de IA ayudan a mejorar las plataformas digitales mediante una mejor predicción y personalización de los servicios, la optimización de los recursos y la previsión de las tendencias del mercado, con lo que se logran importantes aumentos de productividad. Por lo tanto, las plataformas son fundamentales para construir un ecosistema propicio para la IA.

En contra de la idea común de que la revolución digital desencadena necesariamente una descentralización económica, es posible que la IA provoque o refuerce la centralización del poder en manos de unos pocos agentes. Gracias a las economías de escala y alcance, los efectos de red y otras características centrales de la economía digital, los imperios digitales se benefician de una aceleración de su concentración de poder en los ámbitos económico, militar y político. Esta dinámica puede reintroducir una lógica de bloques, mediante la cual las grandes potencias políticas acaben definiendo la próxima época de las relaciones internacionales. Los nuevos imperios digitales funcionan a escala regional o continental, incluidos los imperios estadounidense y chino. Otros agentes, como Francia, Canadá o incluso Europa, pueden tratar de emanciparse de esas potencias mediante estrategias de IA nacionales o regionales, o forjando alianzas.

La IA global, ¿‘corre’ hacia abajo?

Hay en curso una carrera global entre empresas y estados para desarrollar nuevas tecnologías de IA lo más rápidamente posible. Aunque la competencia acelera la innovación beneficiosa, si carece de incentivos de mercado o de coordinación global, también puede impulsar una carrera hacia abajo en las normas relacionadas con la ética, la seguridad y la defensa de los valores humanos como, entre otros, la privacidad, la dignidad, la justicia, la transparencia. En un entorno económico y global competitivo, las empresas y los países se apresuran a lanzar productos, sin que a veces dediquen el tiempo y los recursos necesarios a tomar precauciones y realizar pruebas éticas y de seguridad. En todas partes, existe una resistencia a la introducción de reglamentos que puedan obstaculizar la innovación y frenar el desarrollo de la IA, comprometiendo con ello la competitividad nacional. Por ejemplo, la Oficina de Administración y Presupuesto de Estados Unidos ha publicado un proyecto de pautas para los organismos gubernamentales estadounidenses que censura el enfoque cauteloso e insiste, en cambio, en “enfoques no normativos” que dejen margen para que los productos se prueben (y fracasen).

Oleada de estrategias IA nacionales

Los agentes nacionales son cada vez más conscientes de las cuestiones estratégicas, económicas, políticas y militares que están en juego en el desarrollo de la IA. Los intereses nacionales rivales están llevando a la competencia en un plano global. En los últimos tres años, Francia, Canadá, China, Dinamarca, la Unión Europea, Finlandia, India, Italia, Japón, México, la región nórdica y báltica, Singapur, Corea del Sur, Suecia, Taiwán, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Reino Unido y otros países han dado a conocer estrategias para promover el uso y el desarrollo de la IA. Esas estrategias varían según los distintos ámbitos fundamentales: investigación científica, desarrollo de talentos, ética, acceso a datos, fomento de la adopción por parte del sector público y la industria. Están en juego intereses económicos nacionales con el potencial de obtener beneficios financieros y económicos de las ofertas de nuevos productos y mercados. Las estrategias de Finlandia y los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, se centran en la adopción de la IA en sectores clave para impulsar la actividad económica y la diversificación.

Estados Unidos, China y la Unión Europea, entre otros, aspiran a convertirse en líderes mundiales en el desarrollo de la IA. Hoy en día, Estados Unidos y China forman casi un duopolio en ese ámbito debido a factores como los grandes mercados, la fuerte reserva de talento, las políticas de apoyo a la innovación y el emprendimiento y las inversiones masivas en I+D. En el 2018, el total estimado de sus inversiones de capital de riesgo en start-ups de IA representó más de un 75% de las inversiones mundiales. Según los datos de la Asociación Nacional de Capital de Riesgo, 965 empresas relacionadas con la IA en Estados Unidos recaudaron 13.500 millones de dólares en capital de riesgo entre el primer y tercer trimestre del 2019. Los responsables europeos de la formulación de políticas insisten en que, aunque Europa está a la zaga de sus homólogos estadounidenses y chinos, la apuesta del continente por la IA es a largo plazo. Dado que las tecnologías de la IA y la penetración en el mercado distan mucho de estar maduras, la apuesta a largo plazo de la Unión Europea busca sacar provecho de la masa crítica de su mercado y sus valores fundamentales, como la privacidad, la transparencia, la rendición de cuentas y la equidad.

