ILDEFONSO CERDÁ: Manzanas y supermanzanas

ILDEFONSO CERDÁ: Manzanas y supermanzanas

Hacer un proyecto urbanístico del desarrollo de una ciudad cuando ésta aun no se ha extendido en el territorio, debe de prever con la máxima precisión y rigor los problemas de fluidez y sobre todo de seguridad que pueden llegarse a producir. Ildefonso Cerdá fue un visionario iluminado que diseñó la malla de calles de Barcelona con una gran perspectiva de futuro y que hoy, muchísimo tiempo después, sigue influyendo de manera eficaz en la seguridad vial. Una buena decisión hoy puede evitar mil accidentes cien años después.
24 Febrero 2016

Ha habido lideres como Ildefonso Cerdá que han dedicado su vida a pensar en la calidad de vida de los demás, y él como nadie lo ha hecho desde diferentes facetas de la Ingeniería porque inició su vida profesional como ingeniero estatal en la jefatura de Obras Públicas y, entre 1839 y 1849, estuvo destinado en Murcia, Teruel, Tarragona, Valencia, Gerona y Barcelona, donde participó en las obras del primer ferrocarril español, la línea Barcelona-Mataró. Este trabajo hizo que se interesara por las aplicaciones de la máquina de vapor en el nuevo y revolucionario sistema de locomoción que representaba el ferrocarril. Realizó estudios estadísticos y síntesis gráficas con propuestas de viviendas para varias categorías sociales y con diferentes grados de complejidad, desde la casa aislada hasta la colectiva. Poco a poco el Urbanismo se hizo el denominador común de sus acciones y empezó a darse cuenta que había que poner orden en el espacio para conseguir el máximo rendimiento de sus ideas y sus proyectos.

Su principal proyecto urbanístico: el Ensanche de Barcelona, conocido como el Plan Cerdá (1859), donde se aprecia la retícula de cuadrados achaflanados y las diagonales programadas.

Las propuestas jurídicas de Cerdá para las ciudades de Madrid y Barcelona, propiciaron una nueva legislación, pero se encontró falto de precedentes, tanto por la legislación estatal como la extranjera. En Cuatro palabras sobre el Ensanche (1861) desarrolló extensamente el sistema de compensación y la técnica de reparcelación como medio para conseguir una justa distribución de los beneficios y de los gastos del planeamiento urbanístico entre los propietarios y la obtención de terrenos de forma proporcionada y edificables en proporción a la parcela aportada, sistema incluido más tarde en el Proyecto de ley de Posada Herrera e incorporado un siglo después a la Ley del Suelo de 1956.

En la vertiente económica, Cerdá estableció las normas de infraestructura, de división de la propiedad y de atribución de las parcelas de los terrenos de la Barcelona nueva.


 
El plan ideado por Cerdá está plenamente vigente en la Barcelona actual.

Estructura del Plan Cerdá

Sección de una calle del ensanche tal y como figuraba en el proyecto.

Del plano propuesto por Cerdà para la ciudad destacaba una previsión de crecimiento optimista e ilimitada, la ausencia programada de un centro privilegiado, su carácter matemático, geométrico y con una visión científica. Obsesionado por los aspectos higienistas que tanto había estudiado, su estructura aprovecha al máximo la dirección de los vientos para facilitar la oxigenación y la limpieza de la atmósfera.

Además de los aspectos higienistas, a Cerdá le preocupaba la movilidad. Definió una anchura de calles absolutamente inusitada, en parte para huir de la densidad inhumana en que vivía la ciudad, pero también pensando en un futuro motorizado, con unos espacios propios separados de los de convivencia social, que reservaba para las zonas interiores.

Incorporó el trazado de las líneas ferroviarias que tanto le habían influido en su visión de futuro cuando visitó Francia, si bien era consciente de que debían ir soterradas, y se preocupó de que cada barrio tuviese una zona dedicada a edificios públicos. 

La solución formal más destacada del proyecto fue la incorporación de la manzana de casas; su forma crucial y absolutamente singular con respecto a otras ciudades europeas viene marcada por su estructura cuadrada de 113,33 metros con unos chaflanes de 45º.

Geometría del Ensanche

Esquema del funcionamiento de los cruces incluido en el Plan Cerdá.

La cuadrícula de Cerdá preveía calles de 20, 30 y 60 metros de anchura. Las manzanas tenían construcciones en sólo dos de sus cuatro lados, lo cual daba una densidad de 800.000 personas. Con el diseño original, el ensanche se habría ocupado totalmente hacia 1900, si bien tanto el mismo Cerdá como, posteriormente, algunas acciones especulativas lo densificaron sustancialmente.

Esquema de la luz solar en las manzanas.

Cerdá propuso el «Ensanche ilimitado», una cuadrícula regular e imperturbable a lo largo de todo el trazado urbano. A diferencia de otras propuestas que rompían su ritmo repetitivo para meter espacios verdes o servicios, la propuesta de Cerdá los engloba internamente, cosa que le permite fijar una repetición continua en el plan con la capacidad de alterarlo cuando convenga.

La visión del ingeniero era de crecimiento y modernidad; su genialidad le hace anticiparse a futuros conflictos de circulación urbana, 30 años antes de inventarse el automóvil.

Cerdá despliega el trazado sobre la columna vertebral que supone la Gran Vía. Trabaja con módulos de 10 x 10 manzanas (que Cerdá considera un distrito) y que se corresponden con los cruces principales (plaza de las Glorias Catalanas; plaza de Tetuán; plaza de la Universidad), con una calle más ancha cada cinco (calle de la Marina; la vía Layetana, que atravesaría la ciudad vieja 50 años más tarde; calle de Urgell). Con estas proporciones, así como la resultante de la medida de la manzana, Cerdá consigue ubicar una de las calles anchas que bajan del mar a la montaña a cada banda de la ciudad vieja (calle de Urgell y Paseo de San Juan) con 15 manzanas en el medio.

Aunque por su espíritu científico Ildefonso Cerdá pensaba en movilidad y fluidez, no cabe la menor duda que los beneficios para la seguridad vial siguen siendo desde entonces vigentes. Solo la existencia de chaflanes en las esquinas con la mejora de la visibilidad ha aportado beneficios incalculables para la disminución del riesgo de miles de accidentes. Y la evitación de pasos a nivel de ferrocarriles. Y la anchura de las vías para permitir varios carriles de circulación…. Y todo ello desde principios del Siglo XIX….  A eso se le llama …visión de futuro.

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