DONALD APPLEYARD: Traffic calming... los nerviosos, mejor en transporte público

DONALD APPLEYARD: Traffic calming... los nerviosos, mejor en transporte público

El entorno urbano es un ámbito de convivencia. Con la motorización del siglo XX, los vehículos han invadido los vecindarios. Hoy se tiende a devolver a los ciudadanos su espacio vital, dando prioridad a los más frágiles.
11 Mayo 2016

Cuando un grave problema clama soluciones por afectar de manera evidente a la calidad de vida de los ciudadanos, se producen reacciones innovadoras espontáneas e independientes para paliar o solucionar los perjuicios ocasionados. La invasión de vehículos a motor en las ciudades puso en marcha mecanismos de prevención y protección de los habitantes de las zonas urbanas desde 1975 hasta 1985 en lo que podríamos englobar como un concepto genérico de moderación de la circulación que surgió en Centro - Europa y se fue extendiendo por todo el mundo occidental. Nadie fue el inventor pero quien primero lo puso en orden en protocolos fue Donald Appleyard de la Universidad de Berkeley (1928-1982) a quien la comunidad científica está de acuerdo en considerar líder teórico de la línea conceptual.  

El concepto de moderación de la circulación, tomado desde su más amplio punto de vista, engloba, no sólo una fórmula para incrementar la seguridad vial, sobre todo en el ámbito urbano, sino que contempla la lucha en contra de la contaminación y el ruido, el ahorro de energía, el reparto de actividades en el espacio ciudadano, la utilización sensata del suelo urbano y, en líneas generales, es una reflexión permanente y global sobre el actual desarrollo urbano. 

La red vial, que representa entre un tercio y una cuarta parte de la totalidad de la superficie urbana, es el conjunto de calles, avenidas, plazas y bulevares que conforma el entramado de nuestras ciudades. El "boom" de la motorización comportó una constante y tenaz adaptación de esta red al automóvil en detrimento del elemento más débil del tráfico, el peatón, que paulatinamente ha visto como "su espacio" se iba reduciendo y degradando. 

En la década de los setenta y hasta mediados de la de los ochenta, la red vial de las ciudades se convierte en feudo casi exclusivo del automóvil, elemento preferido por las autoridades que tienden a darle la mayor preponderancia en perjuicio del sufrido peatón. No es más que rendir culto al enorme deseo de movilidad en libertad que acumula la persona y que se intenta posibilitar con la mayor facilidad su acceso al automóvil. En consecuencia, la vía urbana se va adaptando al automóvil, a sus necesidades y a un siempre creciente volumen de tráfico y lentamente se logra que uno solo de los factores de la circulación se imponga rotundamente a las demás. 

El espacio urbano no es tan solo una calzada cuyo único destino sea absorber una oleada de vehículos ni tampoco es exclusivamente un lugar de paso. El espacio urbano se caracteriza por su compleja multifuncionalidad que abarca varias actividades (lugar de encuentro, de juegos, de compras, de paseo) además de la circulación de vehículos y peatones y de ser elemento de identificación del barrio para sus habitantes. 

Así pues, contemplado el problema originado, se tratará de conciliar la circulación rodada y sus peligros con la mejora de la calidad de vida, y es de ahí que, sobre todo al considerar la inseguridad vial que se genera al permitir y propulsar la prioridad del automóvil sobre el peatón, nace el concepto de moderación de la circulación y así se crean islas de peatones, zonas de prioridad invertida (prioridad para el más débil) y áreas de velocidad muy reducida (señalada, o con impedimentos físicos). 

La moderación de la circulación es pues, la fórmula que intenta conseguir llevar al coche, elemento degradante de nuestra calidad de vida, al lugar que realmente le corresponde como elemento de transporte que no como devorador de un espacio urbano que, de por sí, ya se ha convertido en un bien escaso, y será el instrumento que ayude a promover un modelo de comportamiento individual y social apaciguado y civilizado que se ha de apoyar, por encima de todo, en la recomposición de los espacios viales públicos urbanos que han de incitar a los automovilistas a reducir su velocidad, para así ofrecer un espacio más agradable para vivir. 

La moderación de la circulación pretende y debe conseguir: 

  • Mejorar la seguridad, tanto objetiva como subjetiva, y en particular la de los usuarios más vulnerables (los peatones, sobre todos los niños y personas de movilidad reducida). 
  • Mejorar la calidad de vida de los habitantes de la ciudad en general. 
  • Responsabilizar cada vez más a los conductores. 
  • Restablecer el equilibrio entre los diversos medios de desplazamiento. 
  • Repartir el espacio público más equitativamente. 
  • Dar una imagen distinta de la ciudad debido a la revalorización del paisaje urbano.

Todos estos objetivos o principios esenciales se apoyan en: 

  • La voluntad de redistribuir el espacio urbano en beneficio de los peatones y más generalmente en el de la vida local, reduciendo al tráfico rodado al estrictamente necesario (naturalmente manteniendo una capacidad suficiente para las necesidades), y primando la circulación de tipo transversal con respecto de la linealidad del itinerario. 
  • La aplicación de los principios de "legibilidad" del entorno calzada-itinerario que tienden a hacer perceptibles para los usuarios las diversas funciones y usos del espacio por el cual se desplazan mediante el empleo de la señalización muy notoria (con profusión de mobiliario urbano, plantas, materiales especiales, iluminaciones), así como de la utilización visual de la construcción y de la composición urbana. 
  • El empleo de componentes de ordenación que permitan la fácil y natural imposición a los automovilistas de unas velocidades compatibles con la utilización de los lugares: rupturas de perspectivas y de linealidad por modificación del trazado, cambio de materiales del suelo y modificación del perfil en través, reordenación de los cruces (utilización de las rotondas), espacios mixtos y plazas con el revestimiento de las aceras, sin solución de continuidad.

Pero sobre todo, es este teórico contexto de calma y moderación, quien tiene la llave de la seguridad pacífica es el conductor. Cada vez tienen menos porvenir en el tráfico vial colectivo los nerviosos, los egocéntricos, los insolidarios y los precipitados. Si hay que ir a la tan deseada "Visió cero" europea,hay que barrer, respetuosamente a quienes no tienen cabida en el "tràffic calimng". Barrer quiere decir, apartar con argumentos y reglamentos.

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