La ceramista

La ceramista

El cobalto y su relación con los talleres de cerámica. Os remito una sencilla acuarela de Sylvia Pankhurst, una de las personas cuya influencia ha causado un profundo impacto en la vida de las mujeres del siglo XX.
24 Octubre 2014

En primer plano vemos a un canoso varón de mediana edad tocado con una boina, que examina con absorta atención algo que tiene en su mano. En un segundo plano, una mujer delgada de cabello castaño-rojizo, larga falda y blusa clara, pulcramente aseada, está observando el trabajo de su compañero con una actitud diligentemente expectante. La mujer mantiene asida en su mano izquierda la palanca que alimenta el torno que se encuentra frente a ella, del que tan sólo vemos sobresalir la rueda. Ambos se encuentran con las manos desnudas, sin ninguna protección. El lugar donde se encuentran es una habitación con un áspero piso de madera, paredes desnudas y mal pintadas, ventanas de barrotes acristalados, y con los utensilios de lo que parece un taller de cerámica a juzgar por la capa de polvo blanco que lo cubre todo.

Ninguno tiene silla, tan sólo una exigua mesa donde se encuentran en forma de abigarrada mezcla un heterogéneo grupo de objetos de cerámica, listos para ser pintados.

Este cuadro muestra el trabajo de las mujeres en la industria de la cerámica, donde su tarea consistía en auxiliar a los hombres dedicados a funciones “superiores”, como el modelado en tornos o la decoración (es significativo el libro abierto explícitamente en el área visual del varón, el empleado “cualificado”). Su salario era la mitad del que ganaban los hombres en idéntico empleo. Aunque la acuarela es realista, no transmite la dureza física y las deplorables condiciones de trabajo a las que las mujeres se enfrentaban. Esta situación comenzaría a cambiar en 1910 cuando, tras 10 semanas de una amarga huelga, estas “esclavas blancas de Inglaterra” consiguieron que la patronal duplicase sus salarios y ayudaron a establecer el principio de un salario mínimo nacional.

Pero nada en esta sencilla y bella acuarela sugiere el dramático impacto que su autora iba a tener en las vidas de las mujeres del siglo XX. Su autora fue Sylvia Pankhurst, la activista política y sufragista por el voto de las mujeres. La imagen forma parte de una serie que Sylvia completó durante una gira en 1907 por el norte de Inglaterra y Escocia mostrando el trabajo femenino. Visitó a las trabajadoras de la cerámica (Staffordshire), zapateras (Leicestershire), las mineras de la cuenta carbonífera de Wigan, pescadoras (Scarborough), agricultoras (Berwickshire) y a las hilanderas de Glasgow. Ninguno de sus cuadros fue nunca exhibido o vendido, aunque algunos aparecieron en las portadas del London Magazine en 1908, y otros en el periódico de la Unión política y social de las mujeres, en 1911.

Estelle Sylvia Pankhurst nació en Old Trafford, Manchester, en 1882, y fue la segunda de los cinco hijos de Richard Pankhurst (un abogado) y su esposa Emmeline, fundadora del movimiento de las sufragistas, que luchaban por conseguir el derecho al voto de las mujeres, un ideal al que la propia Sylvia dedicaría grandes esfuerzos. Asistió a las escuelas en Southport y Manchester antes de conseguir becas para la Escuela de Arte de Manchester en 1898, para la Academia de Venecia a continuación y, finalmente, para la Royal College of Arts de Londres en 1900. Pero en 1906 abandonó sus estudios y una prometedora carrera artística para dedicarse en cuerpo y alma al activismo político en favor de una mejora de las condiciones de vida y trabajo de las mujeres, lo que le ocasionó numerosas detenciones. Durante la Primera Guerra Mundial adoptó una postura antibelicista y, tras visitar Moscú y conocer a Lenin, entró a formar parte del partido comunista británico. De vuelta a Londres se enamoró de Silvio Corio, un exiliado italiano perteneciente al partido socialista, con el que tuvo un hijo. Juntos lucharon contra el fascismo y pelearon por la independencia de Etiopía tras la invasión de Mussolini en 1935.

Después de la muerte de Silvio en 1954, Sylvia se fue a vivir a Etiopía por invitación del emperador Haile Selassie. Luchó especialmente por la mejora de las condiciones de vida de las madres y sus hijos, permaneciendo allí hasta su muerte, en 1960. Su labor la hizo merecedora de unos funerales de Estado, siendo enterrada en la Trinity Cathedral de Addis Abeba, en el lugar dedicado a los héroes nacionales etíopes.

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