Capital humano: ¿qué es, qué beneficios aporta y cómo se mide?

Capital humano: ¿qué es, qué beneficios aporta y cómo se mide?

Concepto asociado al valor de las personas en una organización.
28 September 2020

Las empresas se componen de un conjunto de recursos de diferente índole, pero probablemente las propias personas son el más valioso.

En este artículo haremos un recorrido por las características del capital humano, sus implicaciones y lo que lo diferencia del resto de elementos que conforman cada organización, para comprobar qué es lo que lo hace tan especial.

¿Qué es el capital humano?

El capital humano es el conjunto de personas que componen una organizción, teniendo en cuenta las aptitudes, la formación y el grado de eficiencia en la realización de las tareas de cada uno de ellos, pues es lo que aporta la calidad al trabajo.

Por lo tanto, estaríamos hablando de uno de los factores de producción, que generalmente se conciben como tres: tierra, trabajo y capital, siendo el capital humano una subcategoría de este último. No debe confundirse con el factor trabajo, que sería la propia actividad de las tareas.

Se trata de una definición técnica que posteriormente se ha simplificado para referirse al conjunto de los recursos humanos de la empresa. La psicología empresarial, por su parte, habla del capital humano como el valor que aportan a la compañía todas las personas que la integran, ya que son el recurso indispensable para poder alcanzar los objetivos establecidos por la organización. Cuando hablamos de centros educativos, el valor recae sobre las habilidades, conocimientos y, en definitiva, el talento que hace posible las tareas.

La concepción del término de capital humano corresponde a los economistas estadounidenses, Gary Becker y Theodore Schultz, y fue desarrollado en los años 50 del siglo XX. En sus estudios, concluyeron que este factor era el que explicaba la mejora a nivel económico en las sociedades, si atendíamos a su correlación con el nivel formativo de todos sus individuos, de ahí que se comenzase a hablar de invertir en capital humano, al igual que se hacía con otros recursos materiales.

Estas inversiones se traducen en un mayor crecimiento a nivel económico a través de dos mecanismos diferentes. Primero, porque los factores de producción de la empresa se vuelven más productivos. Segundo, porque al contar con personal más cualificado, las técnicas de producción se mejoran y por lo tanto la compañía se vuelve más eficiente a la hora de obtener los productos o servicios que comercializan. El capital humano se volvió un concepto tan importante que no se ha dejado de estudiar desde entonces.

Transferencias monetarias condicionadas

Una prueba de la importancia que ha adquirido el capital humano son los programas de transferencias monetarias condicionadas, o transferencia condicionada de recursos (TCM o TCR, respectivamente). Se trata de programas llevados a cabo por multitud de países en los que se invierte una serie de recursos monetarios en personas desfavorecidas económicamente, a cambio de una serie de obligaciones como son la escolarización o la asistencia periódica al centro médico.

Lo que se busca con los TCR es conseguir aumentar el valor de su capital humano a medio plazo, consiguiendo una generación de trabajadores más cualificados, con una educación y unas aptitudes que les permitirán alcanzar mejores puestos de trabajo y por lo tanto aportar un valor diferencial que producirá un crecimiento económico para él mismo, para la empresa en la que trabaja y por extensión, para la nación que en un primer momento realizó dicho desembolso, realizando una inversión que finalmente ve retornada.

Los programas de transferencia monetaria condicionada están especialmente fomentados en los países iberoamericanos, siendo una medida habitual en la mayoría de ellos. También podemos encontrar este mecanismo de potenciación del capital humano en países asiáticos, como Filipinas, Indonesia, Camboya o Bangladesh, entre otros. En cuanto a África, Egipto y Marruecos serían los representantes de esta política. En occidente no es tan frecuente, pero sí que existen ejemplos de TCR en potencias como EEUU o el Reino Unido.

El problema de estos programas es que son muy dependientes de los presupuestos efectuados por cada administración, por lo que un giro en el panorama político de un país puede acabar drásticamente con las transferencias de recursos condicionados, como ocurre con tantos otros programas cuando se produce un cambio de gobierno hacia otro de tendencia contraria al que había anteriormente. Este tipo de situaciones disminuyen la eficacia de este mecanismo y por tanto peligra la mejora del capital humano.

