Valoración de la Actitud hacia el Riesgo Percibido como Variable Estable en las Conductas de Riesgo

A pesar de que, tradicionalmente, se ha establecido la adopción de conductas de riesgo como un rasgo estable y uniforme en cada individuo, las investigaciones actuales revelan que el riesgo es una variable dependiente del contexto, lo que permite que, individuos arriesgados en determinadas situaciones, no muestren esta característica en otras. Este hecho  establece la ausencia de variables  constantes que  permitan  el establecimiento de directrices de intervención en las diferentes áreas. La Actitud hacia el Riesgo Percibido se impone como una posible solución a esta problemática.
Keywords: 
Comportamiento de riesgo; actitud; riesgo percibido; contexto; estimación
Main Author: 
Vanessa
Álvarez Valbuena
Co-authors: 
Adoración
Antolí Cabrera

Álvarez Valbuena, Vanessa

Grupo de Ergonomía Cognitiva/

Dpto. de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento (Facultad de Psicología)/ Universidad de Granada/

Campus de Cartuja, s/n/ 180071 Granada, España

+34 958 243 767 / valbuen@ugr.es / http://www.ugr.es/~ergocogn/

Antolí Cabrera, Adoración

Grupo de Ergonomía Cognitiva/

Dpto. de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento (Facultad de Psicología)/ Universidad de Granada/

Campus de Cartuja, s/n/ 180071 Granada, España

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Di Stasi, Leandro Luigi

Grupo de Ergonomía Cognitiva/

Dpto. de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento (Facultad de Psicología)/ Universidad de Granada/

Campus de Cartuja, s/n/ 180071 Granada, España

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Cañas Delgado, José Juan

Grupo de Ergonomía Cognitiva/

Dpto. de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento (Facultad de Psicología)/ Universidad de Granada/

Campus de Cartuja, s/n/ 180071 Granada, España

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ABSTRACT

A pesar de que, tradicionalmente, se ha establecido la adopción de conductas de riesgo como un rasgo estable y uniforme en cada individuo, las investigaciones actuales revelan que el riesgo es una variable dependiente del contexto, lo que permite que, individuos arriesgados en determinadas situaciones, no muestren esta característica en otras. Este hecho establece la ausencia de variables constantes que permitan el establecimiento de directrices de intervención en las diferentes áreas. La Actitud hacia el Riesgo Percibido se impone como una posible solución a esta problemática.

Palabras clave

Comportamiento de riesgo, actitud, riesgo percibido, contexto, estimación

INTRODUCCIÓN

En España, la noticia más esperada del verano fue la puesta en marcha del carné por puntos. Su implantación dio como resultado la reducción de algo menos del 15% de personas muertas en carretera. A pesar de este esperanzador comienzo, en apenas ocho meses no sólo hemos vuelto a alcanzar los índices habituales de siniestralidad, sino que, muchos fines de semana, esta macabra regresión a la media, marca un aumento significativo que implica vidas humanas. Pero esto no sólo ocurre en carretera, sino que la tendencia se repite, medida tras medida, en entornos de trabajo, deportivos, sociales o familiares.

Desde hace muchos años, distintos profesionales, tanto desde entidades públicas como privadas, tratamos de atajar este grave problema social con campañas de sensibilización, formación, e, incluso, penalizaciones, sin resultados consistentes. Todos recordamos grandes campañas, en las cuales, a pesar de la fuerte inversión monetaria y el despliegue de medios, no se pudo evitar que continuaran aumentando los índices de enfermedades profesionales, siniestralidad o accidentalidad. Los trabajadores saben los peligros que implican las conductas irresponsables, pero eso no evita que conduzcan bajo los efectos del alcohol o que no utilicen los EPI (Equipos de Protección Individual) prescritos. Este hecho nos indica que la formación es importante, puesto que no se puede evitar aquello que se desconoce, pero no es la única solución. Algo más que el mero desconocimiento está detrás de estas conductas de riesgo. Y son múltiples las investigaciones que nos van mostrando estos indicios.

