Un recipiente con fugas

Un recipiente con fugas

Hay que tener conciencia del peligro por parte de la dirección. Sólo a partir de entonces, cualquier enfoque sobre el papel del empleado en el uso del equipo de protección respiratorio puede hacerse viable.
11 Julio 2014

Arthur trabaja en una empresa que produce pesticidas. Trabaja con seis compañeros en un lugar cerrado que contiene tres recipientes químicos. Arthur presenta una erupción cutánea que interpreta que es debida a una fuga de alguna sustancia tóxica procedente de uno de los contenedores. Arthur ya ha tenido problemas de piel previamente. Cuando trabajaba en otra compañía estuvo de baja durante cuatro meses, sin que se llegase a conocer la causa exacta, aunque es posible que haya desarrollado una sensibilización a la exposición de alguna sustancia química. Ningún otro trabajador está experimentando el mismo problema. Arthur siente que la dirección no está llevando el tema seriamente y que le ven como un poco protestón. Él insiste en que se le remita al médico de salud ocupacional ya que no quiere estar de nuevo de baja.

El médico ocupacional informa del problema a la dirección y expresa sus dudas de que, efectivamente, uno de los recipientes pueda estar teniendo una fuga de alguna sustancia tóxica. La dirección tiene un procedimiento de evaluación de riesgos y determina la competencia del recipiente, pero como la sustancia es difícil de medir directamente, la objetividad de dicha evaluación es limitada. Sin embargo, la dirección interpreta la “sospecha de fuga” como equivoca y no conclusiva, llegando a la resolución de que no existe problema con el contenedor. Sin embargo, Arthur es trasladado a un puesto de trabajo diferente, afortunadamente sin ninguna repercusión financiera para él.

Mientras tanto, la dirección trata de encontrar la forma de descartar a potenciales empleados “vulnerables” en la fase de preselección de personal. El médico ocupacional informa que esto podría ser innecesariamente discriminatorio en base a que los problemas de piel son comunes y las reacciones adversas relativamente raras.

Seis meses más tarde, otro trabajador presenta un problema de piel y considera que es debido al mismo recipiente con fugas, tal y como había dicho Arthur. Pero esta vez el empleado está en peligro de perder su trabajo ya que el cambio de puesto no resulta fácil.

A la dirección no le gusta el consejo por parte del médico de salud ocupacional para solucionar el asunto. Su evaluación interna les ha exonerado del problema y considera que los empleados tienen segundas intenciones, y que lo que quieren es un trabajo alternativo. Sin embargo, el médico ocupacional cree que los problemas cutáneos pueden estar relacionados con las condiciones del trabajo, para lo cual visita el lugar y habla con los empleados.

Ellos le plantean su preocupación acerca del recipiente pero no se encuentran lo suficientemente afectados como para ir más allá.

Otros trabajadores se han alejado del lugar en cuanto han tenido la oportunidad. El médico ocupacional revisa la evaluación del riesgo y cuestiona la idoneidad de la evaluación y, especialmente, su interpretación, reiterando su preocupación acerca de la exposición a sustancias tóxicas. Pero, al reunirse con el jefe de producción de la fábrica, al médico ocupacional se le manifiestan quejas por parte de la dirección acerca de lo que interpretan como “informes unilaterales” ya que ¡la dirección no tiene evidencia de una fuga tóxica del recipiente!

Ahora reemplace recipiente con fugas por “jefe de producción”, desordenes de piel por “ansiedad y depresión”, vulnerabilidad cutánea por “personalidad ansiosa”, evaluación del riesgo por “evaluación del riesgo de estrés”, tóxico por “estilo de gestión intimidante”.

Conclusión: Al médico ocupacional se la ha recomendado que no debería interferir en lo que es un “problema de dirección”, tener amplitud de miras y no ver sólo una parte del problema y, por cierto, hablando del tema, también se le ha recordado que su contrato podría estar en peligro.

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