Tecnología, género y reparación. Instituto Politécnico Nacional

Leigh (1996) enfatiza la invisibilidad en el trabajo que existe en la producción tecnológica. El foco se centra en el producto final: el instrumento/artefacto/dispositivo. El trabajo no reconocido, queda opacado entre la multiplicidad de los actores de la tecnología. En esta opacidad habita el género de las creadoras. Leigh analiza el proceso de estandarización que pretende uniformar una gran diversidad de procesos humanos y no humanos y cuestiona la supresión de la diversidad, la heterogeneidad, la multiplicidad e individualidad como producto de la uniformidad. El progreso es considerado producto de actividad tecnológica novedosa creada primordialmente por varones. Edgerton (2006) analiza este vínculo, cuestionando la idea unilateral de progreso, al mostrar que distintos artefactos viejos/tradicionales conviven con los inventos innovadores. La reparación conlleva la posibilidad de alargar la vida útil de los artefactos de la tecnología, contribuyendo al cuidado tanto de las condiciones como de la economía de quienes usan los productos. Las técnicas son diseñadas y llevadas a cabo con las herramientas y recursos con los que cuentan lxs usuarixs de las diversas regiones; de esta manera las técnicas son situadas. La producción técnica muchas veces descuidada por los inventores forma parte de la agencia de apropiación de los artefactos. Sin el uso-adaptación y consumo de los productos y/o artefactos no se concretaría el flujo tecnológico. Edgerton propone el concepto de tecnología criolla para pensar en la construcción tecnológica que emerge de las regiones menos favorecidas y que recupera prácticas y artefactos que cubren las necesidades de las diversas regiones del mundo
Tema secundario: 
Main Author: 
SILVIA
OCHOA AYALA
Instituto Politécnico Nacional
México
Co-authors: 
Adolfo
Ochoa Ayala
Instituto Politécnico Nacional
México
Gumersindo David
Fariña López
Instituto Politécnico Nacional
México
Introducción: 

Sennett (2009) con la historia, presenta la posición del artesano en cuanto parte de una clase social entre los aristócratas y los esclavos de la era antigua, cuestiona el lugar que se brindaba al trabajo manual desde la ciencia clásica y la dicotomía de cuerpos generizados:

Esta ciencia [clásica] oponía la destreza manual del hombre a la fuerza de los órganos internos de las mujeres como portadoras del hijo en su seno; contrastaba los músculos de los brazos y las piernas de uno y otro sexo, más fuertes en los hombres que en las mujeres, y daba por supuesto que el cerebro masculino era más «musculoso» que el femenino. (pág. 20).

Sennett, expresa a través de este pasaje de la era clásica, el lugar femenino en las prácticas y destrezas manuales, colocando al cuerpo como el espacio material, en donde las desigualdades de género encuentran uno de los argumentos fundamentales para sostener la división del trabajo. La trayectoria de las dicotomías genéricas relacionadas al cuerpo y a la producción de saberes, permite presenciar la permanencia de las desigualdades relacionadas a la distinción corporal y a la posición epistemológica en que los saberes integrados con conocimientos y prácticas fuera de la élite académica y tecnológica, son vistos generalmente como poco confiables, guiados por la subjetividad o sin sustento estable.

 

En la formación educativa, se han permeado estas desigualdades de género y producción de saberes, miradas tanto en la densidad estudiantil, como en la forma de dar validez a determinadas formas de producir conocimientos y saberes. En las instituciones de educación superior, estos sesgos toman diversos matices, no sólo genéricos sino también a través de las desigualdades múltiples que lxs estudiantes viven cotidianamente.