A pesar de que pudiéramos pensar que con el fin de predecir la conducta de riesgo sería suficiente observar su probabilidad de ocurrencia, desde la investigación experimental de la conducta y de los procesos cognitivos se estima necesario la creación de un modelo explicativo que refleje los procesos subyacentes para detectar los factores de riesgo y prevenir estas conductas desde su base. Siguiendo estas premisas, el presente estudio se encuadra en una línea de investigación cuyo objetivo es evaluar la bondad de supuestos básicos explicativos analizando los procesos cognitivos subyacentes, incluyendo el papel fundamental del contexto y del género en estas conductas. Concretamente, en este estudio se comienza la búsqueda, observación y análisis de una variable consistente en las conductas de riesgo que sirva de factor predictivo y clave para la intervención.

CONSTRUCTOS

Actualmente, venimos definiendo “Conducta de Riesgo” como aquella que conlleva la posibilidad de sufrir un daño. Indudablemente, con esta definición podemos decir que cualquier conducta sería de riesgo, cualquier cosa que hagamos puede ponernos en situación de sufrir un daño. Con sólo salir a la calle ya existe la posibilidad de que nos ocurra algo, incluso, estando en nuestra casa, existe la posibilidad de que tengamos un accidente doméstico. Pero, no cabe duda de que ciertos actos aumentan las posibilidades de que suframos un daño. Y el hecho de que haya personas “más propensas” a sufrir accidentes, es decir, que acumulan la mayor parte de la estadística, nos ratifica en esta idea.

Por su parte, el riesgo es un concepto formado por varias dimensiones, a las que cada individuo da mayor o menor importancia en función de sus esquemas mentales (actitudes) y del contexto concreto. “Riesgo” implica tanto la naturaleza de las consecuencias indeseables de una conducta (desglosado en tipo de consecuencia o daño y severidad o importancia del mismo) como la probabilidad de que ocurran esas consecuencias.

Por todo ello, resulta muy difícil cuantificar el riesgo que una conducta conlleva. Por una parte, es difícil definir la importancia de un daño determinado. Por otra parte, es también difícil calcular la probabilidad de que ocurra un riesgo. Y, por último, es muy difícil establecer los esquemas mentales que cada persona aplicará en esa situación concreta para valorar las variables anteriores. A pesar de todas estas dificultades, la necesidad fundamental de un modelo psicológico que nos permita predecir cuándo y en qué circunstancias una persona llevará a cabo una conducta de riesgo para poder proteger su bienestar físico, psicológico y social, y el de quienes le rodean, es indiscutible.

ANTECEDENTES

El origen histórico del estudio de la conducta de riesgo es su conceptualización como una situación de solución de problemas. Es decir, las investigaciones previas apuntan a que estamos ante un proceso de decisión que se basa en la percepción subjetiva del individuo respecto a cada opción valorada. Esta perspectiva descansa sobre otro concepto psicológico ampliamente estudiado, la actitud, es decir, el resultado de la evaluación inicial que el ser humano realiza de cualquier objeto o situación y que lo predispone a un comportamiento de alejamiento o acercamiento hacia el mismo. Las características básicas de las actitudes son su relativa estabilidad en el tiempo, su resistencia a la persuasión y su poder predictivo respecto a los comportamientos.

Actualmente, encontramos dos líneas claramente diferenciadas en el enfoque de la conducta de riesgo que marcan su evaluación e intervención. Por una parte, encontramos la concepción tradicional donde la aceptación del riesgo se toma como una etiqueta descriptiva del grado en que un individuo opta por o rechaza comportamientos u opciones arriesgadas. Por otra parte, tenemos la concepción de las teorías específicas de contenido [1], donde se estudia la actitud hacia el riesgo percibido, valorando tanto variables personales como situacionales.