A medida que la revolución digital se acelera a un ritmo sin precedentes, la ventaja competitiva de los países dependerá cada vez más de los sectores que aprovechen y desarrollen la IA”

Agentes importantes, como el Reino Unido, Canadá y Francia, tienen ambiciosas estrategias globales y están realizando importantes inversiones para convertirse en polos de la IA. Otros países se especializan en ciertos aspectos, siguiendo una lógica de nicho. La India, por ejemplo, quiere convertirse en un garaje de la IA, especializado en probar aplicaciones nacionales específicas para el desarrollo económico de los diferentes países. La estrategia de Australia se centra en gran medida en la adopción sectorial de la IA, mientras que la de Canadá lo hace en la investigación científica y el desarrollo de talentos.

Aunque cada país puede aprovechar su posicionamiento estratégico y sus fortalezas para cosechar los beneficios de la IA, es evidente que los pioneros y las grandes empresas cuentan con ventajas distintivas. Tienen el poder de establecer estándares y reglamentos y, por lo tanto, de determinar el curso de las tecnologías. El establecimiento de normas técnicas, por ejemplo, es una palanca estratégica de la formulación de políticas y contribuye a configurar los mercados. Los gobiernos de países tecnológicamente punteros como Estados Unidos, China y la Unión Europea utilizan la política de estandarización y aprovechan en las negociaciones comerciales su enorme poder para aumentar su competitividad.

La tensión entre los diferentes órganos encargados de establecer normas es visible en el continente africano, especialmente en relación con las tecnologías de reconocimiento facial. Las normas sobre esa tecnología contienen un posicionamiento subyacente respecto de temas de gran interés social como la privacidad, los derechos humanos y la vigilancia. La creciente rivalidad entre las normas chinas elaboradas y difundidas por empresas chinas que operan en África (como ZTE, Dahua y China Telecom) y la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de las Naciones Unidas, encargada de elaborar normas mundiales, ilustran este antagonismo más amplio.

Más allá de la influencia económica, los intereses políticos y militares impulsan las inversiones nacionales en la investigación y las aplicaciones de la IA. En varios casos, como en los de Estados Unidos y China, las estrategias implican inversiones en aplicaciones militares e investigaciones científicas. La IA también tiene repercusiones en la política; en la última década, se han utilizado técnicas de aprendizaje automático para dirigir y personalizar los mensajes políticos en las redes sociales, tanto en campañas políticas oficiales como por parte de bots no oficiales, fake news y la desinformación.

Encabezar el desarrollo de la IA también proporciona a los países una ventaja significativa en términos de poder blando. Acuñado por el profesor Joseph Nye de la Universidad Harvard a finales de la década de 1980, el término poder blando (la capacidad de un país de persuadir a otros para que hagan lo que quiere sin empleo de fuerza ni coacción) es un concepto relevante para analizar la influencia de los imperios digitales. El mensaje general de Nye es que la seguridad de un país depende “tanto de ganar corazones y mentes como de ganar guerras”. Facebook, YouTube y WeChat tienen la capacidad de moldear el comportamiento de miles de millones de personas, así como las actitudes y preferencias a largo plazo. Apoyan a sus respectivos países de origen difundiendo cultura, ideales y valores. En tal contexto, la importancia cultural de la tecnología surge como una tendencia decisiva en las relaciones internacionales.

La IA se está convirtiendo cada vez más en un factor estratégico en las relaciones internacionales y la geopolítica; y lo hará aún más con la expansión de las aplicaciones que la usan. En el plano mundial, la IA también puede acelerar la concentración de recursos y el poder en un puñado de grandes agentes (países o empresas), lo que dará lugar a un desequilibrio mundial, tal vez duradero, de fuerzas en el crecimiento económico y la riqueza. Y la concentración del crecimiento económico en los países que actúan con rapidez y en las economías de escala puede tener graves repercusiones en el orden mundial y exacerbar las desigualdades económicas entre los países con capacidades y los países que carecen de ellas.

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