Prevención y control de la legionelosis

Prevención y control de la legionelosis

Friday, 19 April 2002

Antecedentes

En julio de 1976 se celebró en el hotel Bellevue-Stratford la convención anual del Departamento de Pennsylvania de la Legión Americana. A la convención asistieron 4.400 personas entre delegados, familiares y otros participantes. Nada hacía sospechar que pasaría a los anales de la medicina. En los días de la convención y en los siguientes, 149 participantes de la convención empezaron a mostrar síntomas de una extraña enfermedad caracterizada, en todos los casos, por accesos de fiebre, tos y neumonía. Esta coincidencia suponía un brote espectacular e insólito de neumonía sin causa aparente. La enfermedad del Legionario, como la bautizó la prensa de inmediato, planteaba un formidable reto a epidemiólogos e investigadores. Se tardaron varios meses en descubrir el agente desencadenante, y hubo de transcurrir aún bastante tiempo hasta lograr la confirmación de que dicho agente era una bacteria hasta entonces desconocida.

En la investigación de una epidemia, la fase inicial consiste en determinar las características de la enfermedad, quién la ha contraído, dónde y cuándo. A continuación hay que establecer las circunstancias comunes y exclusivas de los aquejados: dónde se encontraban y en qué difirió su comportamiento de quienes no la contrajeron. El conocimiento de esos pormenores puede revelar el modo de propagación del agente causal y, por tanto, sugerir la identidad del mismo, así como su origen. Pronto se vió que la enfermedad no se circunscribía a los legionarios, sino que afectaba a personas no ligadas a la convención, pero que sí tenían algo en común con ellos: su estancia o paso por el hotel. El número total de pacientes se elevó a 221, de los cuales 34 murieron de neumonía o a causa de complicaciones posteriores.

Epidemiología

Los estudios demostraron que los participantes de edad avanzada se vieron afectados en una proporción mucho mayor que los más jóvenes, y los varones en una tasa tres veces superior que las mujeres. Los alojados en el hotel mostraron una incidencia mucho más alta que los que durmieron fuera y, entre estos últimos, quienes enfermaron habían permanecido más tiempo en el hotel.

Una cuestión importante planteada a raíz del descubrimiento de este agente, fue determinar si esta bacteria desconocida era o no la responsable de brotes anteriores de enfermedades respiratorias cuya etiología continuaba ignorándose.

El más importante de todos ellos era el conocido como Fiebre de Pontiac ocurrido en 1968. En ese caso, el 95% de las personas que trabajaban en el Departamento de Sanidad del condado de Oakland en Pontiac (Michigan) padecieron fiebre, jaqueca y dolores musculares, otros síntomas comunes a los afectados fueron diarrea, vómitos y dolor pectoral, aunque ninguno llegó a enfermar de neumonía. La afección duró unos cuatro días y todos se recobraron. Se observó que de entre las personas que entraron en el edificio, las únicas que no se vieron afectadas eran las que se encontraban en su interior cuando el aire acondicionado estaba desconectado. Al revisar el sistema se detectaron fallos en su funcionamiento, de tal manera que el vapor originado por un condensador evaporativo se introducía en los conductos del aire fresco. Al exponer animales de experimentación al agua del condensador, éstos enfermaron de neumonía.

Años más tarde se demostraría que el agente causante de la Fiebre de Pontiac y de la Enfermedad del Legionario era el mismo.

Búsqueda del agente

Ciertas observaciones sugirieron que la enfermedad podía haberse propagado por el aire. Los síntomas clínicos podían deberse a una amplia variedad de agentes. Se tomaron en consideración los metales pesados, otros agentes tóxicos y organismos infecciosos. Pronto se descartaron los primeros y se comprobó que tampoco el agente correspondía a ninguno de los agentes infecciosos conocidos. La hipótesis que tomó fuerza, y que posteriormente se confirmó, era que se trataba de un agente no identificado. No fue hasta enero de 1977 que se logró aislar una bacteria patógena hasta entonces desconocida. Los siguientes pasos consistieron en establecer si realmente se trataba del agente causal de la enfermedad y si era una nueva especie bacteriana distinta de todas las conocidas hasta entonces. Se analizó el suero de los pacientes buscando la presencia de anticuerpos específicos para las moléculas antigénicas de la bacteria aislada. Los resultados fueron espectaculares, más del 90% de las muestras analizadas eran seropositivas.

A estas pruebas siguieron las que trataban de demostrar que era una bacteria nueva. Morfológicamente podía ser una bacteria, pero las técnicas que se habían empleado en su aislamiento no eran las propias de las bacterias; el nuevo agente no crecía en los medios de cultivo habituales de las bacterias. Hasta que se encontró uno que sí permitió su crecimiento, no se pudo confirmar que se trataba de una bacteria y, además, extraordinariamente exigente: esa bacteria no se desarrollaba si en el medio de cultivo no había un aminoácido, la cisteína, y hierro.

Para asegurar que una bacteria pertenece a una nueva especie debe demostrarse, de forma convincente, que es significativamente diferente del resto de especies. Se estudiaron su morfología, fisiología, sus propiedades frente a las pruebas de tinción, su susceptibilidad a varios antibióticos, su dotación antigénica y su composición de ácidos grasos. Pero la prueba definitiva de que se trataba de una nueva especie se obtuvo al comparar el material genético de la nueva bacteria con el material genético de otras especies bacterianas mediante técnicas de hibridación del ADN (Ácido Desoxirribonucleico); si existe afinidad, las moléculas de una y otra especie se unen formando un híbrido. En el caso de la nueva bacteria los experimentos mostraron que no existía afinidad con otras especies. Se estaba por tanto frente a una nueva especie a la que le dio el nombre de Legionella pneumophila.

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