La macroeconomía como gran obstáculo de la prevención eficiente
La macroeconomía como gran obstáculo de la prevención eficiente
Los prevencionistas siempre hemos creido en el axioma de la mejora de la seguridad con medidas de prevención, protección y reparación, que, aplicándolas, automáticamente sino matemáticamente, las cifras de accidentalidad y lesividad deben de descender. Que las cifras de accidentes no desciendan transcurrido el período de aplicación de las medidas puede ser susceptible de interpretarse como que los programas aplicados
- No fueron efectivos por omisión de acciones fundamentales.
- Se planificaron medidas de imposible comprobación.
- Contenían errores conceptuales o de priorización.
- No disponían de medidas dirigidas a los puntos más generadores de riesgo.
- Quienes propusieron las acciones de mejora de seguridad tenían otros intereses económicos, intelectuales o políticos que no incidían positivamente en la disminución de accidentes y los mantuvieron activos.
Los 4 primeros motivos son de carácter más bien técnico. Había voluntad de incidir en la disminución de accidentes pero no se hizo bien porque
- No se investigaron con suficiente profundidad los accidentes estudiados.
- Se priorizaron causas secundarias por encima de las más eficaces.
- Se tuvo prisa en presentar un plan de seguridad que magnificó acciones banales y minusvaloró acciones trascendentes.
- No se coordinaron actuaciones con otros organismos o unidades públicas y privadas que hubieran multiplicado los efectos beneficiosos para disminuir los accidentes.
Pero el 5º motivo tiene muchísima más importancia que los demás. Los responsables de hacer el programa de actuaciones para disminuir los accidentes atendieron otras directrices, otras líneas de trabajo, cuyos efectos, positivos en otras áreas, pudieron influir negativamente en la producción y evitación de los riesgos.
Aquí aparece por lo tanto el concepto de RESPONSABILIDAD de la persona o el equipo que toma decisiones, que debe de tener la capacidad de comprender que en sus funciones pueden cruzarse objetivos antagónicos. Y es su necesaria obligación encontrar el camino de máximo rendimiento para alcanzar las cotas de eficacia en sus planteamientos que deriven hacia resultados que en definitiva deben de priorizarse en función de las repercusiones que produzcan en la calidad de vidas de las personas.
De repente descubrimos que la variedad de responsables y de sus decisiones es amplia y al final, quienes deben de calificar la aptitud de esas personas para trabajar por la seguridad individual y colectiva de trabajadores o usuarios de la vía pública, solo les queda un termómetro infalible para tal evaluación: la ética.
Los librepensadores de la seguridad eficaz tendemos a poner por delante de todas las prioridades en seguridad a la ética, entendida como un compromiso con los valores y principios que se preocupan con neutralidad del bien común como suma de derechos de las personas a conseguir la mejor calidad de vida individual. La ética, pues, debe de ser la médula del hueso y la columna vertebral de la vida humana, y debe de estar siempre presente (no de manera marginal o complementaria sino principal) en los temas que inciden en la presencia de riesgos o a sensu contrario, que generen seguridad.
No es ético estar siempre al lado del más fuerte porque pueden primar sus intereses por encima del bien común. Es mucho más ético el que tiene agallas para decir a los grandes, los efectos negativos de determinadas políticas económicas, productivas, gremiales, corporativas, sindicales, asociativas o institucionales. También estos grupos tienen sus sensibilidades y pueden entender el discurso de la calidad de vida incluso como elemento positivo de prestigio y marca de calidad. Los hay que han establecido y aprobado su CÓDIGO DEONTOLÓGICO para hacerlo llegar a sus asociados.
No es fácil tampoco distinguir entre lo mucho y lo poco, lo necesario y lo excesivo, lo bueno y lo malo, entre letras y ciencias, entre ingenieros y abogados, entre economistas y sociólogos, entre derechas e izquierdas, entre empresas y sindicatos, entre normas y protocolos, y los responsables visibles de la seguridad se encuentran ocasionalmente acorralados entre las presiones de uno u otro lado, tomando finalmente una decisión que puede acabar siendo la más efectiva para el bienestar general y particular o que puede estar desviada hacia los que presionan más fuerte con argumentos no siempre ideológicos. Ahí está el umbral de la responsabilidad, la profesionalidad y la ética. Lo triste en que la economía es un concepto. No tiene cuerpo pero tampoco tiene alma.