El futuro de la prevención está en las aulas

El futuro de la prevención está en las aulas

Friday, 1 February 2002

Después de haber dedicado la mitad de mi vida a la docencia, puedo asegurar con certeza que, dentro de las aulas se han experimentado muy pocos cambios en el ámbito de la prevención.

Es innegable que hemos mejorado en temas pedagógicos, y que los profesores nos hemos visto obligados a adaptarnos a multitud de nuevas situaciones, no siempre fáciles; pero, lamentablemente, nuestras condiciones de trabajo continúan siendo en la mayoría de aspectos las mismas desde hace más de 25 años.

No hay que olvidar que las personas pasamos muchos años de nuestra vida en un ambiente escolar y deberíamos preguntarnos si ese ambiente está adaptado a nuestras necesidades y cómo es la interacción entre la persona y su entorno artificial.

Cuando se diseña un nuevo centro escolar, se sigue concediendo más importancia a los aspectos estéticos del edificio que a los funcionales. Se diseña sin tener en cuenta las necesidades de los futuros usuarios y después, al comenzar a utilizar el nuevo lugar de trabajo, se manifiestan las deficiencias. Pero entonces ya es casi imposible dedicar más dinero a un rediseño.

Son muy pocos los centros escolares que se construyen o reforman teniendo en cuenta las tareas que se van a realizar en ellos y las diferentes personas que los deberán ocupar. El resultado es que las aulas actuales, se presentan como lugares de trabajo poco cómodos, tanto para alumnos como para profesores. He aquí algunos de los problemas con que solemos encontrarnos:

• El mobiliario no se adapta a las medidas de los usuarios y éstos se ven obligados a adoptar posturas patógenas. Es muy frecuente ver a niños sentados que no llegan con los pies al suelo, adolescentes con las rodillas a la altura del pupitre, profesores encorvados, corrigiendo en las mesas de los alumnos... y un sin fin de situaciones similares. ¿Cuántos adultos de 1.80 metros de estatura recuerdan su paso por las aulas como un suplicio? A pesar de que la estatura media de nuestros alumnos ha aumentado sustancialmente, nuestro mobiliario continúa siendo el mismo y sigue agrediendo de la misma manera. Las actuales sillas de nuestros centros no ayudan al individuo a sentarse bien e inducen posturas poco saludables.

• Los alumnos manipulan día a día una carga de peso excesiva y la transportan de forma incorrecta.

• La iluminación de las aulas, es en muchos casos deficiente y presenta numerosos y molestos reflejos.

• Por lo que se refiere a la acústica, nos encontramos en las aulas, con índices de reverberación altísimos, donde se hace difícil la inteligibilidad de la palabra.

Estas deficiencias significan un elevado índice de lesiones músculo-esqueléticas, problemas de voz, problemas visuales y auditivos, tanto en alumnos como en profesores. Si a todos estos factores añadimos los psicosociales que afectan actualmente a un elevadísimo número de profesores, es obvio, que el panorama de la enseñanza no es muy alentador.

La mayoría de veces no somos conscientes del mal diseño de nuestro lugar de trabajo y las repercusiones que éste provoca. Lo soportamos día a día y sus efectos se esconden bajo dolores cervicales, lumbares, de cabeza o simplemente apatía por el trabajo.

Un entorno laboral incómodo no sólo perjudica al organismo, sino que afecta a nuestra productividad y calidad del trabajo, provoca mal humor y no podemos abandonar fácilmente dicho lugar.

Resulta claro, en cambio, que un ambiente de trabajo confortable comporta una larga serie de beneficios que redundan en una mayor eficiencia del sistema productivo y en un incremento de la satisfacción de la persona.

Nuestro futuro está en las aulas y allí deberíamos cuidarlo especialmente.

Por tanto, es urgente recordar, a todos aquellos que desde el lugar que ocupan pueden tomar decisiones, que como dice el profesor Ramón Ferrer:

“Confort o bienestar en el trabajo, no se debe entender como un lujo, sino como una necesidad”.

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