Las ventajas de ser una persona humilde en un mundo orientado a la autopromoción constante
Las ventajas de ser una persona humilde en un mundo orientado a la autopromoción constante
Ser humilde, en la época dorada de la autopromoción, no está de moda. Saber venderse, sobre todo en las redes sociales, se ha convertido casi en un hábito automático para muchas personas. Ese ‘autobombo’ también es un requisito en ciertas profesiones, incluso en aquellas que hasta no hace tanto se beneficiaban de mantener un perfil bajo. Es el caso de los escritores, quiénes en su mayoría, y sobre todo en el caso de los noveles, constatan que tener unas redes sociales con numerosos seguidores comprometidos es casi una obligación si quieren ser llegar a ser publicados por una editorial.
El escritor Gabri Ródenas no es un autor novel. No obstante, ostenta el curioso honor de ser uno de esos autores “silenciosos” con más predicamento fuera de su país que dentro del mismo, lo que lo ha convertido en un creador exitoso, aunque esencialmente humilde. Su obra se ha traducido al alemán, al francés, al griego y al japonés, entre otros idiomas, algo harto difícil para un autor español.
A pesar de ello, este profesor de filosofía aboga por las virtudes de una humildad bien entendida: “Mi padre siempre decía que sus pilares son: respeto, honestidad y humildad. Lo admiro mucho como persona, y para mí constituye un buen ejemplo, de modo que creo que un profesional, sea escritor o no, puede (por no decir debe) ser humilde. Lo cual nos lleva a la segunda cuestión. Hay un malentendido; parece ser que humilde equivale a achantarse, a hacerse invisible, a amilanarse, cuando en realidad no es así. Ser humilde es aceptar que ha habido, hay y habrá escritores y escritoras mucho mejores que tú, y que lo único que te queda es aportar tu granito de arena, tu mejor granito de arena posible”.
Y es que, como señala Ródenas, no debemos confundir humildad con falta de autoestima (o con la falsa humildad), pues una persona humilde puede también ser bien consciente de sus habilidades. Supongamos que hablamos de un actor famoso, quien ha ganado numerosos premios por sus interpretaciones. Puede que este reconozca que es un buen profesional y posee buenas cualidades para realizar su trabajo, e incluso que esté en cierta medida orgulloso de sus logros. Y, aun así, seguir resultando una persona humilde siempre que no considere que dichos logros y cualidades lo sitúan por encima de los demás y le otorgan el derecho a un trato especial.
¿Qué es ser humilde?
¿Qué es entonces la humildad? Diversas investigaciones sugieren que las personas humildes tienen una visión bastante precisa de sí mismos, son conscientes de sus errores y limitaciones, están abiertos a recibir otros puntos de vista, mantienen sus logros y sus habilidades en perspectiva, no están centrados en sí mismos en exceso y son capaces de apreciar el valor de todo, incluyendo el de los demás.
Virtudes todas estas que suelen brillar por su ausencia en las redes sociales, en las que el yo se impone a todo lo demás y en las que los logros personales, aunque sean tan banales como tomarse un latte en no sé qué sitio de moda, no dejan de compartirse como trofeos cotidianos.
Las ventajas de saber venderse las conocemos de sobra y, si no las sabemos, podemos encontrar cientos de cursos que nos enseñarán a hacerlo. Pero, ¿cuáles son los beneficios ocultos de la humildad?
Beneficios ocultos
1. Mejores relaciones
Diversos estudios sugieren, por ejemplo, que las personas humildes cuidan mucho más sus relaciones, quizá porque son capaces de aceptar a los demás como son. Por ello, son mucho más propensos a reparar y a crear vínculos fuertes con los demás. Y cuidar las relaciones es cuidarse a uno mismo y la propia salud.
2. Mejor liderazgo
Las personas humildes también son mejores líderes, y la humildad y la honestidad son buenos factores predictivos respecto a los resultados de un empleado en su trabajo.
3. Menos ansiedad
Ser humilde también es garantía de serenidad, pues varios estudios han señalado que las personas con egos tranquilos sufren menos ansiedad.
4. Mayor autocontrol
Quizá porque también conocen y aceptan mejor sus propios límites, y porque están menos obsesionadas consigo mismas, las personas humildes también poseen una mayor capacidad de autocontrol. Paradójicamente, hay estudios que vinculan el exceso de ego y el narcisismo con una menor habilidad para controlar los propios impulsos.
5. Más calidad personal y espiritual
Cuando conocemos a alguien que irradia humildad nos sentimos bien de inmediato, quizá porque a su lado nos sentimos vistos, escuchados y aceptados tal y como somos. Las personas verdaderamente humildes −no las que solo buscan parecerlo− pueden regalar este don a los demás porque también son capaces de ver y aceptar sus fortalezas y limitaciones, sin juzgarse ni ponerse a la defensiva.
6. La vida como escuela
Las personas humildes ven la vida como una oportunidad de aprendizaje para todos, reconociendo que, aunque nadie es perfecto, todos podemos trabajar nuestras limitaciones y abrirnos a recibir nuevas ideas, consejos o críticas. La persona humilde nunca deja de aprender precisamente porque es permeable a los demás y no se considera por encima de nadie.
7. Más responsabilidad
Un ego aquietado se traduce en una menor agresividad y manipulación, en más honestidad y espíritu constructivo. Las personas humildes toman responsabilidad por sus acciones, corrigen sus errores, escuchan las ideas de los demás y no sobrestiman sus capacidades.
Cómo cultivarla
¿Y cuál es la mejor escuela de humildad? Las personas con menos ego que conozco suelen haber pasado por alguna gran adversidad que les ha hecho contemplar la vida, y a sí mismos, de otra manera. Las tres virtudes que suelen cultivar en su día a día, y que todos podemos practicar desde hoy mismo son:
1. El agradecimiento. Decir “gracias” significa reconocer los dones y los regalos que se nos dan y, como resultado, reconocer también el valor de los demás. La gratitud cambia el foco de uno mismo hacia el otro y esta es una de las características de la humildad. Un estudio reciente vincula la gratitud con la humildad, apuntando, de hecho, a que una y otra virtud se retroalimentan.
2. El mindfulness. La atención presente o mindfulness nos otorga el permiso para parar y darnos cuenta de nuestros pensamientos y nuestras emociones sin juzgarlos. Cuanta más conciencia tenemos de nuestra vida interna más sencillo resulta deshacerse de pensamientos poco útiles y corregir hábitos que nos limitan. Conocer y aceptar esas partes de nosotros mismos que nos suponen un reto nos ayuda a ver a los demás con compasión y a tratarlos con más amabilidad y respeto.
3. Apreciar(nos) por lo que somos. A menudo nos machacamos cuando cometemos un fallo o no logramos alcanzar cierta meta que nos habíamos fijado. Si nuestra autoestima se resiente en esas circunstancias es porque nos valoramos, sobre todo, en relación con expectativas y objetivos externos. Valorarse a uno mismo y a los demás de forma incondicional, por lo que somos como seres humanos y no por lo que logramos, lo que poseemos o lo que hacemos, es quizá el paso más difícil, pero el más importante, en el camino hacia la humildad.