El último misterio de la economía: ¿por qué no suben los salarios?

El último misterio de la economía: ¿por qué no suben los salarios?

La relación entre precios y salarios es tan vieja como la economía.
29 Marzo 2018

 Pero este paradigma comienza a resquebrajarse. Hasta el punto de que muchos economistas -de todas las escuelas- comienzan a hacerse la misma pregunta: ¿por qué no crecen los salarios en los países avanzados cuando la economía mundial vive un momento de expansión desconocido desde la Gran Recesión?

No se trata de un fenómeno español. La OIT (Organización Internacional del Trabajo), la Comisión Europea y hasta el FMI han advertido sobre las consecuencias macroeconómicas de este fenómeno. Por ejemplo, en la recaudación fiscal -y las cotizaciones sociales- y en el ritmo de normalización de la política monetaria (subida gradual de los tipos de interés). De ahí que el aumento de los sueldos se haya colado como el gran asunto que hoy preocupa en el mundo académico. También en los gobiernos nacionales. Al menos, en aquellos que no buscan la competitividad solo a través de la devaluación salarial.

El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, encontró algunas respuestas en una reciente conferencia de banqueros centrales celebrada en Fráncfort. Los salarios no suben en la Eurozona en coherencia con la situación económica por la presión de la inmigración, que tiende a deprimir los sueldos. Principalmente en Alemania, donde existen importantes flujos migratorios procedentes de los países de la UE ajenos al euro.

Hay más razones citadas por Weidman, quien puede ser el próximo presidente del BCE. Una investigación reciente del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), sugería que la integración mundial a través de las cadenas de valor de las grandes multinacionales deprime los salarios, sin que los mercados laborales nacionales tengan capacidad de respuesta. Es decir, que la globalización presiona a la baja los sueldos porque las multinacionales imponen precios y salarios aprovechando sus economías de escala. Y ante esa realidad, pocas empresas (el tejido productivo está formado mayoritariamente por pymes) pueden subir los sueldos. Sería lo mismo que perder competitividad y, por lo tanto, cuota de mercado.

Según los economistas del club de banqueros centrales, con sede en Basilea, esto provoca “presiones desinflacionistas” asociadas a la globalización y a la entrada de productores con bajos salarios en el comercio mundial. Y se cita el caso de China y los antiguos países comunistas. En la misma línea, los avances tecnológicos han reducido tanto el poder de negociación de los trabajadores como la influencia de las empresas en los precios, “lo cual hace menos probables las espirales de precios/salarios típicas del pasado”, concluye el BIS.

Mano de obra barata

Dicho de otra manera, el comercio desplaza trabajadores y capital en los sectores más expuestos a la competencia internacional, lo que provoca aumentos de la desigualdad en la distribución de la renta en algunos países (menor peso de los salarios en el PIB en favor de las rentas del capital).

En palabras del BIS, la apertura del comercio a países donde abunda la mano de obra barata presiona a la baja los salarios en aquellos donde esta escasea y es más cara. Por consiguiente, “puede erosionar la influencia de los trabajadores sobre los salarios, inclinar la distribución de la renta hacia el capital y ampliar la brecha entre los trabajadores cualificados y no cualificados”.

En el último informe anual del BIS, como ya apuntó el Banco Central Europeo, se aportan nuevas evidencias. La holgura laboral (que no es otra cosa que el subempleo o el paro no observado por las estadísticas oficiales) tiende a moderar los salarios.

Una investigación del propio BCE muestra que la combinación de las estimaciones de los parados y los subempleados con los indicadores más amplios del desempleo oficial (el que reflejan las estadísticas) sugiere que el grado de holgura en el mercado de trabajo afecta actualmente a nada menos que el 18% de la población activa de la zona del euro definida en sentido amplio. Este grado de infrautilización del factor trabajo representa casi el doble del que refleja la tasa de desempleo, que ahora se sitúa en el 9,5%. O expresado en términos más directos: la abundancia de mano de obra insatisfecha o sin empleo permite a las empresas contratar con menores salarios.