En la primera de estas líneas encontramos numerosas escalas que consideran la adopción de conductas de riesgo como un rasgo de la personalidad y están basadas, en su mayoría, en la Teoría de la Utilidad Esperada y en sus variantes [2]. Este enfoque conlleva que una persona es, de forma estable y uniforme, es decir, con independencia del contexto o del contenido de la propia conducta, tendente a las conductas arriesgadas o aversiva a estas conductas, lo que sitúa a los individuos a lo largo de un continuo que va desde la aversión al riesgo hasta la atracción por él. Bajo este prisma, la actitud hacia el riesgo no es más que una etiqueta descriptiva del modo en que la función de utilidad subyace a las decisiones de la persona. Pero su concepción como un rasgo de personalidad muestra un problema fundamental, puesto que estudios como los de Schoemaker [3] no encuentran consistencia al respecto en sus sujetos ante diferentes áreas y situaciones, a pesar de emplear el mismo método de evaluación y controlarse las posibles variables extrañas en laboratorio. Otros estudios, como, por ejemplo, MacCrimmon y Wehrung [4, 5] encontraron la misma inconsistencia al apreciar que los ejecutivos mostraban diferentes actitudes hacia el riesgo cuando tomaban decisiones acerca de su vida personal a las que tomaban cuando se trataba de decisiones financieras de su compañía o cuando evaluaban riesgo financiero frente a riesgo recreativo. Esta dificultad limita la validez predictiva de los instrumentos basados en la Utilidad Esperada, no siendo de extrañar su escaso éxito en la predicción de conductas individuales fuera de las propiamente evaluadas en el cuestionario.

Más recientemente, algunos investigadores han encontrado que la actitud hacia el riesgo puede ser mejor conceptualizada dentro del paradigma “risk – return” de elección arriesgada utilizado en finanzas [6]. En este enfoque, el modelo psicológico de risk – return [7, 8], se considera que las personas optan por una elección arriesgada como reflejo del equilibrio entre el Beneficio Esperado (B), derivado del valor esperado y del riesgo asumido, y el Riesgo que entraña (R). Este R será tomado como Riesgo Percibido y se considera una variable individual que refleja el resultado tanto del contenido como del contexto. En este modelo donde el balance final entre el temor a las consecuencias adversas (risk), variable siempre negativa, y la esperanza de ganar (return) determinan la elección posterior, la actitud hacia el riesgo se conceptualiza como el margen aceptable de riesgo sobre el beneficio. Según Weber y Milliman [9] esta actitud hacia el riesgo percibido sería estable mostrando consistencia entre los distintos contextos.

LA IMPORTANCIA DEL CONTENIDO EN LA ADOPCIÓN DE CONDUCTAS DE RIESGO

La mayor parte de los estudios acerca de la predicción del comportamiento a través de las actitudes se han desarrollado en el marco de la Teoría del Comportamiento Planeado y de su predecesora, la Acción Razonada. Según el Comportamiento Planeado, las actitudes y las normas subjetivas sobre una conducta influyen en la intención de ésta y en la probabilidad de que se dé.

Pero esta concepción genérica de la conducta humana presenta limitaciones cuando se aplica a conductas concretas de decisión, dificultad que diversos autores tratan de paliar con la inclusión de variables adicionales a la ecuación, lo que los ha hecho tan “específicos” que no se ha logrado su generalización.

Estos resultados son acordes con los hallados por McCrimmon y Wehrung [4, 5], quienes consideran que la adopción de una conducta de riesgo está determinada tanto por características del sujeto como por variables del área de decisión. Estos autores encontraron diferencias en 4 campos: azar, inversiones, decisiones financieras y decisiones personales. Slovic y cols. [10] dividieron estas últimas en salud/ seguridad, recreativas, sociales y éticas.

En esta misma línea de resultados, otros autores [11, 12] han encontrado que, ante la presentación de distintas áreas de contenido, los sujetos no realizan una estimación estable entre ellas, hallando fuertes correlaciones entre las conductas del mismo contenido frente a las halladas entre conductas de diferentes contenidos. Estos estudios marcan la importancia de tener en cuenta el contenido en el estudio de la conducta de riesgo, al mismo tiempo que indican la inadecuación de su consideración como un rasgo de personalidad, estable y uniforme.