 

Sobre las mujeres en la producción tecnológica

 

Históricamente las mujeres han sido invisibilizadas respecto a su papel en la creación tecnológica, esta invisibilidad se ha construido a partir de mirar a la ciencia y a la tecnología como ámbitos propios de los hombres, al considerar que son ellos los constructores del conocimiento objetivo y neutral, es decir de un conocimiento “puro, racional y universal” contraponiendo el saber derivado de otras formas de aprehender la realidad, como distorsionado por la inestabilidad y falta de control de las emociones imbricadas en su producción. Se les atribuyó a los varones la capacidad y posibilidad de llegar a la construcción del conocimiento que obedecía a la verdad  ya que argumentaban eliminar de su proceso científico, toda huella emocional, compromiso político y/o religioso además de tener prácticas científicas derivadas de la imparcialidad y justicia propias del varón. En este sentido, las mujeres fueron relegadas por ser consideradas seres que incorporan a su saber, factores subjetivos e inmediatos que desfiguraban la pretensión de verdad universal, neutral y pura. Esta postura que fractura la integración de los saberes y que obscurece la agencia de otras formas de producir conocimiento, ha sido cuestionada por teóricos como Kuhn entre otros. Pese a ello, no se ha logrado reconocer del todo otras formas de producción tecnocientífica. Al respecto Leff (2000) propone el análisis de los saberes que movilizan el pensamiento complejo cuestionando la universalidad que pretende unificar el saber humano. De esta forma, el pensamiento complejo:

“Implica convivencia con lo otro, que no es internalizable (neutralizable) en uno mismo. Es ser en y con lo absolutamente otro, que aparece como creatividad, alteridad y trascendencia, que no es completitud del ser, reintegración del ambiente, ni retotalización de la historia, sino pulsión de vida, fecundidad del ser en el tiempo. Este proceso de complejización implica una desconstrucción del pensamiento disciplinario, simplificador, unitario.”(Leff, 2000:49)

Leff hace hincapié en la producción de saberes, (que no sólo de conocimientos) desde el reconocimiento del punto de producción en la otredad, en este caso no sólo de las mujeres, sino también de otros grupos invisibilizados por el oleaje de la modernidad que pretende fijar y homogeneizar tanto los saberes como las metodologías para producirlos.

Kuhn (2004), también cuestionó esta postura fija y unitaria para incorporar la relación ciencia-sociedad desde la historia de las prácticas y analiza el lenguaje que siendo un producto cultural, posiciona de cierta forma la manera de interpretar la realidad y producir la ciencia y la tecnología; afirma que la sociedad permea en la ciencia y permite la lectura del referente teórico-empírico acorde a las posibilidades de la época. La postulación de la mutua influencia ciencia-sociedad, desnaturaliza la pureza de la objetividad y la producción de conocimiento autónomo, permitiendo situar histórica y políticamente las formas de construcción científica y tecnológica.

 

De acuerdo a Pinch y Bijker (1987), los elementos comprometidos en la producción y uso de la tecnología deben ser estudiados tanto en su uso como en su desuso, plantean que tanto los instrumentos de creación, como las redes sociales de creación, fabricación, distribución y consumo, se configuran de diversas maneras en la producción tecnológica. Bijker (1995) postuló sobre la tecnología, el establecimiento de “redes sin costura” es decir la construcción tecnológica como una red heterogénea de "ensamblajes socio-técnicos"

Pinch y Bijker incluyen en su argumentación sobre la heterogeneidad de la tecnología, la forma en que los productos tecnológicos resuelven problemas, la aplicación no es igual para todos lxs usuarios. La diferencia práctica, el uso en el espacio cotidiano, indica usuarios distintos y necesidades distintas, la tecnología no es universal, permitiendo además la adaptación de mecanismos y artefactos.

Posteriormente, los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad, han analizado la producción del conocimiento, cuestionando la verdad única, objetiva y universal. No hay una consecuencia “natural” o desprendimiento directo de la ciencia, menos aún, autonomía en la producción respecto a los actores que participan en la misma, es decir, ciencia y tecnología son un producto social que muestra redes heterogéneas que construyen realidades científicas y tecnológicas, las cuales no permanecen fijas, sino que se imbrican con los intereses y necesidades histórico-sociales.

Otro aspecto es la presencia de grupos de científicos y tecnólogos reconocidos que unifican criterios para consolidar la forma de uso y construcción de los dispositivos y artefactos, de acuerdo a Callon (2001), la identificación de estos grupos y su relevancia en la red tecnológica y comercial en el poder, permite mirar las condiciones en que las producciones tecnológicas se hacen visibles sobre otras; si consideramos por ejemplo la participación femenina limitada en la producción tecnológica, se entiende la opacidad en el reconocimiento de la misma (Sanz, 2011).