¿Ocurre eso en España? No hay ninguna duda. La Caixa Research acaba de publicar un análisis en el que recuerda que aunque la tasa de subempleo se ha reducido de forma notable en los últimos años desde la recuperación, todavía se encuentra 10,3 puntos por encima de los niveles anteriores a la crisis. De hecho, recuerdan sus economistas, el porcentaje de la población activa que se encuentra en situación de empleo parcial involuntario (un 7% en el tercer trimestre de 2017, que representa un 58% de los ocupados a tiempo parcial) “apenas se ha reducido desde que se inició la recuperación en 2013”.

Como sostiene el informe de la entidad, el análisis de la relación entre la tasa de subempleo y el crecimiento de los salarios (la curva de Phillips modificada) sugiere que, dado el elevado nivel de subempleo, “es de esperar que los incrementos salariales para el conjunto de la economía sigan siendo relativamente contenidos”. Es decir, los salarios seguirán sin recuperar el poder adquisitivo durante algún tiempo debido a causas estructurales.

Entre otras cosas, como dice Caixa Research, porque la tasa de paro no mide de forma fiel la realidad del mercado de trabajo. El paro es mayor del que revelan las estadísticas oficiales si se tuviera en cuenta el subempleo. En palabras de sus economistas, la tasa de paro “no es el mejor indicador para medir el grado de saturación del mercado laboral, puesto que se ha producido un notable aumento del número de trabajadores con un contrato a tiempo parcial que desearían trabajar más horas”.

Viejas teorías

El hecho de que los salarios crezcan menos de la mitad del PIB -hasta el punto de que el fenómeno de los trabajadores pobres va en aumento- no es un fenómeno antiguo. Al contrario. Desde que en 1999 comenzó a caminar la unión económica y monetaria (hasta 2002 no llegaría la distribución física de euros) la escasez de mano de obra ha tendido a señalar un incremento de las presiones salariales, pero la correlación parece haberse interrumpido en el transcurso de la recuperación.

Esto puede deberse, según el BCE, a que el grado de holgura del mercado de trabajo sigue siendo elevado y está frenando el crecimiento de los salarios. Pero también a cuestiones de fondo como la progresiva individualización de las relaciones laborales; los escasos avances en productividad (el célebre estancamiento secular); la pérdida de poder sindical; el debilitamiento de la negociación colectiva o, incluso, el envejecimiento de la población, ya que los sueldos suben más rápidamente durante los primeros años de vida laboral, como ha revelado recientemente el BCE.

El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, encuentra otro hecho singular que pone en solfa viejas teorías económicas. La inflación, que es un fenómeno monetario (se relaciona con la cantidad de dinero en circulación) no crece de forma relevante pese a las cantidades ingentes de dinero que han metido los bancos centrales en el sistema económico.

Weidman recuerda que cuando la Reserva Federal cesó su política de compras de activos la inflación subyacente en EEUU (la que excluye los componentes más volátiles: energía y alimentos no elaborados) se situaba en apenas el 1,8%. Y ello pese a que la Fed había destinado decenas de miles de millones a apuntalar la economía inyectando dinero y creando (en teoría) inflación.

Las menores expectativas de inflación, de hecho, explican también la moderación salarial -sobre todo entre los trabajadores de menor cualificación- en un contexto de alto crecimiento económico.

Y, en este sentido, un caso relevante es el de España, donde apenas la cuarta parte de los convenios colectivos vincula ya la revisión salarial a la evolución de los precios. Por el contrario, se tienen en cuenta otros factores como la productividad, la mejora de la calidad en el empleo o los beneficios empresariales. Es decir, la vieja espiral salarios/inflación se ha quebrado. Ni suben los sueldos ni crece el IPC. Tampoco, el poder adquisitivo.

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