A pesar de la relevancia de estos hallazgos, que nos ofrecen explicación acerca de los resultados inconsistentes encontrados hasta el momento y la inadecuación de algunas evaluaciones y medidas de intervención previas basadas en la extrapolación de comportamientos seguros, se perfila la gran complejidad que subyace a la adopción de conductas de riesgo. Después de todo, si estas conductas dependen en gran parte de su contenido, eso significa que debemos establecer diferentes técnicas para intervenir cada una de ellas, lo que conlleva no sólo la división infinita de la concreciónsino largos años de investigación básica mientras aumentan, inexorablemente, los índices de siniestralidad.

Desde la concepción de la ergonomía cognitiva, esta opción es necesaria, pero el coste es inaceptable, por lo que precisa de su complementación con “algo” que nos permita intervenir adecuadamente la conducta de riesgo mientras se investigan las claves concretas de cada contenido. Dado que todas estas conductas cuentan con la conexión subyacente del Riesgo Percibido, podemos situar en él nuestro primer punto de estudio: la Actitud hacia el Riesgo Percibido [9].

ESTUDIO PILOTO

La presente investigación experimental se concreta en un estudio piloto para esbozar la idoneidad de la Actitud hacia el Riesgo Percibido como variable estable intrasujeto e inter contenidos. Dado que investigaciones previas nos marcaban la influencia básica de los escenarios [4, 5, 12], se optó por la utilización del cuestionario de valoración de situaciones de riesgo, el cual es una traducción reglada del elaborado por Weber, Blais y Betz [11], y ha sido la base de nuestras investigaciones previas en el área. Esta escala psicométrica permite la evaluación de la adopción de riesgo en función de cinco áreas de decisión,

• Financiero• Salud/ Seguridad• Recreativo• Ético• Social

Su composición final es de 40 ítems, con una correspondencia de 8 situaciones a evaluar por contenido.

MÉTODO

PRIMERA ETAPA

La primera etapa de investigación de la consistencia de la variable Actitud hacia el Riesgo Percibido demanda establecer cómo medirla. A pesar de que parezca un punto de escasa importancia, la validez de nuestras conclusiones y de sus derivaciones dependerá fuertemente de él. La dificultad de establecer una pregunta simple que reflejara correctamente la variable, nos condujo a realizar un pequeño estudio previo en el que se pidió a 25 estudiantes de Psicología de la Universidad de Granada (edad media = 22 años) que estimaran, respecto a las conductas del instrumento establecido,

  • Cuánto riesgo (R) podría derivarse para ellos si esa situación se produjera
  • Teniendo  en  cuenta  este  riesgo,  el  grado  en  que  estarían  a  favor  de realizarla (F)

Esta estimación nos permitía guiar al sujeto en la valoración de su Actitud hacia el Riesgo Percibido (F), pero la dificultad de realizar tantas preguntas para su evaluación,

nos hizo incluir una tercera estimación esperando su correlación con las anteriores: la Penalización que consideraban que se deberías pagar en caso de realizarlas. En esta variable se les preguntó, a la mitad de los sujetos, en primera persona (“La penalización (Pn) que consideras que deberías pagar si tú las realizaras”) y, a la otra mitad, en tercera persona (“La penalización (Pn) que consideras que debería pagar quien las realice”), puesto que, investigaciones previas en Psicología Social, nos indicaban la diferencia de estimación ante sucesos que afectan a uno mismo o a terceras personas (siendo más crítico en las penalizaciones a terceros y mostrando menos dureza en las penalizaciones propias).

A pesar del escaso número de participantes, se observó una tendencia de correlación entre las Penalizaciones y el Riesgo, por lo que, aún a expensas de nuestras limitaciones y la necesidad de seguir explorando esta relación, aventuramos la segunda etapa para comprobar el diseño experimental.

SEGUNDA ETAPA

Siempre empleando el mismo instrumento de evaluación, se realizó un diseño experimental en que cada sujeto debía pasar por dos etapas, contrabalanceadas entre ellas para controlar la posible influencia del orden de administración.

Diseño Exptal.

