El perfeccionismo en el trabajo puede ser malo para la salud y para las relaciones con compañeros y colaboradores

El perfeccionismo en el trabajo puede ser malo para la salud y para las relaciones con compañeros y colaboradores

La población en general piensa que el perfeccionismo es una cualidad en valor y algo positivo, pero en ningún caso tiene que llegarse al extremo.
5 Mayo 2017

De hecho, cuando alguien se define como perfeccionista, lo hace con orgullo, y como queriendo decir con ello que es una persona trabajadora, minuciosa, detallista y con altos niveles de exigencia.

Según la doctora Marisa Navarro, autora del libro 'La medicina emocional', estos valores son algo positivo y son dignos de admiración, también cuando los aplicamos al entorno laboral, pero en ningún caso tiene que llegarse al extremo.

Al contrario, las personas que siempre esperan que todo sea perfecto, se convierten en esclavos de querer obtener un resultado que no existe, y es que nada ni nadie lo es. Por este motivo su nivel de ansiedad y frustración suele ser constante y las posibilidades de que sufran depresión son más altas.

Y es que “existen muchas contraindicaciones a la intención de querer ser inmejorables que siempre suelen acabar convirtiéndose en problemas de salud, sobre todo en lo que al trabajo se refiere, puesto que este es un entorno en el que ya se tiene un alto nivel de estrés y en el que pasamos muchas horas al día. El perfeccionismo nunca se sacia, y lo he podido comprobar en mis años de experiencia como terapeuta”, afirma Navarro.

Así, según Navarro, las personas perfeccionistas:

  • Se hunden con facilidad cuando las cosas no salen como esperaban. Esto, además, suele ser muy a menudo, porque nunca el resultado será conforme a su nivel de exigencia y siempre les quedará la duda de si podrían haber hecho algo más. Por ello tienden a exagerar y a encadenar unos pensamientos negativos con otros, que les generan mucha ansiedad y les desvían de intentar buscar soluciones.
  • Se maltratan, y se exigen demasiado. Piensan que si las cosas no han salido todo lo bien que se esperaba, ellos son los únicos responsables. No tienen en cuenta que todo depende de muchos factores o de que hay circunstancias ajenas que a veces no se pueden controlar, y por este motivo la insatisfacción es una constante en sus vidas. Además, normalmente, cuando una persona se exige demasiado, también lo hace con los demás, y por ello pueden volverse totalmente insoportables, para las personas que les rodean, convirtiéndose en compañeros o jefes tóxicos.
  • Se comparan con otros constantemente. No tienen suficiente con lo que están haciendo, y también tienen que estar pendientes de cómo lo están haciendo los demás. Así mismo, suelen darle mucha importancia a la opinión que otros tengan de ellos, lo que se traduce en una baja autoestima y en un automaltrato psicológico en el que llegan a ser muy crueles.
  • Quieren controlarlo todo. No confían en nadie, y por ello les cuesta mucho delegar, pues piensan que solo si ellos son los responsables de algo, el resultado será el que esperan.
  • Tienen verdadera fobia a cometer errores. Es muy fácil que el perfeccionista no llegue a ningún sitio, pues tiene tanto miedo a fracasar que, en muchas ocasiones, prefieren no empezar, o, si comienzan, cabe la posibilidad de que abandonen al primer obstáculo que se les presente o si sospechan que se va a producir un error.
  • Tampoco disfrutan con sus éxitos. Si consiguen algo, seguramente le quitarán el mérito, no lo disfrutarán o lo harán durante muy poco tiempo, y no suelen sentirse agradecidos por ello, porque están constantemente buscando otras metas o poniendo su atención en otras acciones para seguir intentando conseguir que sean perfectas.
  • Se suelen marcar objetivos muy difíciles. A veces imposibles de alcanzar y poco realistas, pero motivados por su necesidad de demostrarse constantemente lo buenos que son, y la necesidad que tienen de que otros lo aprecien y se lo reconozcan.

Tratar de dejar de ser perfeccionista no es fácil, al igual que no lo es abandonar cualquier otra costumbre, que puede llegar a ser una verdadera adicción. Pero, según Marisa Navarro, el verdadero éxito está en esforzarse y hacerlo lo mejor posible, y, si se cometen errores y las cosas no salen como se hubiera deseado, aprender, seguir adelante y crecer con ello.

Navarro aconseja, en caso de estar afectado de perfeccionismo, preguntarse de dónde viene esa necesidad, y después adoptar la excelencia, que consiste en dar lo mejor de nosotros mismos y hacer las cosas lo mejor que podamos, teniendo en cuenta las circunstancias y los recursos con los que contamos, sin obsesionarse con el resultado y disfrutando del camino.

“Indudablemente, una persona no trabajará de igual forma o con la misma calidad a primera hora de la mañana que a última hora de la tarde, y después de estar todo el día delante del ordenador. Pero si en cada momento está dando lo mejor que tiene, su trabajo será excelente”, concluye la especialista.

Fuente. RRHHpress.com

 

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