¿La era de los títulos o de las habilidades?
¿La era de los títulos o de las habilidades?
Tradicionalmente, las empresas han cubierto sus necesidades de personal guiándose por la cantidad de títulos, certificados y diplomas plasmados en el currículum vitae de cada candidato. Estas piezas de papel han sido durante años la prueba fehaciente de esfuerzo, preparación y capacitación para la entrada al mundo laboral.
Los departamentos de recursos humanos de las compañías empiezan a relativizar la importancia de las titulaciones
Contar con un título universitario se ha considerado, durante décadas, respaldo más que suficiente para demostrar que se tienen las habilidades necesarias para trabajar en el área en el que se ha estudiado. En este sentido, los jóvenes se han aplicado bien; según el último informe sobre educación de la OCDE, 4 de cada 10 españoles de entre 25 a 34 años tiene una carrera universitaria.
Sin embargo, de unos años a esta parte y debido en gran parte al ritmo de la revolución digital, el mundo laboral evoluciona más rápidamente que los temarios de los centros educativos y escuelas de negocio, y los títulos a veces dejan de ser sinónimo de estar al día de lo que demanda el mercado. Ya se dieron cuenta las empresas tecnológicas más punteras de Silicon Valley, cuando empezaron a someter a sus candidatos a pruebas prácticas para demostrar lo que sabían hacer frente a un problema real, sentándoles ante un ordenador en lugar de releer sus currículum.
Poco a poco, esta mentalidad ha ido calando en los departamentos de recursos humanos de las compañías, que empiezan a relativizar la importancia de las titulaciones y a poner más el radar en las habilidades, el talento y las aptitudes. Esto no significa, ni mucho menos, que no haya que formarse, sino todo lo contrario: no debemos dejar de hacerlo nunca.
Nos hemos alarmado mucho viendo en las noticias que un gran porcentaje de licenciados en España han tenido que emigrar para buscar trabajo o se han visto en la necesidad de ocupar puestos para los que están sobrecualificados, sin pararnos a pensar realmente en lo que estas cifras quieren decirnos. Podremos tener diez títulos, pero lo que realmente marcará la diferencia será nuestra valía, la capacidad de ser autodidactas, de aprender constantemente durante toda la vida de una manera eficaz para estar actualizados y dar respuesta a las demandas del mercado laboral.
Se ha acuñado el término titulitis para este problema, para ese ‘¿y ahora qué?’ que asalta a muchos jóvenes al finalizar un máster. La sociedad ha tenido mucho que ver aquí, por ejemplo, según el último barómetro de las familias españolas elaborado por The Family Watch, más del 70 por ciento de estas aún ve indispensable que sus hijos consigan un título universitario. Es admirable hacerlo, por supuesto, pero cualquier doctorado, carrera, máster o un simple curso debe enfocarse siempre a la adquisición de competencias prácticas para la vida real y no tanto a aprobar exámenes que nos permitan añadir unas líneas en el currículum y enmarcar un papel. La competitividad en el mundo laboral es cada vez más elevada y hasta el más mínimo detalle marcará la diferencia: ya sea dominar el último software informático de diseño gráfico o controlar el más avanzado de los lenguajes de programación.
El puesto de trabajo vitalicio con un despacho, ya no estará esperándonos a la salida de la universidad
El puesto de trabajo vitalicio con un despacho, ya no estará esperándonos a la salida de la universidad. La versatilidad y la capacidad de formarse día a día, incluso de forma autodidacta, serán la llave al trabajo al que aspiramos. Algún día, las entrevistas laborales dejarán de comenzar con la enumeración de un listado de títulos y en ellas explicaremos en qué vamos a aportarle valor a la empresa con nuestras aptitudes o cómo reaccionaremos ante un problema real.