Metodología: 

Para la realización de este estudio, se llevó a cabo la revisión de diversos autores, principalmente autoras, que dan cuenta de la tecnología y su producción, desde un punto de vista que permite identificar la opacidad de la producción femenina en el conocimiento tanto científico como tecnológico. Además de la mirada de género, también se realizó la revisión de las características de la reparación técnica como fuente de producción y adaptación tecnológica que posibilita la adaptación de los artefactos e instrumentos a las realidades de los paises y zonas que emplean la tecnología. Por otra parte, también se desarrolló la búsqueda de la relación entre reparación, mantenimiento y cuidado del trabajo técnico en sistemas automotrices, tanto de las personas como del medio ambiente.

Resultados: 

Los cuerpos históricamente, dan cuenta del énfasis que se ha hecho de la mente sobre el cuerpo (Bordo, 2001; Ortiz, 2006), construyendo sobre sí, dicotomías que se manifiestan en diversos campos, principalmente en aquellos donde el conocimiento científico y tecnológico ha tenido lugar.

La supremacía de la mente sobre el cuerpo, ha llevado a considerar también otras dicotomías como naturaleza/cultura, esencia/apariencia, instintivo/sublime, mujer/hombre, diestro/siniestro (Ortiz, 2006) así como la diferencia trabajo manual / trabajo intelectual (Bowker y Leigh, 1996). En la postura adultocéntrica, que manifiesta por otra parte distintas dicotomías, lxs jóvenes son miradxs en contradicción con la experiencia y sabiduría adulta, como los seres tambaleantes e incompletos del Gran No.

En el caso de las jóvenes, se entrelaza además del Gran No, la historia de opacidad a través del control y restricción hacia los conocimientos, talentos y habilidades femeninas, en que la usurpación de los saberes ha tenido lugar (Cabré y Salmón, 2001). Es así, como encontramos ejemplos de mujeres que en el pasado han sido inventoras o contribuido en investigaciones tecnológicas (Claramunt y Claramunt, 2012) que no tienen el reconocimiento a su ingenio, por la imposibilidad legal de registrar sus productos, ya que sólo los varones accedían a la propiedad de las patentes (Pérez Sedeño, 1998), por tanto el registro se realizaba considerando a algún hombre cercano a la inventora, de la cual, no se hacía reconocimiento alguno. Los dispositivos tecnológicos creados por las mujeres, se opacaban en el ámbito doméstico sin ser considerados como parte de la tecnología, sin embargo, era generalmente en el hogar donde los dispositivos eran diseñados por mujeres (Blázquez. 2011) no siendo considerados estos como tecnología.

Si retornáramos a la época prehistórica y pudiéramos mirar a las primeras mujeres de las comunidades primitivas llevando a cabo la labor agrícola, presenciaríamos la creación y uso de diversos artefactos para la siembra y la cosecha, además de la preparación de alimentos a partir de su propia actividad cazadora y los utensilios fabricados por ellas en beneficio de la comunidad primitiva, sería visible la construcción tecnológica de aquellas primeras mujeres (Wajcman, 2006). Observaríamos la transformación de los recursos naturales en artefactos que serían condición de posibilidad para la sobrevivencia de los miembros de la comunidad, la experimentación, la adaptación y la creación de seres no humanos que posibilitaron la vida y la producción de nuevas formas de interrelacionarse con el entorno y entre los miembros de las tribus. La división del trabajo contribuyó a formas distintas de relacionarse entre los miembros de las comunidades y posicionar artefactos y otros seres no humanos en espacios de poder desiguales y jerarquizados, los espacios son construidos a partir de las jerarquías y configuran geometrías de poder (Massey, 2005), por lo tanto, condiciones de posibilidad para el desarrollo de determinados tipos de tecnologías. La tecnología como proceso y como productos derivados de ella, dota de prestigio y saberes diferenciados genéricamente.

