María Neira: “Es probable que nuestros hijos vivan menos que nosotros”

María Neira: “Es probable que nuestros hijos vivan menos que nosotros”

María Neira, directora de Salud Pública y Determinantes Ambientales y Sociales de la Salud en la OMS, explica los efectos que la contaminación ya está teniendo en la salud
31 Octubre 2018

Lleva varias décadas trabajando para tratar de preservar la salud pública mundial, ora en lucha contra el plomo de las gasolinas, ora contra los pesticidas, ora contra el azúcar en la comida preparada. Se ha remangado en los campos de refugiados de Médicos sin Fronteras en Honduras, de Naciones Unidas en Mozambique y Ruanda y, desde hace casi quince años vuela sin tregua de un lado al otro lado del mundo para la Organización Mundial de la Salud (OMS), como directora del Departamento de Salud Pública, Medioambiente y Determinantes Sociales de la Salud.

Convencida de que nuestras vidas dependen de la salud del planeta, la médico María Neira), recogió hace algunos años el premio Príncipe de Asturias a la Cooperación junto a la directora de la OMS, Margaret Chan. La que fuera también directora de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria a principios de siglo XXI, ha hecho ahora de la contaminación del aire su mayor caballo de batalla.

Aun huyendo de mensajes apocalípticos, Neira no puede evitar reconocer sin paños calientes que “es probable que nuestros hijos tengan menos esperanza de vida que nosotros”.

PREGUNTA. Se le ha oído decir que las energías limpias son lo mejor que le puede pasar a la salud de la población ¿Realmente se ha llegado ya a ese punto? ¿Tan palpables en la salud son ya los efectos de la contaminación?

RESPUESTA. La contaminación ocupa ya el espacio más importante como determinante ambiental y social de la salud. Representa un 25 por ciento de la morbimortalidad y se cobra más de 6 millones de muertes al año, que tienen que ver con la falta de agua potable y la contaminación del aire, también con pesticidas y otros agentes químicos, pero fundamentalmente con la contaminación del aire.

Así que sí, con que pudiéramos resolver el problema de la contaminación atmosférica tendríamos ya mucho ganado porque estamos en una situación en la que es probable que la esperanza de vida de nuestros hijos sea menor que la nuestra como consecuencia de la contaminación, la alimentación y el sedentarismo.

P. ¿Por qué, entonces, no se adoptan medidas? ¿Falta compromiso político o social?

R. El problema es que se habla de cambio climático en las discusiones políticas como si fuera algo que se pueda negociar. No es negociable. El 90 por ciento de la población mundial respira aire que está por debajo de los estándares de calidad que hemos determinado en la OMS y la contaminación se está cobrando casi 7 millones de vidas cada año. Hay ciudades en las que no se puede circular…

No es algo de discusión política, si acaso de Política como mayúsculas, de Política de Salud Pública global. Se trata de entender que no es un discurso de izquierdistas ni de administraciones más o menos progresistas, ni siquiera es una cuestión económica…

Con todo, sí falta educación y concienciación. El día en el que las madres sepan que el asma de sus hijos es fruto de esa contaminación del aire tendremos una revolución que podrá ser muy positiva.

P. ¿Y ese día ha llegado? ¿La población es ya lo bastante consciente y madura como para forzar esa revolución?

R. En China esto ya está ocurriendo y el Gobierno se ha visto obligado a declarar la lucha contra la contaminación como prioridad. Los países nórdicos, de hecho, ya habían establecido una compensación extra para sus ciudadanos desplazados a China por trabajo y habían prohibido que vayan allí con sus familias porque el aire no es respirable, y cuando volvían de estar allí dos años destinados temían haber restado varios meses de esperanza de vida a sus hijos.

No hace falta que te lo cuenten: lo vives, no puedes respirar, te encuentras mal, ingresas a tus hijos hasta 20 veces en el hospital por asma.

