Dava Sobel: “Los modelos a seguir son importantes, es de mucha ayuda ver en lo que te quieres convertir”

Dava Sobel: “Los modelos a seguir son importantes, es de mucha ayuda ver en lo que te quieres convertir”

En junio de 2006, Dava Sobel fue la única miembro no científico del comité encargado de desarrollar una nueva definición de lo que es un planeta y lo que no dentro de la Unión Astronómica Internacional (AIU).
14 Abril 2019

El resultado de aquel trabajo fue, a su pesar, la degradación de Plutón de la categoría de planeta a la de planeta enano, algo que miles de personas en todo el mundo vivieron como un ultraje. Sobel reconoce que para ella también fue una decepción.

Sus otras actividades científicas le han traído más alegrías. Tras escribir sobre ciencia como reportera para el New York Times durante décadas, ahora se dedica a los libros, y reconoce que lo prefiere porque le da más tiempo para reflexionar y escribir historias complejas. La complejidad no le asusta lo más mínimo. Su primer gran éxito editorial, Longitud, contaba la historia de John Harrison, que dedicó su vida a desarrollar un cronómetro marino que permitiese medir la longitud en el mar. Un tema que ella misma reconoce como poco interesante desde fuera a cualquiera que no esté previamente interesado en la navegación. Eso no fue un problema para ella, y su libro fue un éxito.

Sobel ha visitado Madrid como parte de la presentación de El universo de cristal, la historia de las mujeres que en el siglo XIX empezaron a trabajar en Harvard como calculadoras humanas que analizaban e interpretaban las observaciones que hacían los astrónomos. Ellos miraban, pero si veían algo en sus imágenes eran porque ellas les ayudaban a entenderlas.

Rocío Pérez Benavente (RPB) ¿Por qué decidió que las protagonistas de su libro “El universo de cristal” merecían su tiempo y su atención?

Dava Sobel (DS) Porque el trabajo que hicieron fue muy importante. La primera vez que oí hablar de ellas fue a una científica que trabajaba en el proyecto de un telescopio, y ella mencionó a Henrietta Leavitt como alguien que había sido muy importante para el trabajo que ella estaba haciendo. Me pareció muy interesante que alguien de hace cien años hubiese hecho algo que aún hoy sigue considerándose tan útil y relevante.

Después descubrí que ella era una de muchas mujeres que trabajaron en Harvard, y Harvard no es un lugar especialmente acogedor con las mujeres aun hoy, así que imagínate, entonces lo era aún menos. Me pareció una historia extraordinaria.

Pero no me puse a ello inmediatamente. Tardé unos veinte años en hacerlo, y me alegro de haberlo hecho por fin.

(RPB) ¿Por qué volvió a ella después de veinte años?

(DS) Seguía estando en el fondo de mi cabeza, y ya había desarrollado todas mis demás ideas, así que pensé que ya era hora. Sabía que iba a ser muy difícil, así que quizá por eso lo había ido dejando hasta ese momento.

 (RPB) ¿Más difícil que otras historias?

(DS) Sí, porque hay muchos personajes y la historia transcurre a lo largo de un periodo de tiempo muy largo, así que suponía un problema de estructura incluso antes de empezar a trabajar en la historia. No estaba segura de cómo iba a poder manejar esto, pero ese era parte del desafío en este caso, de lo que me ha hecho disfrutarlo tanto. Ha sido como hacer un puzle, tienes que desentrañar cada parte, decidir qué voz debe tener la narración. Eso es diferente cada vez.

(RPB) Como autora de libros sobre ciencia, este último en concreto sobre la historia de unas mujeres dedicadas a la ciencia, ¿cree que es posible atraer la atención de un público que no tiene, o que cree no tener, ningún interés especial por la ciencia o por la historia de las mujeres?

(DS) Ese es siempre el principal problema de cualquiera que se dedique a escribir de cualquier tema: la gente está muy ocupada, tiene cien cosas que hacer además y antes de leer lo que tú has escrito.

