¿Venden humo los nómadas digitales?
¿Venden humo los nómadas digitales?
Por supuesto, tengo mis razones. A grandes rasgos, creo que estos son los tres grandes problemas del nómada digital a los que no me gustaría tener que enfrentarme jamás (y menos de forma habitual):
1. Problemas técnicos.
Antes señalábamos que un nómada digital solo necesita un ordenador y una conexión a internet para hacer su trabajo. El problema es que, como suele pasar siempre, la realidad no es tan sencilla como nos la intentan vender.
Un ejemplo muy fácil para ilustrar este problema: las baterías de los ordenadores portátiles, con suerte, apenas duran unas horas. Y hasta donde yo se, no emana energía eléctrica de las laderas del Kilimanjaro o de los árboles de la selva amazónica. Por tanto, por muy nómada digital que seas vas a necesitar tener un enchufe cerca a la hora de currar.
Ocurre además que en muchos de los destinos preferidos por los nómadas digitales las conexiones a internet son malas, desesperantes y muy caras. Si en los hoteles de cinco estrellas de muchos de estos países el acceso a la red es complicadísimo (en ocasiones limitado a la zona de recepción), no quiero ni imaginarme lo que tiene que ser mendigar una conexión wifi gratuita en la calle.
2. Problemas de concentración.
Las limitaciones tecnológicas no son las únicas a las que se enfrentará el nómada digital. A poco que tengas que ser un poco creativo en tu trabajo, tendrás un problema muy grave de concentración si no consigues encontrar un lugar tranquilo y silencioso en el que trabajar.
El nomadismo digital suele asociarse con bloggers, copywriters, diseñadores web, consultores o traductores. El común denominador de estas profesiones es que sin concentración no hay creatividad. Corregidme si me equivoco pero, al menos en mi caso, la productividad cae en picado en entornos laborales que no son rutinarios.
Los vuelos de 8 horas, las noches en los albergues, las salidas nocturnas y, en definitiva, la imposibilidad de crear hábitos y rutinas, no ayudan a ser productivos y eficientes. No se vosotros, pero yo alguna vez he intentado adelantar trabajo mientras viajaba y para tareas que en condiciones normales habría ejecutado en apenas media hora he necesitado más del doble de tiempo.
3. Has de resetear tu vida frecuentemente.
Dejando al lado el tema laboral, un nómada está obligado a resetear su vida constantemente. Al principio esto puede parecer un reto divertido, incluso estimulante, pero no creo que a medio y largo plazo los efectos sean igual de positivos.
De forma inevitable, esta inestabilidad y esta falta de continuidad terminarán trasladándose al ámbito profesional y contribuyendo a alimentar los problemas de concentración que explicábamos en el punto anterior.
Mención a parte merece el hecho de que una vida nómada y en continuo reseteo sólo es apta para personas jóvenes o sin cargas familiares. No debe ser nada fácil vivir en continuo movimiento si tienes una familia con dos hijos pequeños. Como padre, me echo a temblar solo de pensar en lo que los niños necesitan para pasar un fin de semana fuera de casa, así que ni me imagino lo que tiene que suponer estar en continuo movimiento.
Teletrabajemos, pero sin vender humo
El teletrabajo es el futuro. De hecho, casi la mitad de mi trabajos actuales los hago de forma remota. Esto me permite conciliar vida personal y profesional y ser más mucho productivo organizándome como me da la gana.
Gracias al teletrabajo se eliminan las barreras físicas y se permite la expansión geográfica, por lo que alguien de Sevilla puede trabajar para una empresa de Londres con un jefe que toma decisiones desde Miami. Por no decir que el ahorro en costes es brutal tanto para la empresa como para el teletrabajador.
Pero una cosa es esto y otra bien distinta vender humo subiendo fotos a Instagram en las que se te ve trabajando desde Tulum, en Playa del Carmen, o desde la terraza de una cafetería en la isla de Palawan. Por mucho que se adorne, el trabajo sigue siendo trabajo y requiere menos postureo y más ergonomía y concentración.
Por otra parte, es especialmente significativo el hecho de que un porcentaje importante de estos nómadas digitales no trabajen por cuenta ajena, sino que son emprendedores digitales. Si miras su web te encontrarás con una landing muy bonita junto con un mensaje basado en la promesa de que puedes cambiar tu vida si pasas por caja y pagas por el curso que ha elaborado y en el que te explica paso a paso como replicar su método.
Tras varios años de profesión en el mundo digital solo puedo decir que el dinero no llega solo. Que no te engañen, no existen atajos ni trucos que valgan. La constancia y el esfuerzo son las únicas claves para tener éxito con un negocio, incluso si eres un nómada digital.