La labor femenina a lo largo de la historia, ha permitido desde la cotidianeidad, plantear problemáticas tecnológicas y buscar alternativas, Nye (1996) señala la importancia que las mujeres han tenido como usuarias de la tecnología, al hacer posible la adaptación en el hogar de los alien tecnológicos, al hacer de los productos de la tecnología, instrumentos y artefactos útiles para las necesidades humanas, en donde la forma de uso se hace común y colectiva,  sugiriendo además alternativas para la fabricación de nuevos productos.

Es en la época contemporánea, con la creación del dispositivo patente accesible a las mujeres como autoras, que varias mujeres registraron sus inventos, muchos de ellos de carácter práctico y facilitación de las labores domésticas. Algunos de estos inventos son antecedentes de otros mecanismos, artefactos e instrumentos que actualmente se emplean, con el sello de la autoría femenina no siempre visible y en     normatividad   cantidad considerablemente menor a las patentes generadas por hombres.

 

En el campo de la ciencia y la ingeniería, el trabajo de las mujeres se ve reconocido más que en otras épocas, pero ello no significa que tenga la suficiente visibilidad y menos aún, que no transcurra con múltiples obstáculos. El tiempo de cuidado a los demás, el tiempo destinado a las labores del hogar, las desigualdades sociales y la normatividad de algunas instituciones, construyen techos de cristal invisibles, pero presentes, en la producción de saberes (Buquet, 2017).

Por otra parte se mantiene la brecha de género en los niveles más altos de la producción científica, donde los varones mantienen mayor presencia como directores de laboratorios y miembros del Sistema Nacional de Investigadores nivel III, correspondiendo a las investigadoras el 23.69% del total de investigadorxs en 2018[1]. A pesar de estas fuertes desigualdades, las universidades como espacios de desarrollo femenino, han permitido la creación de ciertos nichos de producción científica, principalmente aquellos relacionados a las ciencias de la vida, las humanidades y la educación, las ingenierías y la tecnología son aún, los espacios más precarios en la participación femenina.

 Un ejemplo de la incursión femenina en la producción de autoría en la industria y la tecnología, es la participación femenina en la creación de patentes en México, se observa internacionalmente un interesante incremento a nivel mundial, de 7.8% (1995-99) a 26.8% (2011-15)[2], un incremento significativo, más no por ello suficiente[3]

En el gráfico 1 se muestra esta tendencia comparada con el crecimiento /sostenimiento de diversos paises en dos períodos de producción de patentes registradas por mujeres:

 

                                                             Gràfico 1 que muestra la tendencia internacional en la producciòn de patentes cuya autora es una mujer.
                                                                Se indican los períodos 2011-15 y 1995-99, en que se observa un incremento significativo en la autoría
                                                                                         de mujeres mexicanas, aunque aún no se llega a la media internacional.
                                                                                                                Tomado de Lax, M.G., Raffo, J. y Saito K. WIPO 2016

 

[1] Datos obtenidos de la página de CONACyT sobre beneficiarios del SNI www.conacyt.gob.mx/images/SNI/BENEFICIARIOS_2018.xlsx

[2] Lax, M.G., Raffo, J. y Saito K. (2016) Identifying the gender of PCT inventors. World Intellectual Property Organization (WIPO) Economic Research Working Paper No. 33. pp 9.

[3] No es el objetivo de este trabajo analizar la compleja red entretejida para la producción de patentes, se señala este dispositivo como promotor de la autoría en la producción de conocimiento y por tanto, la producción de autoridad científica y empresarial para las mujeres que se encuentran en estos nichos tecnológicos. La visibilidad de los trabajos científicos y tecnológicos que las patentes pueden construir, coloca a las mujeres en una posición que pone en tensión las desigualdades existentes, abriendo posibilidades de producción distintas. Sería pertinente analizar estos resultados contemplando la vida en los laboratorios y empresas mexicanas, para dar cuenta de esta interesante tendencia.