Yo lo que hago es intentar involucrar al lector en la historia, de alguna forma. Recuerdo cuando escribí Longitud que pensé que en teoría sonaba como algo que nadie querría leer. El tema era durísimo. E incluso si conseguía atraer la curiosidad de alguien, aun tendría que explicarles cosas un poco tediosas, como qué es la latitud, y la longitud… este tipo de cosas. ¿Cómo podía hacer eso con sensibilidad, sin insultar la inteligencia de los lectores?

(RPB) ¿Cómo lo hizo?

(DS) Recuerdo haber dado vueltas y vueltas a esto durante meses hasta que recordé el momento en el que, siendo de niña aprendí yo misma estos conceptos, gracias a un juguete que tenía. Y decidí contarlo así, y funcionó.

Como periodista no tienes tanto tiempo para dedicarle a cada historia, claro. Por eso yo prefiero escribir libros, porque tienes más tiempo. Y muchos días parece que no estás haciendo gran cosa, porque dedicas mucho tiempo a investigar, pero los problemas y las claves de la historia van dando vueltas en tu cabeza, a veces en un segundo plano, sin que les hagas mucho caso.

En realidad, yo creo que al final todo se reduce a una historia. Una historia sobre cualquier cosa. Los humanos pensamos en historias, en cuentos. “Érase una vez…”

 (RPB) El problema es que los cuentos cambian según a quién se lo cuentes…

(DS) También es una cuestión de tu audiencia, claro, de saber quién es tu lector, algo que, por supuesto, es imposible. Una cosa que a mí me ayuda es pensar en una persona, una persona específica a quien le cuento cada historia.

(RPB) ¿En quién piensa?

(DS) Cada vez en una persona distinta. Con Latitud fue en mi madre, porque a ella le interesaba mucho la navegación y no conocía esta historia. Y con La hija de Galileo pensé en un historiador de la ciencia de Harvard con el que estuve consultando la historia de este libro y él me dijo que, por lo que él tenía entendido, Galileo había abandonado a la chica en un convento y nunca se había vuelto a interesar por ella.

Pero yo le respondí que había leído cartas de ella a él en las que le pedía alguna cosa y poco después le daba las gracias por lo que fuera, así que él debía estar pendiente de ella de alguna forma. Y él me dijo: “Bueno, pues tendrás que convencerme”. Y en eso pensaba al escribir.

Tengo a esa persona en la cabeza y no pienso en el público general. Porque, ¿quién es esa gente? En realidad no lo sé.

(RPB) Es curioso porque parece que la astronomía es un poco una isla dentro de las distintas ramas de la ciencia en lo que a modelos femeninos se refiere. Y a menudo son grupos de mujeres que trabajaron juntas, no tanto una figura única y brillante.

(DS) ¿Lo es? No estoy segura. No sé lo suficiente sobre otros campos científicos como para dar una opinión informada, pero es algo que quizá merece la pena preguntarse. ¿Son las mujeres más cooperativas en la forma de trabajar? Desde luego estas mujeres cooperaban, pero también es verdad que algunas de ellas realmente brillaron, hicieron descubrimientos sobresalientes mientras las demás las apoyaban.

Siempre he pensado que la astronomía es un campo especialmente colectivo, donde la colaboración internacional siempre ha sido espectacular. Cuando EE. UU. y la URSS estaban en lo peor de la Guerra Fría, eso no impidió que los astrónomos de ambos países se reuniesen periódicamente y fuesen donde hiciera falta para trabajar juntos. Y tiene sentido porque la astronomía no puedes hacerla solo desde un sitio, lo cual fomenta, claro, la colaboración.

Puede también que se debiese a que la astronomía fue la primera ciencia basada en lo que ahora llamamos big data (recopilación y análisis de grandes cantidades de datos). Había muchas oportunidades para que participasen personas analizando datos, en el caso de estas mujeres, placas de cristal. Las mujeres eran perfectas para ese trabajo, también, en parte, porque cobraban menos.

(RPB) Precisamente sobre modelos a seguir, debatimos a veces sobre si las niñas los necesitan o si el hecho de que su presencia en carreras científicas y técnicas sea menor es algo natural.