El 20 de octubre se celebrará la primera conferencia global sobre contaminación del aire y salud y espero que esa reunión marque un cambio importante.

P. Ha dicho en alguna ocasión que le gustaría escuchar a los pediatras reñir indignados a sus alcaldes por el incremento de los casos de asma que están registrando y la ausencia de medidas para frenar el tráfico en las ciudades o la carencia de espacios para practicar deporte en sus barrios. ¿Realmente es responsabilidad del médico denunciar estas situaciones?

R. El médico de la consulta está desbordado en su día a día y a veces no puede hacer más, pero debe ser consciente de la fuerza que tiene, de la influencia que puede tener sobre sus pacientes y, con ello, de su capacidad para poder influir en las políticas públicas. Y a la vez, de lo importante que es cambiar esas políticas públicas.

Cuando los alcaldes se den cuenta, por ejemplo, de que el beneficio social de medidas para mejorar el urbanismo, el transporte, la calidad del aire se traduce también en rédito electoral, las adoptarán.

La salud va a depender del modelo que adoptemos de energía, de transporte, de producción de alimentos y de urbanismo

P. ¿Y cuáles son esas medidas tan urgentes que habría que adoptar: carriles bici, impuestos al azúcar, políticas antipobreza, prohibición del diésel…? ¿Por dónde se empieza cuando hay tantos frentes abiertos?

P. Cuando se amplía tanto se corre el riesgo de acabar en una discusión filosófica.Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS)nos gusta hablar de determinantes ambientales de la salud. Y en eso será fundamental el debate sobre el tipo de energía que queremos tener. La decisión sobre adoptar energías sostenibles y asequibles tendrá una repercusión importantísima sobre la salud.
La otra decisión que hay que adoptar es sobre nuestro sistema de producción de alimentos. Desde el punto cero hasta el consumo gastronómico y lúdico.

Hay que decidir si queremos seguir usando la alimentación para destruir nuestra salud o no.

Hay que decidir si queremos seguir usando la alimentación para destruir nuestra salud o no. Tenemos que volver a adoptar pautas de alimentación que no nos hagan daño a nosotros mismos.
Y también debemos replantear nuestras ciudades: una planificación urbanística saludable es fundamental.

La salud va a depender del modelo que adoptemos de energía, de transporte, de producción de alimentos, de urbanismo… tenemos que reconciliar el desarrollo económico con la protección del medio ambiente, tenemos que alcanzar un modelo de desarrollo sostenible porque ese desarrollo sostenible es la mejor garantía para la salud de la población.

P. Pero nada de eso que cita (urbanismo, fuentes de energía, etc.) es competencia de los departamentos de Sanidad, trasciende con creces la capacidad de los sistemas sanitarios y, desde luego, su presupuesto. ¿Hay que involucrar a otros departamentos políticos en la protección de la salud o a la Sanidad en políticas y acciones de otros departamentos como energía o fomento?

R. Es verdad que el presupuesto de la sanidad debe dedicarse a lo curativo, pero hay que reivindicar también el papel del sector sanitario en las políticas urbanísticas, en las de energía, en las de alimentación.

Si sanidad dedicara una parte pequeñísima de su esfuerzo a influir en una planificación urbanística saludable, a forzar medidas sobre la alimentación, por ejemplo, el retorno que sería enorme. Por cada euro invertido se obtendrían 25 de retorno.

El sector sanitario debe influir y ofrecer argumentos científicos sólidos para ejercer esa influencia en otros ámbitos como las energías.Porque actuar en esos campos es la única forma de ir al origen y corregir las verdaderas causas de muchas enfermedades.

P. ¿Sigue faltando, con todo, complicidad de la industria?

R. La industria de la energía sabe anticiparse a los cambios. Y sabe que en unos cinco años los combustibles fósiles serán precisamente eso, fósiles. Y la industria a automovilística también sabe encontrar negocio en el cambio. Así que es posible. Y además, es la única vía.

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