“Sería sanísimo que todos el mundo hiciera voluntariado en algún momento” Catalina Parra
“Sería sanísimo que todos el mundo hiciera voluntariado en algún momento” Catalina Parra
Desde entonces, además, ha asesorado en la creación de carteras filantrópicas, creó la primera aceleradora en proyectos de impacto social, dirigió Fundación Tomillo y realizó “hackatones” cuando aún no tenían nombre.
¿Cómo ha sido tu trayectoria hasta el sector social?
CP Yo creo que mi trayectoria empieza antes de empezar a trabajar. Mucha gente me pregunta que cómo he llegado al ámbito social y yo siempre digo que esto lo mamas en casa y es lo que te imprime carácter y vocación. Yo hice mi primer voluntariado con 14 años, (cuando aún no había ley de voluntariado y se podía hacer a esa edad). Empecé yendo a un asilo de ancianos y más tarde me fui a Marruecos a trabajar en un orfanato. Son experiencias que te marcan de por vida.
A la hora de elegir carrera, opté por una ingeniería porque era algo que siempre me ha atraído, el aprender cómo funcionan las cosas. Desde pequeña, me gustaba meter los dedos en el enchufe.
Durante la carrera seguí haciendo voluntariado y, aunque me planteé trabajar en una ONG al terminar, me sugirieron trabajar en consultoría y ahí estuve varios años. Durante ese tiempo, mi marido y yo nos fuimos a Barcelona a hacer un master en el IESE. Para el trabajo que había que hacer entre el primer y segundo año, yo me empeñé en que fuera en una ONG. Y aunque parecía muy difícil, porque no solían ir ONGs a pedir perfiles a la escuela, de repente llegué FAD, así que les llamé para decirles que ese puesto era para mí. Era un trabajo para 3 meses, en los que pude participar en un proyecto muy profesional, dirigido por Boston Consulting Group. Esto me permitió, cuando al cabo de unos años dejé la consultoría, ser directora de Fundación Tomillo y participar en proyectos muy interesantes vinculados al sector social, desde la gestión de carteras filantrópicas a la realización de medición de impacto para proyectos sociales, mentoring a proyectos….
El sector social estuvo siempre ahí, pero también es verdad que los años que pasé en consultoría fueron de un gran aprendizaje, me permitieron realizar una carrera de la que estoy muy orgullosa y, además, aprendí muchísimo del sector de telecomunicaciones en el momento en que estaba empezando a coger fuerza el sector digital.
¿Y ahí surgió Haces Falta?
C.P.- Exacto. Tanto mi marido, José - que ahora es mi socio en Hazlo Posible- desde el banco en el que trabajaba, como yo, desde la consultora, vimos cómo estaba creciendo el sector internet. Pero en cambio las ONGs ni lo usaban ni le sacaban ningún partido. Así que empujados por Europa Press, que nos invitaron a usar la agencia, decidimos dar voz a las ONGs y a la gente que estaba trabajando para los demás.
En ese momento, el tema ONGs no salía en los medios, de ningún tipo. No se las mencionaba. Así que empezamos a hacer algunas cosas en prensa y radio; en televisión tuvimos una mala experiencia con una cadena que quería mostrar la parte más negativa de una ONG que queríamos cubrir.
Ahí nos dimos cuenta de que Internet no podría pararnos el contenido, nadie iba a decirnos qué podíamos publicar y qué no. Y así fue cómo surgió Canal Solidario, el primer portal horizontal de estos temas, que nació en 1999. Este canal fue creciendo y de ahí derivando otros proyectos. En el foro, por ejemplo, cada vez había más gente pidiendo dónde hacer voluntariados, dónde encontrar expertos….
Juntando esa necesidad, con modelos de proyectos como Monster, Infojobs o Idealist, que estaba naciendo en ese momento, nosotros creamos Haces Falta.
Cuáles son las 3 características más destacables, para ti, de la actitud emprendedora.
