¿La trampa de la recompensa en la cultura del esfuerzo?

¿La trampa de la recompensa en la cultura del esfuerzo?

Cada vez que pienso en alguien esforzándose, sobre todo si ese alguien soy yo, me imagino a un burro con orejeras persiguiendo una zanahoria, y otras veces me viene la recurrente escena de un hámster corriendo en la rueda dentro de su jaula. No lo puedo evitar. Quizá sea un recurso mental subconsciente, o inconsciente –nunca distingo del todo bien una cosa y la otra–, para hacerme reflexionar sobre el origen y destino de ese esfuerzo.
6 Enero 2019

Motivación intrínseca

Lo ideal es que la motivación venga de serie para la actividad que queremos llevar a cabo, por ejemplo cuando entrenaba para correr una media maratón, y simplemente corría porque me gustaba correr. Este tema me vino a la mente el otro día porque ya que tenía tiempo libre se me ocurrió retomar el libro que tenía empezado, «El juego de los abalorios» de Hermann Hesse; pero es como subir a una montaña arrastrando la piedra que desde arriba volverá a rodar ladera abajo. Así que decidí continuar con otro libro más simple y fácil de leer… Pero este no me aportaba más que un entretenimiento aburrido a cada página.

Entretenimiento aburrido

Es más fácil pasar con el dedo fotos y frases cortas, así arrastrando hacia arriba la pantallita, mientras estamos tumbados en el sofá, que pasar la vista por las palabras que hacen frases, y las frases se convierten en conceptos, imágenes que representan ideas o situaciones, escenas completas en un párrafo de un libro. Es más fácil. Y en esta cultura del esfuerzo y la recompensa inmediata queremos alcanzar la meta de un salto, y ya está.

La ley del mínimo esfuerzo

Las cosas que recuerdo con más cariño me costó mucho esfuerzo y mucho tiempo conseguirlas o crearlas: quizás la clave sea esa, como ya dije una vez, perseguir el correcaminos imposible de alcanzar, y si en un descuido de este lo alcanzamos, buscar otro correcaminos más veloz que perseguir. Si al hámster le gusta correr en la rueda, que corra y sea feliz; si al burro con orejeras le divierte perseguir la zanahoria, que la persiga y sea feliz.

Tal vez lo peligroso es pensar.

Hace un rato me he topado con aquella vieja inquietud de Aldous Huxley sobre la censura de libros, que dejaría de tener sentido en un futuro en el que no se leyeran libros.

Al tipo de la hamaca de arriba le falta el móvil, y es que hasta para estar en silencio con uno mismo se requiere esfuerzo, porque la mente no hace más que bombardearnos con ideas del pasado y angustias o sueños del futuro; la cabeza tiene la costumbre de no pararse quieta ni un segundo, puede que por eso nos gusten tanto los entretenimientos superfluos.

Aquí os pongo un dibujito que me ha gustado de un conejo y su recompensa, y después me pongo un poco más serio con estas ideas de la penitencia cristiana y la iluminación en el budismo.

Penitencia

Creo que fue también Huxley el que alguna vez se preguntó eso de ¿Y si este mundo es el infierno de otro planeta?

Yo no lo sé, pero sí tengo claro que para algunos ésta es una vida de sufrimientos y penitencia, lucha, esfuerzo y miseria. A estos les deseo que cuando se vayan para el otro lado encuentren el paraíso que no han sabido ver de este otro lado: me los imagino muriendo después de no haber sabido vivir, y en la sala de reencarnaciones darse cuenta que como premio a sus desdichadas vidas les vuelven a mandar abajo, a la tierra, para que abran los ojos y la miren con colores en vez de en blanco y negro.

Cada uno con su cruz.

Camino a la iluminación

Ya os he contado alguna vez de cuando me fui a un retiro de meditación budista, y estuve allí como 8 días de encierro, levantándome a las 4h.30 de la mañana para sentarme incómodamente a meditar por unas 14 horas interminables al día.

Las últimas charlas fueron de conclusiones y ejemplos de vida destacados, al estilo de las ponencias magistrales de motivación y autoayuda de los muchos gurús explicando cómo consiguieron aquello que perseguían, y explicando el secreto del éxito.

Bueno, en resumen el secreto de la iluminación para los adeptos de la técnica de meditación aquella, pasaba por encontrar cada día un par de ratos de una hora y media cada uno para sentarse a meditar. Cada día. Y así con mucho esfuerzo y muchos años de dedicación, en esta vida nos podríamos acercar un poquito más al final del todo, es decir, la iluminación.

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