Fase 1

Fase 2

Grupo A

Penalización 1ª persona (Pn1ª)

Beneficio Esperado – Riesgo Percibido

Grupo B

Beneficio Esperado – Riesgo Percibido

Penalización 1ª persona (Pn1ª)

Grupo C

Penalización 3ª persona (Pn3ª)

Beneficio Esperado – Riesgo Percibido

Grupo D

Beneficio Esperado – Riesgo Percibido

Penalización 3ª persona (Pn3ª)

Tabla 1. Diseño experimental del estudio piloto

Se mantuvieron tanto las Penalizaciones en 1ª como en 3ª persona pues la escasa muestra de la primera etapa no permitía resultados suficientes para optar por alguna de ellas.

Asimismo, la estimación del Beneficio Esperado y el Riesgo Percibido por la persona en esa situación, se establecieron como variables del paradigma “risk – return” que nos permitieran comprobar la estabilidad entre áreas de la Actitud hacia el Riesgo Percibido (representada por Pn) así como su correlación con las mismas.

MUESTRA

La muestra final de sujetos se compuso de 44 estudiantes universitarios de Granada (España) de diferentes titulaciones (edad media= 20 años), con un 84% de la población de género femenino.

RESULTADOS Y CONCLUSIONES

Aventurar conclusiones tras dos estudios pilotos con fuertes limitaciones en el número de participantes y con fuertes sesgos debidos al género, resultaría un gran atrevimiento por nuestra parte. Sí es cierto que los resultados muestran tendencias prometedoras acerca, no sólo de la posibilidad de medición a través de las Penalizaciones de la Actitud hacia el Riesgo Percibido, sino de su consistencia entre áreas de decisión. La continuidad de estos estudios con la ampliación de sujetos, nos permitirá determinar si, tal y como parece entreverse, estamos ante una variable subyacente a todas las conductas de riesgo que nos permita diseñar programas y medidas de intervención eficaces que reduzcan esta problemática social.

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos sinceramente su colaboración y ayuda a todos los participantes de este estudio, y al Grupo de Ergonomía Cognitiva, cuyos miembros han colaborado activamente en el desarrollo y elaboración de la presente investigación

REFERENCIAS

  • 1. Goldstein WM, Weber EU. 1997. Content and discontent: indications and implications of domain specificity in preferential decision making. En Research on Judgment and Decision Making (pp. 566–617), Goldstein WM, Hogarth RM (eds). Cambridge University Press: Cambridge.
  • 2. Kahneman D, Tversky A. 1979. Prospect theory: an analysis of decision under risk. Econometrica, 47: 263–291.
  • 3. Schoemaker PJH. 1990. Are riskpreferences related across payoff domains and response modes? Management Science,36: 1451–1463.
  • 4. MacCrimmon KR, Wehrung DA. 1986. Taking Risks: The Management of Uncertainty. Free Press: New York.
  • 5. MacCrimmon KR, Wehrung DA. 1990. Characteristics of risk taking  executives. Management Science, 36: 422–435.
  • 6. Sarin RK, Weber M. 1993. Riskvalue models. European Journal of Operations Research, 70: 135–149.
  • 7. Weber EU. 1997. The utility of measuring and modeling perceived risk. En Choice, Decision, and Measurement: Essays in Honor of R. Duncan Luce (pp. 45–57), Marley AAJ (ed.). Erlbaum: Mahwah, NJ.
  • 8. Weber EU. 1998. who’s afraid of a little risk? New evidence for general risk aversion. En Decision Research from Bayesian Approaches to Normative Systems: Reflections on the Contributions of Ward Edwards, Shanteau J, Mellers BA, Schum D (eds). Kluwer Academic Press: Norwell, MA.
  • 9. Weber, E.U y Milliman, R.A (1997) Perceived risk attitudes: relating risk perception to risky choice. Management Science, 43, pp. 123 – 144
  • 10. Slovic, P; Fischhoff, B y Lichtenstein, S (1986) The psychometric study of risk perception. En VT.  Covello; J. Menkes y J. Munpower  (eds) Risk  Evaluation  and Management, Plenum Press: New York
  • 11. Weber EU, Blais AR y Betz, NE. 2002. A Domain – specific Risk attitude Scale: Measuring Risk Perceptions and Risk Behaviors. J. Behav. Dec. Making, 15: 263 – 290
  • 12. Alvarez, V; Antoli, A y Cañas, JJ (en prensa) Variables that influenced risk behaviours