Una revisión crítica de la antracosis: evaluación del “rango” del carbón para definir un nivel seguro de exposición en las minas de carbón

Una revisión crítica de la antracosis: evaluación del “rango” del carbón para definir un nivel seguro de exposición en las minas de carbón

Revisión actualizada de la neumoconiosis del carbón. El trabajo hace hincapié en que lo más importante no es la cantidad total de polvo de carbón que respira el trabajador, sino el tipo o “rango” del carbón.
23 Enero 2015

Durante los últimos 30 años, la prevalencia de antracosis o neumoconiosis de los mineros del carbón ha disminuido constantemente en los EE.UU y en Europa. Sin embargo, informes del año 2006-2007 (Gamble J. et al) en los Estados Unidos han llamado la atención sobre la presencia de un cuadro de severa neumoconiosis (con evolución a fibrosis pulmonar) en mineros del carbón en Kentucky y Virginia, con la particularidad de que la mayor parte de los mineros comenzaron a trabajar después del año 1969, cuando se encontraban bajo los estrictos límites actuales de exposición al polvo (<2 mg/m3). Estos datos indicaban que no era exactamente el número de partículas de polvo de carbón, sino el tipo de carbón (“rango”), lo que conducía al cuadro de neumoconiosis. Además, estos datos estaban en consonancia con observaciones históricas; así, un estudio de 1942 en 16 minas de carbón de Gales del Sur, había encontrado una mayor prevalencia de neumoconiosis en las minas de antracita (carbón de alto rango), en contraste con la menor prevalencia en las minas bituminosas (carbón de bajo rango). Otro estudio en el Reino Unido había ratificado esos hallazgos al observar que eran necesarios tan sólo ocho años para generar una neumoconiosis en trabajadores expuestos a carbones de alto rango (antracita), en comparación con los 36 años para los expuestos a carbones de rango más bajo.

Así pues, todos los estudios muestran mayor prevalencia de neumoconiosis y una posterior evolución a fibrosis pulmonar en los rangos más altos (antracita), en comparación con los rangos inferiores, independientemente de la concentración de polvo de carbón. Así pues, la clave radica en el “rango” del carbón.

Pero, ¿qué es el “rango” del carbón?

El “rango” es una forma de clasificar los distintos tipos de carbón en base a su mayor o menor contenido de carbono (así, de mayor a menor rango, tenemos la antracita, seguido del carbón bituminoso (hulla), carbón subbituminoso y, finalmente el lignito, el de más bajo rango).

Pero, ¿por qué causa daño el “rango” de carbón más alto?

Los carbones de rango alto (antracita) se diferencian de los de menor rango en lo siguiente:

  • En las minas con un carbón de alto rango existe más cuarzo y, consecuentemente, más sílice, lo que debido a su riqueza en oxígeno genera un aumento de los radicales libres. Este exceso de radicales libres en la superficie del carbón de rango superior genera un mayor efecto citotóxico y una mayor respuesta inflamatoria en los trabajadores que lo inhalan.
  • El carbón de rango superior contiene mayor concentración de sulfuro de hierro -FeS2- lo que genera, también, un aumento de radicales libres, especialmente peróxido de hidrógeno y radicales hidroxilo, que causan inflamación y una evolución más rápida a neumoconiosis-fibrosis.
  • El carbón de rango superior recién arrancado contiene partículas de tamaño más pequeñas que los carbones de bajo rango y, por consiguiente, presentan más facilidad para llegar a los tractos distales del sistema respiratorio.
  • Finalmente, cuanto mayor es el rango del carbón, menor concentración de polvo de carbón se genera (es la única característica “positiva” de los carbones de rango alto).

Así pues, podemos decir que cuanto mayor sea el “rango” del carbón menos polvo de carbón ambiental existe pero, sin embargo, las partículas son más pequeñas (se adentran más en el sistema respiratorio) y son mucho más tóxicas (tienen más sílice y hierro, lo que genera más radicales libres, más inflamación y mayor evolución a la fibrogenicidad por parte de los trabajadores expuestos); lo contrario sucede con los carbones de rango inferior: aunque generan más partículas de polvo de carbón ambiental, éstas son de mayor tamaño (lo que hace que no penetren fácilmente en el pulmón) y, además, son mucho menos tóxicas (tienen menos sílice y menos hierro), lo que, finalmente, conduce a un menor riesgo de neumoconiosis.

Bennett et al., ratificaron esta evidencia al observar que los mineros que trabajaban con carbones de “rango alto” tenían una mayor prevalencia de neumoconiosis (21%), pero una menor exposición al polvo (3,1 mg/m3), mientras que los mineros que trabajaban con carbones de “bajo rango” tenían una prevalencia de neumoconiosis mucho menor (3,9%), a pesar de estar mucho más expuestos al polvo de carbón (5.5 mg/m3).

El análisis de los diferentes estudios citados en el trabajo ha motivado que la Administración de Salud y Seguridad de las Minas de los Estados Unidos (MSHA) baje el límite de polvo de carbón respirable de 2.0 mg/m3 a 1,0 mg/m3, límite igualmente aceptado por el NIOSH. A pesar de ello, los TLVs de la ACGIH y de OSHA son todavía más estrictos y establecen una clara diferencia entre el polvo de carbón de alto rango (antracita, 0,4 mg/m3) y el polvo de carbón de bajo rango (bituminoso o hulla, 0,9 mg/m3).

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