(DS) Yo creo que los modelos son importantes, que es de mucha ayuda ver en lo que te quieres convertir. Si lo que ves cuando se habla o se muestra a las personas que hacen algo, por ejemplo ciencia, son solo hombres… quizá eso sea un desafío para algunas niñas y las anime. Conozco a mujeres que se encontraron con muchas barreras pero que cuanto más oían que no podían hacer algo, más determinadas se sentían a hacerlo.

Pero yo, por ejemplo, no tengo ese tipo de personalidad. Si a mí me hubiesen desanimado así, me habría rendido.

(RPB) Quizá debamos también pensar en cómo hablamos de esos modelos a seguir. Porque estamos acostumbrados a hablar de estas mujeres poderosas y heroicas que se desviven por su trabajo. Quizá esto tampoco sea lo mejor si lo que queremos es que las niñas se acerquen a la ciencia.

(DS) Es verdad. Podemos terminar pintando un panorama en el que nadie querría encontrarse.

Cuando trabajaba como periodista, leía cosas sobre científicos y siempre aparecían descritos como personas muy raras. No parecían gente normal. Creo que eso ha cambiado un poco, pero solía molestarme mucho. Y los periodistas solían fijarse precisamente en eso, en lo que reforzaba los estereotipos.

(RPB) ¿Cómo ha cambiado la percepción que la sociedad tiene de la ciencia y del conocimiento científico en los cuarenta años que lleva contando historias científicas?

(DS) Ha cambiado en que ahora, de pronto, los datos contrastados no son tan importantes. Da mucho miedo, no sé qué pensar. Es como si la gente simplemente hubiese decidido cerrar los ojos y hacerse los estúpidos.

(RPB) ¿Y qué podemos hacer con esto?

(DS) Pues no lo sé. Yo miro al gobierno de mi país y pienso “¿Pero cómo ha podido pasar esto?”.

(RPB) Yo que soy una optimista irredenta creo que esto es una lección, un toque de atención.

(DS) Que estamos tocando fondo, pero las cosas tienen que mejorar, ¿no? Espero que puedas convencer a mucha gente (risas).

(RPB) Tengo una última pregunta, quizá la más importante. ¿Qué ocurrió exactamente con Plutón? Usted estaba allí y yo necesito una explicación.

(DS) Pues lo que ocurrió es que teníamos el encargo de crear una nueva definición de planeta que sirviese, no solo para nuestro Sistema Solar sino también para otros sistemas solares. Así que el comité llegó a una definición de planeta que habría hecho que Plutón hubiese seguido considerándose un planeta.

Pero cuando nuestra definición se sometió a votación en la asamblea general de la AIU, que fue al final de una reunión que había durado varios días, en esa reunión solo quedaban allí personas con un sentimiento muy apasionado que creía que era ridículo llamar planeta a Plutón. Y rechazaron nuestra definición. ¡Había mucha animosidad en esa votación! Y no es algo que veas a menudo… O bueno, quizá sí. Los científicos son personas tan irracionales como cualquiera.

Así que cambiaron la definición y le añadieron un requisito más. La definición original decía que un planeta es “un cuerpo que orbita en torno a una estrella”, pero ahora decía que es un planeta que “orbita en torno al Sol”, así que el objetivo original, que sirviese para otros sistemas solares, se había perdido.

(RPB) ¡Entonces no se cumplió el encargo!

(DS) No se cumplió, no. Uno de los argumentos en contra de la definición que propusimos era que eso ampliaría el grupo de planetas en el sistema solar hasta unos cuarenta, y que los niños nunca podrían aprenderse cuarenta planetas. Y yo pensé “El que haya dicho esto no ha estado cerca de un niño en su vida, los niños memorizan cosas mucho más largas”, pero es que además, ¿qué argumento es ese? La tabla periódica de los elementos tiene más de cien elementos y nadie piensa en si los niños se los pueden aprender o no.

En fin, que fue una lástima porque si algo hemos aprendido en los últimos diez o quince años es que hay infinidad de sistemas solares ahí fuera, y si vamos a explorar los exoplanetas que los forman, estaría bien tener una definición que nos sirva. Fue un ejercicio fútil, en mi opinión.

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