 

Retomando el campo de las patentes como dispositivo que visibiliza y legaliza la autoría de la tecnología en diversos campos y que además contribuye en la conformación de la autoridad reconocida por múltiples grupos de tecnólogxs y científicxs, este dispositivo se ha convertido en parte de la red sociotécnica que permite el flujo de reconocimiento, prestigio y recursos a determinados laboratorios, industrias y empresas incluyendo las universidades de cada país.

La patente es un mecanismo donde la autoría consolida la autoridad de quienes producen conocimiento, por ello es un dispositivo relevante para el reconocimiento de la autoridad femenina como creadora.

En la producción de patentes observamos la presencia de las mujeres en múltiples campos del saber; sin embargo, al igual que en las formaciones académicas, la tendencia productiva, reproduce el sesgo de género.

Winner (1993), por otra parte, enfatiza el papel de la tecnología en el plano político, afirmando que los artefactos tecnológicos establecen distinciones en el poder, otorgando privilegio y prestigio a sus poseedores en una localidad o comunidad determinada, de tal forma que la producción de los dispositivos tecnológicos, encarna los intereses, relaciones y control de ciertos grupos, materializando estas relaciones de poder. Los dispositivos permiten acciones diferenciales entre los hombres y entre las mujeres, no sólo considerando el género, sino también la clase. Los artefactos son creados siguiendo intereses de poder concretos.

El androcentrismo tecnológico, tanto en el discurso, como en las prácticas y cultura visual, implica sesgo y discriminación genérica en el campo laboral y académico.

El cuerpo que histórica y médicamente se presenta como varón (Laqueur, 1994; Lawrence y Bendixen, 1992), es el mismo cuerpo con el que se presenta al productor y ejecutor de la tecnología (Ihde, 2004).

Las mujeres tienen menor presencia en el mundo tecnológico como creadoras, globalmente representan el 26% del total de quienes producen tecnología y de ese porcentaje sólo 2 % son hispanoparlantes.[1]

La presencia de las mujeres en las carreras superiores, también nos indica la tendencia a ubicar determinadas alternativas de formación, como masculinas o femeninas. El alto índice de feminidad en carreras relacionadas a la educación y el cuidado de la salud, dan cuenta de este sesgo, además de ser las ramas de conocimiento junto a las artes, que tienen los ingresos más bajos en la media mexicana (ENOE, 2018 primer trimestre)

[1] Datos de 2015-2016 del National Center for Women and Information Technology (NCWIT). Recuperado el 11 de abril 2018 en: https://www.ncwit.org/

Discusión de resultados: 

 

El tuneo, como forma de adaptación humana a las condiciones situadas de los artefactos, es una forma de agencia de lxs usuarios sobre la tecnología. El cierre retórico que implica mediáticamente mostrar las problemáticas cotidianas como resueltas práctica y rápidamente, fortalece la permanencia de los artefactos así como la creación de nuevos dispositivos “que resuelvan” nuevos problemas, derivados incluso, de los artefactos anteriores. La propuesta de Pinch y Bijker introduce la presencia de otrxs participantes en el proceso tecnológico con modificaciones que pueden ser realizadas por mujeres, además de pensar en las usuarias y consumidoras de estas tecnologías, si bien es cierto que el papel pasivo de consumidora es problemático, se introduce como parte de la red tecnológica. En este sentido, también recupera la actividad cotidiana en que hombres y mujeres participan, devolviendo innovaciones que introducen saberes tecnológicos en la práctica.

Autores como Latour (2008) basándose en el principio de simetría, propone un giro ontológico en el análisis de la ciencia y la tecnología, la ciencia en acción es la propuesta que a través de la Teoría del Actor Red, coloca a los integrantes de la red de producción científica y tecnológica, humanos y no humanos[1], en diversos niveles de agencia. La consideración de que todos los seres participantes en la construcción tecnológica, poseen una forma de agencia, permite pensar tanto en las diversas formas de ordenamiento en la producción de redes, como en la diversidad de posibilidades de agenciamiento de los actantes. La propuesta de Latour cuestiona la participación de la ciencia en la sociedad, ya no como separación dicotómica, sino como construcción dinámica de redes entre ellas, donde la dicotomía cultura/naturaleza, tampoco tiene sentido, ya que el análisis simétrico, propone la descripción de los acontecimientos incluyendo a todos los actores presentes y relacionados.

