La toma de decisiones te cansa, te quema y, por tanto, te afecta. Cómo lo puedes solucionar
La toma de decisiones te cansa, te quema y, por tanto, te afecta. Cómo lo puedes solucionar
La materia gris de los humanos es capaz de muchas cosas, incluso algunas de ellas verdaderamente increíbles y maravillosas, pero sus habilidades y sus capacidades no son ilimitadas. Cuando el cerebro ejerce su función ejecutiva para tomar decisiones, algo que todos hacemos todos los días y de manera casi constante, usa un recurso que tiene una capacidad limitada.
Suponte que, tras un largo día de trabajo, estando ya en tu casa, tienes que decidir qué ropa ponerte mañana para una importante entrevista con un nuevo cliente. Sin embargo, tener que elegir entre todo lo que tienes en el armario te resulta insoportable, de modo que es muy probable que termines tomando una mala decisión o postergándola hasta el día siguiente. Pero, ¿qué te ocurre?, ¿qué es lo que te pasa?, ¿por qué una cosa tan sencilla se ha convertido en algo que rechazas?
Steve Jobs vestía siempre con un atuendo muy parecido, una camiseta de cuello alto y unos vaqueros. El creador y CEO de Facebook, Mark Zuckerberg generalmente viste camisetas color gris. El expresidente Barack Obama declaró en una entrevista a la revista Vanity Fair que solo utilizaba trajes grises o azules y que nunca elegía lo que debía comer. Estas tres personalidades han declarado que tienen que tomar todos los días muchas e importantes decisiones y que por tanto tratan de reducir su número, de forma que, las que tomen, lo sean de manera adecuada.
“Tomar buenas decisiones es una habilidad crucial en cada nivel” Peter Drucker.
En la actualidad, cualquier profesional, cualquier directivo, vive en una era digital en la que está hiperconectado. Esto le lleva a que, nada más empezar a trabajar y a lo largo de todo el día, tenga que tomar decisiones, a que tenga que sopesar sobre diversas opciones para decidirse por una.
Pero, con cada una que toma, gasta parte de su energía mental y ésta, como ya he comentado, es limitada. Es más, cuantas más decisiones tome a lo largo del día, mayores serán sus posibilidades de quemarse, lo que le llevará indefectiblemente por el camino de tomar decisiones realmente malas.
A diferencia de tus músculos que, tras un intenso ejercicio, tienen medios para avisarte de que están sufriendo agotamiento, tu mente parece no tenerlos para alertarte cuando sufres fatiga debida a la toma excesiva de decisiones.
“No soy producto de mis circunstancias, soy producto de mis decisiones” Steven Covey.
Debes prepararte para buscar, aprender a “leer”, los síntomas que te advierten de que ya estás quemado y de que corres el riesgo de fallar al elegir entre varias opciones. Veamos en qué te puedes apoyar para ser consciente de la situación.
- Detectas un aumento del comportamiento impulsivo. Lo que significa que sufres una predisposición a reaccionar de forma incontrolada, y veloz, ante la presencia de un suceso o de un estímulo que, o bien pueden proceder del exterior o bien de ti mismo. El comportamiento compulsivo te llevará a fallar en tu juicio analítico y a caer en una falta de ponderación de las consecuencias de tus actos. Y a equivocarte.
- Sientes arrepentimiento por tu conducta sin que, pese a ello, se detengan tus actos sino, por el contrario, éstos se producen de forma reiterada o compulsiva. Si bien esto se da con mucha claridad en casos como las adicciones, el juego patológico o las compras compulsivas, en el trabajo puede que tomes decisiones de las que, reiteradamente también, terminas arrepintiéndote.
- Retrasas constantemente las grandes decisiones. Aunque esto sea lo contrario de las decisiones impulsivas, si sientes que lo estás haciendo, si has sido constantemente incapaz de tomar decisiones de las que eres consciente que deberías tomarlas, definitivamente es muy probable que estés sufriendo fatiga por la toma de decisiones.
- Luchas contra pequeñas decisiones. Si sientes que tienes que decidir constantemente sobre cosas banales y que te cuesta hacerlo, es otro punto a favor de lo que estamos tratando.