Ecuaciones

A nivel técnico, en los estudios de economía, existen una serie de fórmulas para representar el capital humano y así poder analizarlo a través de cálculos matemáticos.

Una de ellas es la función de producción Cobb-Douglas. En dicha ecuación, el capital humano es uno de los valores clave para poder realizar una estimación sobre el crecimiento económico que va a experimentar un país en los ejercicios venideros, por lo que se trata de cálculos extremadamente complejos en los que el capital humano juega un papel fundamental.

Por otro lado encontramos la ecuación de Mincer, formulada por Jacob Mincer, otro economista. En este caso, Mincer creó una expresión matemática para poder estimar el nivel de ingresos que una población va a obtener en función del nivel académico alcanzado, lo que explica cómo funciona la inversión en capital humano de la que hablábamos antes. Y es que, previsiblemente, una población escolarizada hasta los más altos niveles, va a obtener unas retribuciones en el futuro mucho mayores que otra que no lo esté.

El mismo Jacob Mincer, junto con Haim Ofek, estudió el efecto de la depreciación del capital humano, un fenómeno que sufren tanto este como otros factores de producción, como puede ser el capital físico, que son los materiales con los que cuenta una empresa y que progresivamente se van desgastando o quedan obsoletos. En el caso de las personas ocurre algo similar, ya que los conocimientos adquiridos en cada nivel educativo también presentan una tasa de depreciación según avanza el tiempo.

Esto es debido al efecto del olvido, a la actualización de los contenidos en el campo de estudio en el que se mueve el individuo, etc. Para contrarrestar el efecto de esta depreciación del capital humano lo que se debe hacer es reciclarse constantemente para estar al día de las nuevas tecnologías y conocimientos. Aunque el efecto de la edad también es un efecto que provoca depreciación y que, llegado un punto, no se puede contrarrestar.

Índices usados para medirlo

Para medir el capital humano de las diferentes naciones y poder realizar comparaciones entre ellos, existen principalmente dos índices.

El primero sería el del Foro de Davos, que cada año informa del valor del capital humano en todo el mundo. El índice mundial es el Global Human Capital Index, o GHCI, y da una puntuación de entre el 0 y el 100 a cada uno de los países (participan más de cien en este estudio). En los últimos ejercicios, el país con un mejor indicador fue Finlandia, mientras que la peor puntuación fue para Mauritania.

Por otra parte, encontraríamos el índice de capital humano del Banco Mundial, publicado por esta entidad por primera vez en el año 2018. Para construir este índice lo que se tiene en cuenta es la inversión relativa al PIB de cada país que ha ido destinada a los servicios educativos y de salud para niños y juventud. El resultado obtenido es un valor que va de 0 a 1, y lo que indica es la diferencia (respecto al 1, que sería el total) del PIB que cada país tendría que invertir para que tanto la sanidad como la educación fueran los idóneos.

Para entenderlo mejor utilizaremos un ejemplo práctico. En este indicador, el HCI (Human Capital Index), España obtuvo un 0,74 en el año fiscal del 2019, ocupando, por lo tanto, la posición número 32 en la comparativa general con el resto de países. Lo que quiere decir esta cifra, es que España tendría que invertir el 26% (obtenido de restar 0,74 a 1) del PIB si quisiera que los servicios sanitarios y educativos orientados a los jóvenes fueran los mejores posibles.

Aunque estos son los dos principales índices, no son los únicos. Por ejemplo, podemos encontrar también el capital humano esperado, o expected human capital, un indicador ideado por The Lancet, una importante revista médica de Reino Unido. Lo que este índice proporciona es una esperanza de vida estimada para el capital humano, y se ha calculado desde el año 1990 hasta el 2016, para 195 países diferentes.

Como ya ocurría con el GHCI, la nación con el valor más positivo en los últimos años ha sido Finlandia, proporcionando una cifra de 28,4. En contraposición, Níger sería el país con la peor tasa de todas, obteniendo tan solo 1,6 años de esperanza de vida en el capital humano.

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