La descripción latouriana busca detallar los hechos y a sus participantes finamente, descubriendo la forma en que las redes y nodos se entretejen continuamente en la dinámica de la ciencia en acción. Para Latour no hay un único sujeto cognoscente, las acciones de unas y otros influyen en las acciones de los demás.   La realidad de los actantes es establecida por el poder de la duración y solidez construida en las asociaciones heterogéneas que se han formado en este proceso de producción dinámica.

La crítica feminista a esta aproximación tiene que ver con el lugar desde donde se realizan las observaciones: en primer lugar una o un observador externo, no realiza su registro sin conocimientos previos, es decir, poseen un bagaje teórico e histórico-social que les hace mirar determinados acontecimientos y a determinados actores, aun cuando hayan sido entrenadxs para mirar de otra manera, Donna Haraway(1995) cuestiona la neutralidad, la ética y la agencia de los actantes en la mirada de lxs científicxs  y tecnólogxs: 

 

Los “ojos” disponibles en las modernas ciencias tecnológicas pulverizan cualquier idea de visión pasiva. Estos artefactos prostéticos nos enseñan que todos los ojos, incluidos los nuestros, son sistemas perceptivos activos que construyen traducciones y maneras específicas de ver, es decir, formas de vida. No existen fotografías no mediadas ni cámaras oscuras pasivas en las versiones científicas de cuerpos y máquinas, sino solamente posibilidades visuales altamente específicas, cada una de ellas con una manera parcial, activa y maravillosamente detallada de mundos que se organizan. Todas estas facetas del mundo no deberían ser alegorías de movilidad e intercambiabilidad infinitas, sino de especificidad y diferencia elaboradas, y la gente de buen corazón debería ponerse a aprender cómo ver fielmente desde el punto de vista del otro, incluso cuando ese otro es nuestra propia máquina.(Haraway, 1995: 327)[2]

La aportación de Donna Haraway a la lectura de la materialidad, pone en cuestión  la producción científica con mirada neutral, haciendo presente la agencia de los actantes en la lectura visual de los registros, además de hacer hincapié en la especificidad y la diferencia, acorde con su propuesta sobre el conocimiento situado. La crítica se articula con la imposibilidad de construir ciencia sin posicionarse en un punto de vista previamente construido, es decir, la descripción pura no tiene lugar.

En segundo término, la crítica se extiende a señalar que los espacios que han sido estudiados son aquellos donde los hombres tienen mayor presencia: Los laboratorios.

Por otra parte, la investigación desarrollada en México con excepción de los laboratorios farmacobiológicos, generalmente se lleva a cabo en lugares donde el índice de masculinidad es mayor que el de feminidad, eso coloca a las mujeres participantes en desventaja numérica para ser consideradas bajo este lente de producción[3], una alternativa para mitigar este sesgo, es reconocerlo e incorporar la cadena completa de producción y consumo, devolviendo así un horizonte en que puedan ser visibilizadas con mayor amplitud las desigualdades y las distintas agencias.