- Convertirte en un cuello de botella en tu trabajo. En cualquier organización, las cosas solo funcionan sin problemas si todos los involucrados cumplen correctamente y a tiempo con sus obligaciones. Por el contrario, la incapacidad de una sola persona para tomar decisiones de manera oportuna creará una cierta congestión en un flujo de trabajo establecido, y esto puede afectar negativamente, sin ningún género de dudas, a todo el equipo. Si te reconoces también en este caso, es hora de hacer algo con respecto a tu fatiga de decisión.
- Sientes incapacidad para planificar y prevenir. Al actuar empujado por los impulsos, te será más dificultoso prever consecuencias esperadas y lógicas. Al revés, tu día se caracterizará por las constantes sorpresas y donde cualquier cosa puede suceder.
- Tienes escasa perseverancia. Lo que te lleva a cambiar constantemente de foco, a picotear un poco en cada cosa y a procrastinar las tareas, bien porque te resultan poco atractivas o por cualquier otro motivo que te facilite posponer irracionalmente tus obligaciones.
- Buscas nuevas y constantes urgencias. Esto puede ser el resultado de una tendencia a actuar movido por estados emocionales intensos, tanto cuando son positivos como negativos. Tales estados distorsionan la capacidad para seleccionar con serenidad las acciones que en verdad te van a aportar buenos resultados y que, además, te ayudan a evitar el arrepentimiento consecuente, típico y posterior, que te invade cuando actúas dominado por esos impulsos irrefrenables.
“Nunca tomes una decisión negativa en los momentos bajos. Nunca tomes tus decisiones más importantes cuando estas de mal humor. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará” Robert H. Schuller.
Si puedes identificar alguno de los párrafos anteriores como algo que te ocurre, tal vez deberías pensar en hacer algo, por tu parte, y tomar algunas medidas con el fin de mitigar los efectos de la fatiga de las decisiones en tu vida.
- Limita tus opciones. El poder elegir es casi siempre una buena cosa. Pero cuando tienes demasiadas opciones donde fijar la vista, puede ser más perjudicial que beneficioso. Por tanto, busca dónde puedes limitar o minimizar las opciones que te provocan esos dolores de cabeza y que sabes que no aportan grandes cosas a tu vida.
- Desarrolla unas rutinas. No desperdicies tu energía mental luchando con las mismas decisiones todos los días ya que las opciones más pequeñas, como pueden ser muy abundantes, al acumularse pueden hacer mucho daño. Ten en cuenta que algunas las podrás convertir en hábitos. Para identificarlas, haz un examen de cómo es tu día desde que te levantas hasta que te acuestas.
- Toma tus decisiones más importantes lo antes posible, mejor por la mañana. Ten en cuenta que tu capacidad productiva se va desgastando con cada cosa que haces, y que lo mismo ocurre con tus decisiones. Aprovecha cuando tus recursos cerebrales están aún frescos y con mayor capacidad para tomar las decisiones más difíciles o más importantes. Si las dejas para más tarde correrás el peligro de procrastinarlas o tomarlas mal.
- Y, sobre todo, no seas perfeccionista. Aprende a aceptar que lo que es “suficientemente bueno” te llevará por el camino de la eficiencia. El cuestionarte constantemente sobre si el nivel al que has llegado es el adecuado, no te aportará más que sufrimiento por el trabajo inacabado y reducirá aún más tu voluntad. Es una realidad que las personas satisfechas con una opción que, simplemente, cumple con sus criterios, se sienten mejor con respecto a sus decisiones. Sin embargo, aquellos que se angustian por cada opción antes de tomar una decisión, en general, terminan sintiéndose peor por el resultado obtenido.
“Las puertas que abrimos y cerramos cada día deciden las vidas que vivimos” Flora Whittemore.
Te guste o no, tomar decisiones es una parte esencial de tu vida cotidiana. Cada tarea que abordas y cada elección que tomas, incluso las más leves, van eliminando paulatinamente tus recursos mentales, por lo que debes ser consciente de en qué decides gastarlos.
Para tomarlas correctamente, desarrolla algunos hábitos que ahorren ese tipo de energía tan esencial para llevar a cabo bien tu trabajo. Y sé inteligente respecto a cuándo debes de tomar algunas decisiones, para asegurarte de que siempre tengas suficiente capacidad mental para las más importantes.