C.P.- Primero, el optimismo. El emprendedor debe ser optimista: no un iluso, pero sí una persona que ve el vaso medio lleno y cree que se puede llenar del todo.
Después, tiene que saber observar y escuchar muchísimo, porque hay muy poco por inventar, pero sí hay muchas ideas para mejorar y reinventar. La curiosidad y la escucha son importantes para todo en la vida.
Y, por último, capacidad de trabajo, porque sin trabajar no se puede emprender.
Más allá de esto, lo que falte, lo puedes coger. Pero estas 3 características son internas, las tiene que trabajar cada uno. .
¿Y cuál es el conocimiento que hay ahí fuera que hace falta para emprender?
C.P.- Para emprender en modelo empresa, hay que saber un poquito de negocio, claro. Pero si uno no sabe, es importante rodearse de la gente que sabe. De hecho, es muy difícil emprender en solitario. Primero porque es duro emprender y luego porque uno no lo sabe todo.
Lo que no hay que ser es un iluso, no pretender emprender en sectores que uno no conoce. Si quieres entrar en un sector que no es el tuyo, ve y aprende de ese sector, pregunta, investiga, mira qué formación necesitas para aprender sobre ello y luego, si quieres, emprende por tu cuenta en ese ámbito.
¿Cómo crees que está el sector del emprendimiento social? ¿Has notado cambio desde que empezaste en el sector social?
C.P.- Creo que el emprendimiento social está cada vez más en el mapa, aunque también es cierto que cada vez se está desdibujando más. En el espectro que hay entre las empresas que hacen RSC y las ONGs, hay muchos formatos que combinan el impacto social y el modelo de negocio de formas muy distintas. Entonces, respondiendo a la pregunta, sí, hay más emprendedores sociales, pero en formatos muy dispares. Lo que cual es muy lícito, está genial que hayan surgido todos estos formatos, para que cada uno encuentre su sitio. Me parece bien que haya emprendedores que busquen únicamente el impacto social, igual que me parece bien que haya quien, generando impacto, también busquen ganar dinero, ¿por qué no?
También la RSC ha evolucionado mucho y ya no es sólo donar dinero, sino involucrar la empresa de otro modo.
Y en fondos de inversión están los que invierten buscando un impacto y luego están los que han decidido no invertir en según qué tipo de empresas. De los primeros, de los que realmente buscan generar un cambio con la inversión, hay un 5%, de momento. Pero bienvenidos sean todos.
¿Y en voluntariado, ves una evolución?
C.P.- En voluntariado creo que ha aparecido el activismo digital, muy basado en la tecnología, que también es un formato de voluntariado. También ha hecho que sea más fácil convocar o proponer acciones pequeñas o puntuales, para quien no puede estar de forma continuada.
El que tal vez falta es el presencial. Con la crisis aumentó ese tipo de voluntariado, quizá porque gente que no tenía trabajo decidió ir a ayudar para llenar su tiempo. Pero ahora se está retrayendo.
Pero sí, sigue habiendo voluntariado y además se ha normalizado, ya no es algo residual.
Y la gente se va dando cuenta de que ayudando recibes más de lo que das. De hecho, sería sanísimo que todo el mundo hiciera voluntariado en algún momento.
¿Cuáles son tus 3 fuentes recurrentes para aprender?
C.P.- Primero, la gente: observar y escuchar. Y después leer mucho: en internet, libros, donde quieras, pero hay que tener una curiosidad permanente. Y si falta algo concreto, luego puedes ir a cursos concretos. Yo nunca he dejado de formarme, me parece fundamental para el trabajo y para la vida.
Por ejemplo, hice un máster en humanidades que compensó mi lado más tecnológico; me abrió los ojos porque me permitió estar en contacto con gente diferente a mi. Lo mismo hice en medición de impacto o lo que he ido necesitando.
Además, hay tantos cursos online y gratuitos si no tienes titulitis. La actitud de formarse permanentemente es básica.