Susan Leigh Star (1996) enfatiza la invisibilidad en el trabajo que existe en los procesos de construcción tecnológica, no sólo para mujeres sino también para hombres. El foco se centra en el producto final: El instrumento/artefacto/dispositivo. El trabajo invisible, el que no es reconocido, sufre opacidad entre la multiplicidad de los actores de la tecnología. En esta opacidad, habita el género de las creadoras. Leigh analiza el proceso de estandarización que pretende uniformar una gran diversidad de procesos humanos y no humanos, cuestiona la supresión de la diversidad, la heterogeneidad, la multiplicidad e individualidad como producto de la uniformidad. Para esta tesis, la uniformidad de los dispositivos de la tecnología, implica también invisibilizar tanto el trabajo femenino, como la potencia que las diferencias conllevan a la tecnología. Tomando en cuenta la postura en que la tecnología es vista como universal, también se ha considerado que las prácticas y artefactos que son creados en el proceso tecnológico contribuyen a la innovación, suponiendo la innovación como un proceso lineal, como progreso, como adelanto.  Edgerton (2006) analiza este vínculo, cuestionando la idea unilateral de progreso, al mostrar que distintos artefactos viejos/tradicionales han convivido con los inventos innovadores, esto, debido a que el uso en los lugares y las personas toma otro sentido del tiempo y de utilidad. La innovación ha opacado una buena cantidad de artefactos que no han tenido éxito, mostrando la faz del creador como ser individual, iluminado y genial. Edgerton enfatiza en el papel del mantenimiento como soporte de la tecnología, la reparación de los artefactos, aunque no parece ser una actividad relevante, es la posibilidad de alargar la vida útil de los diversos artefactos de la tecnología, contribuyendo al cuidado tanto de las condiciones como de la economía de quienes usan los productos. De acuerdo con el planteamiento de Edgerton, las técnicas empleadas para conservar los artefactos y hacerlos más accesibles a las comunidades contribuye en la estabilización de estos actantes, estas técnicas son diseñadas y llevadas a cabo con las herramientas y recursos con los que cuentan lxs usuarixs de las diversas regiones, de esta manera las técnicas son situadas y se producen diferencialmente. La producción técnica muchas veces invisibilizada u opacada por los inventores, forma parte de la agencia de apropiación de los artefactos, en este sentido la dicotomía mujer/hombre, trabajo manual/trabajo intelectual, se desdibuja, ya que sin el uso-adaptación y consumo de los productos y/o artefactos, no concretaría el flujo tecnológico.

Las técnicas de adaptación producen híbridos entre los artefactos tradicionales y los nuevos siendo la reparación y mantenimiento la forma de soporte en el uso y duración de los artefactos, cuestionando la posición mundo tecnológico desarrollado  (superior) y tercer mundo o en vías de desarrollo, Edgerton propone el concepto tecnología criolla, para pensar en la construcción tecnológica que emerge de las regiones menos favorecidas y que recupera prácticas y artefactos que cubren las necesidades de las diversas regiones del mundo, es decir que la pretensión de crear innovación global que mire al futuro no cabe, si consideramos que las creaciones propias del lugar, también fungen como tecnología local apropiada para las condiciones y recursos con que se cuenta.

El mantenimiento está casi tan generalizado como la utilización, de manera que puede afirmarse, en consecuencia, que éste y la reparación constituyen las formas de conocimiento técnico más extendidas. (Edgerton, 2006:115)

Winner (1993), por otra parte, enfatiza el papel de la tecnología en el plano político, afirmando que los artefactos tecnológicos establecen distinciones en el poder, otorgando privilegio y prestigio a sus poseedores en una localidad o comunidad determinada, de tal forma que la producción de los dispositivos tecnológicos, encarna los intereses, relaciones y control de ciertos grupos, materializando estas relaciones de poder.

El análisis de la producción de saberes en trabajo técnico, es atravesado por el cuestionamiento en sistemas automotrices es el lugar de la reparación y el mantenimiento

 

[1] Esta dicotomía es usada por Latour para dar lugar a los actores, no para enfatizar la dicotomía, a los seres “no humanos” les denomina actantes ubicando su agencia de forma distinta pero no menos importante en el movimiento que construye la tecnología a su paso.

[2] Agradezco la aportación  de la Dra. Laura Cházaro García, DIE Cinvestav.

[3] Datos tomados de http://tendencias.cieg.unam.mx/boletin-18.html, en diversos boletines que conforman la colección: género y números del CIEG UNAM.

Conclusiones: 

La distancia en la práctica de reparación y mantenimiento de hombres y de mujeres técnicxs automotrices, proviene principalmente de dos fuentes:

