Somos falibles, pero es necesario que seamos insobornables

Somos falibles, pero es necesario que seamos insobornables

Una denuncia que merece ser leída - y reflexionada - atentamente
3 Mayo 2016

En esta Tribuna, publicada el 29 de marzo en la revista Gaceta de la Protección Laboral, el toxicólogo Jordi Obiols Quinto, licenciado en Biología y Farmacia, valora la precariedad en que se mueve la seguridad laboral frente al riesgo químico.

Obiols fundamenta su discurso en dos hechos: el menosprecio cultural que existe en España frente a la prevención, y la praxis de los tribunales, donde los jueces pueden llegar a dictar sentencia dando crédito a tesis descabelladas o interesadas, sin contar con la necesaria capacitación técnico-científica. Las víctimas, los trabajadores, su entorno… y la sociedad.

Ante todo, le pido que me disculpe por mi tardanza en responderle, al tiempo que le agradezco su atención por el hecho de invitarme a presentar una ponencia en el Seminario que tienen previsto celebrar el próximo 8 de abril en Barcelona.

No obstante, dado que llevo 40 años en la prevención como higienista, especialmente en toxicología industrial, y he tenido tiempo de tocar muchas teclas en este campo, entre las que cabe incluir la muy importante de perito ante los tribunales de los Juzgados Sociales, todo este tiempo de ejercicio me ha llevado a la conclusión de que no tengo nada para ofrecer en dicho Seminario, que pueda ser de utilidad real para otros prevencionistas. Por este motivo declino el ofrecimiento que tan amablemente usted me ha hecho de participar. El origen de dicha conclusión y de declinar su ofrecimiento radica básicamente en dos cuestiones fruto de estos 40 años de ejercicio.

Prevención, cuestión menor

En primer lugar, para la sociedad en que vivimos (la española) -a diferencia de la de otros países a los que nos queremos equiparar- la prevención, en cualquiera de sus aspectos (laboral, vial, doméstica, médica, etc.) es una cuestión mucho menor. Y muy especialmente en lo que se refiere a los efectos tóxicos o nocivos de productos químicos / biológicos de todo tipo; precisamente porque en muchos casos tardan muchos años en manifestarse. Con frecuencia son efectos a largo plazo (¡pueden pasar más de veinte años antes de hacerlo!), lo que sirve de magnífico escudo a muchas empresas a la hora de rehuir sus responsabilidades por el daño causado a unos / unas trabajadores / as, a consecuencia de haberlos tenido empleando uno o diversos productos con propiedades tóxicas en malas o pésimas condiciones higiénicas.

¿Criterio técnico de los tribunales?

En segundo lugar, la Justicia. Los jueces no tienen un mínimo background técnico (que no tiene nada que ver con el conocimiento de la ley, que puede ser muy profundo) que les permita tener un criterio técnico propio de base a la hora de juzgar. La consecuencia primaria de este hecho, consistente en definitiva en una falta radical de formación técnico-científica, es que pueden dar crédito a las tesis más descabelladas que les puedan presentar -con decisión y pocos miramientos, por decirlo suavemente- algún abogado y algún perito de parte en la defensa de una empresa durante un juicio. La consecuencia inmediata es que, si desgraciadamente todo esto ocurre, pueden resultar muy perjudicados los trabajadores / as antes mencionados, que han sufrido daños en el desempeño de su actividad, que no se les reconocerán, bien en cuanto a su naturaleza patológica o el agente etiológico causante de sus trastornos (la sustancia química en sí o el agente biológico), bien en cuanto a su origen laboral, pero que seguro tendrán efectos y consecuencias para el resto de sus vidas.

Cadena de consecuencias

Por supuesto, todos estos aspectos tienen una trascendencia inusitada para los afectados en el ámbito de su salud, en primer lugar, y en el propiamente laboral y, como resultado, en lo económico y, de rebote, en lo social. Os sorprenderíais del grado de marginación laboral (pérdida del puesto, categoría y futuro laborales), sanitaria (nadie se quiere hacer cargo de su tratamiento), económica (pobreza y / o dependencia de terceras personas) y social (sus relaciones personales y sociales quedan afectadas porque la precariedad de su salud dañada se las dificulta, muchas veces acompañada por una pérdida importante de capacidades cognitivas, especialmente cuando ha habido afectación del sistema nervioso central). Condiciones todas que derivan de aquellos elementos sociales y judiciales mencionados anteriormente y que se pueden cebar en estas personas.

Se hace necesario, por tanto, tener presente el espíritu que inspiraba personalmente al escritor Gaziel -citado recientemente por el Presidente de la Generalitat de Catalunya- también en el sentido colectivo de que somos falibles, pero debemos ser insobornables. Y no seremos insobornables, en el ámbito de la prevención, si mantenemos silencios cómplices en cuanto a luchar contra las referidas lacras y sus consecuencias. Y tenemos que revitalizar el significado de aquel viejo eslogan del Ministerio que proclamaba “Trabaje, pero seguro”, para hacerlo presente, actualizándolo y manteniéndolo vigente en la práctica cotidiana. Y para que no sea como el de “Hacienda somos todos”, que hay que tener presente que sólo es una frase con fines publicitarios, según ha afirmado públicamente, a la vista oral, la Abogacía del Estado.

Jordi Obiols Quinto. Higienista.

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