ORP´2004. Desafíos y oportunidades para la prevención en 2004

ORP´2004. Desafíos y oportunidades para la prevención en 2004

Friday, 14 November 2003

Versión original en inglés

Los principales desafíos para la prevención de los riesgos laborales y del transporte en el año 2004 no se encuentran en la investigación de los fundamentos físicos para comprender como ocurren los accidentes, sino en entender cómo podemos organizarnos de la mejor forma para prevenirlos. Conocemos bien los mecanismos de los accidentes; conocemos suficientemente los medios técnicos y humanos necesarios para prevenirlos; incluso conocemos cuáles son los elementos esenciales de un sistema funcional para la gestión de la prevención, que pueda asegurar que la inmensa mayoría de los accidentes se prevengan. En la práctica, donde fallamos es en aplicar todo este conocimiento de una forma efectiva para lograr una buena prevención. Esta es nuestra impotencia. Nuestro desafío es entender por qué esto es así y qué podemos hacer para mejorarlo.

Si examinamos por qué estamos en esta posición de aparente conocimiento impotente, tenemos que reconocer que gran parte de la culpa proviene de nuestra incapacidad de reunir argumentos convincentes sobre dónde se encuentra la responsabilidad. Cada parte del sistema pasa la pelota a la siguiente. El supervisor encuentra trabajadores desatentos e inconscientes; los trabajadores encuentran condiciones de trabajo inseguras y presión por la producción; el directivo encuentra trabajadores que aceptan riesgos violando las reglas de seguridad y le dice al inspector que cumpliría feliz con la legislación si él le dijese qué hacer; el inspector responde que esta no es su tarea en la nueva sociedad, en que el que crea los riesgos debe decidir cómo controlarlos. Mientras tanto, el público en general se vuelve más intolerante frente al riesgo, al mismo tiempo que el nivel de riesgo en la mayoría de las actividades se está haciendo cada vez menor. Sin embargo, en muchos lugares de trabajo existe una conspiración hacia la complacencia. La fuerza de trabajo y la gestión miran hacia atrás y se felicitan a sí mismas sobre sus hitos en materia preventiva, en vez de mirar hacia adelante y pensar en cuanto más deben conseguir. Consideran que los accidentes residuales son combinaciones inevitables de circunstancias extrañas y no desafíos a un control aún mejorado. Necesitamos investigar para entender mejor la forma de eliminar estas restricciones. Y esto es particularmente urgente en las pequeñas y medianas empresas (PIMEs), en las que las mejoras en el terreno de la prevención han sido menores.

Sin embargo, no se trata únicamente de una cuestión de percepciones y actitudes. Parte del problema proviene de una distribución desigual de conocimientos. Cuando un diseñador o un servicio técnico diseña un producto o un puesto de trabajo, a menudo no se dispone del conocimiento sobre qué debe tomarse en cuenta. La persona implicada puede no conocer su importancia, o puede subestimar las implicaciones de sus decisiones de cara a la seguridad futura. También puede ignorar su responsabilidad, traspasándola al usuario, al que contempla como un agente libre, capaz de utilizar cualquier producto o puesto de trabajo de forma segura, si es suficientemente cuidadoso. Por ello, necesitamos investigar cómo difundir los conocimientos que tenemos hacia estas personas, de tal forma que puedan incorporarlos en sus diseños y distribuciones de puestos de trabajo, y observar sus efectos. Han comenzado a realizarse esfuerzos a nivel nacional y europeo para compartir el conocimiento preventivo y las buenas prácticas, pero la mayoría de estos esfuerzos son completamente inadecuados en su diseño: se piensa que el problema es simplemente recoger y hacer disponible la información, en vez de considerar la población objetivo, sus necesidades reales y los canales de información que utilizan. En este aspecto, de nuevo la PIME es el principal desafío.

En el otro lado de la escala se encuentra el problema de la actividad super-segura, como la operación de ferrocarriles y del tráfico aéreo y las multinacionales químicas y nucleares. El cambio aquí tiene una doble faceta: el problema es cómo adoptar cambios que mejorarán la situación, sin introducir nuevos factores latentes que puedan causar el próximo desastre.

Desde ambos extremos del espectro de complejidad se ha examinado el concepto de cultura preventiva para encontrar la solución a los problemas en materia de seguridad. Sin embargo, cuando observamos los resultados actuales de la investigación en este ámbito, todavía se encuentran pocas pruebas de su correlación con las prestaciones en materia preventiva. Todavía parece que el término se utiliza como una etiqueta conveniente para aquello que aún no comprendemos sobre las condiciones y los comportamientos individuales y de grupo, y no como una herramienta útil para mejorarlos. En el peor de los casos, se convierte en otro intento de la gestión para desplazar su propia responsabilidad en la creación de una organización segura hacia los hombros de los trabajadores.

Un último desafío que me gustaría identificar es la investigación sobre el papel del legislador y de la inspección. Como científicos de la prevención hemos aceptado la legislación, como marco dado para nuestros estudios, en vez de su objeto. Los cambios de enfoque hacia los reglamentos parecen más una cuestión de moda y de convicción política que el resultado de una evaluación comparativa. Los procesos de armonización en Europa han llevado a unas similitudes cada vez mayores en la legislación de los distintos países europeos; sin embargo los logros de la prevención en estos países no parecen converger de forma significativa. Lo que todas estas comparaciones entre las leyes escritas son incapaces de reconocer es la cuestión de cómo asegurar su cumplimiento, cuáles son los mecanismos para alterar la forma en que las organizaciones ven e implementan estas leyes, y cómo pueden establecerse estrategias de intervención a nivel nacional para lograr una mejora real en la prestación de la prevención.

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