  • La construcción de saberes técnicos androcéntricos, en donde la forma de conocer y crear ciencia y tecnología, atraviesa por la universalidad y hegemonía del conocimiento validado por los núcleos masculinos. La metodología masculina es la que se considera como la pertinente, la que dá lugar a los saberes que si funcionan. La consideración de que los aportes femeninos son superficiales o poco convencionales, contribuye a la creencia de que no llegan a la problemática mecánica de fondo.  La invisibilidad de contribuciones tecnológicas de las mujeres, tiene que ver históricamente, con la concepción de que las mujeres no cuentan con un cerebro adecuado para la solución de problemáticas abstractas y tecnológicas. Salvo algunas mujeres que contaron con los recursos económicos, familiares y académicos para acceder a una formación equiparable a la de los varones, son quienes aparecen en la historia como científicas reconocidas.
  • La duda sobre la competencia femenina en cuanto a su desempeño técnico, por el hecho de ser mujeres. El imaginario sobre la relación cuerpo-habilidad motriz, deja en desventaja a las mujeres, al signárseles de antemano la construcción de un cuerpo frágil, poco dotado para las actividades físicas que requieren fuerza. La duda ante la capacidad corporal femenina ha impedido observar que los dispositivos técnicos, requieren en su manejo habilidad y no necesariamente fuerza. Las jóvenes politécnicas con quienes se trabajó, demuestran este hecho. Sin embargo, las técnicas que se encuentran en el campo laboral, ante la duda, cotidianamente deben demostrar que saben lo que hacen, no importa que tan fuerte o experimentada se sea, por ser mujer, pervive la duda sobre su habilidad. Testimonios de mujeres que son mecánicas, dueñas de su propio taller, nos permiten dar cuenta de la dificultad en cuanto a la confianza de lxs usuarixs que solicitan el servicio por primera vez. Es hasta demostrar que son capaces como mujeres técnicas, que logran establecer una clientela regular. Esta desconfianza inicial, no se presenta en los talleres atendidos por hombres.
  • Las jóvenes han traspasado la imagen de la joven frágil/bella que sólo sube al automóvil y lo maneja sin necesidad de saber su funcionamiento, pareciera que un artefacto como el automóvil, no plantea ningún reto, todos pueden manejar. Incluso Bertha Benz, fue  mirada como la mujer adulta, casada, de buena posición económica que maneja sin problema un automóvil, ese es el imaginario propuesto para el uso inicial del automóvil: la facilidad del desplazamiento a través del uso sin complicaciones para la personas con ciertos recursos. Posteriormente, la vinculación a rasgos valorados para la construcción de determinado tipo de masculinidades, hacen del auto, un dispositivo de prestigio económico, audacia y poder.

 

Agradecimientos: 

Agradecemos a la ORP 2019 la posibilidad de compartir nuestro trabajo.

Agradecemos también al IPN su apoyo para la realización de esta indagación.

Agradecemos a la Dra. Laura Cházaro García sus aportaciones y sugerencias

 

Referencias bibliográficas: 

Acker, Sandra (1995) Género y Educación. Ed. Narcea. Madrid España.

Bijker,Wiebe (1995) Of Bicycles, Bakelites and Bulbs: Toward a Theory of Sociotechnical Change, MIT Press. USA

Blázquez, G. N. (2011) El retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia CEIICH UNAM. México.

Bowker, C. G. y Leigh S. S. (1996) How things (actor-net) work: Classification, magic and the ubiquity of standards. Issue of Philosophia. Graduate School of Library and Information Science. University of Illinois at Urbana-Champaign USA.

Kuhn T. S. (2004) La estructura de las revoluciones científicas. Octava reimpresión. FCE México.

Ihde, D. (2004) Los cuerpos en la tecnología. Nuevas tecnologías: nuevas ideas acerca de nuestro cuerpo. Colección Nuevas Tecnologías y sociedad. Barcelona, España. Ed. UOC

Laqueur, T. (1994) La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud. Madrid, Crítica.

Lasén, A. (2014) Mediaciones tecnológicas: cuerpos, afectos y subjetividades. Madrid. España. Universidad Complutense de Madrid.

Latour, B. (2008) Reensamblar lo social. Una introducción a la Teoría del Actor-Red. Ed. Manantial. Buenos Aires Argentina.

Lax, M.G., Raffo, J. y Saito K. (2016) Identifying the gender of PCT inventors. World Intellectual Property Organization (WIPO) Economic Research Working Paper No. 33

Nye, E. D. (1996) American technological sublime. MIT Press USA.

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