El gerente que no se sabía la ley de Poisson

El gerente que no se sabía la ley de Poisson

Cuento de verano
30 Julio 2015

Érase una vez una empresa que, con una exactitud propia de un reloj suizo, tenía cada año el mismo índice de incidencia: 100 accidentes por cada mil trabajadores. Habida cuenta de que en su sector la mayoría de las empresas tenían índices mucho peores, los responsables de la empresa no se sentían felices, pero tampoco preocupados por su situación. “Es que esto es una fábrica, no una oficina”, decía el gerente cuando alguien insinuaba la posibilidad de que quizá eran muchos accidentes.

Había algo que, sin embargo, les tenía intrigados. Incluso en puestos similares, algunos trabajadores tenían más accidentes que otros; muchos más. Es que algunos no ponen atención, decía el gerente, que siempre se sentía obligado a tener una explicación para todo... Pero ni él mismo estaba convencido...

Un buen día acertó a pasar por allí un viajante catalán, viejo conocido, y, mientras comían, el gerente le contó sus dudas sobre el asunto que le preocupaba: ¿tú crees, Jordi –le dijo – que es realmente posible que algunos sean tan distraídos como para que tengan tres veces más accidentes que otros?

Pues yo no entiendo, respondió el catalán, pero lo que veo es que esto de los accidentes debe ser como una lotería, y en la lotería hay gente que tiene suerte y gente que no, pero los números son iguales para todo el mundo. De todas formas, añadió, se lo preguntaré a mi cuñado, que es muy leído.

De regreso a casa, el viajante le expuso el problema a su cuñado, a quien le faltó tiempo para responder: si en vez de leer tanto el Sport estudiaras un poco, sabrías que lo que le pasa a tu amigo es que no se sabe la ley de Poisson. Dile que por 1.000 euros de nada le preparo un gráfico que le permitirá entender lo que le pasa.

Transmitida de vuelta la respuesta, el gerente pensó: el cuñado éste será muy leído pero es un poco bobo, porque yo por esto pagaría a gusto tres veces más (con dinero de la empresa, por supuesto).

Total, que el cuñado logró el pedido y en un plis plas preparó el gráfico 1, para admiración del gerente que, por fin, entendió que el azar puede dar lugar a curiosos espejismos. Como por ejemplo que, jugando lo mismo, a mi vecino le toque tres veces la lotería y a mí ninguna. Cosas de Poisson.

Gráfico 1

                                                                               Gráfico 1

O sea, que al cabo de cinco años el 60% de los trabajadores no habrá tenido ningún accidente, y el 30% habrá tenido uno. El 8% habrá tenido dos,  y el 1%, tres. Qué cosas, dijo el gerente para sus adentros.

Al cabo de los años volvió a pasar el viajante catalán, más tripudo pero igual de deseoso de conseguir pedidos. El gerente, ya canoso, le dijo: caramba con tu cuñado, pues tenía razón el tío. Hicimos números y, poco más o menos, se cumple lo que él decía que tenía que pasar. Pero sigo teniendo una duda, Jordi. Si esto de los accidentes es como la lotería y todos jugamos igual cantidad de números, a largo plazo a todos nos debería tocar igual. Pregúntale a tu cuñado qué opina sobre esto.

Pues ya se lo preguntaré, respondió Jordi, pero ten en cuenta que, como decía Keynes, a largo plazo todos estaremos muertos y por tanto lo que ocurra entonces no tiene demasiada importancia. Y es que Jordi, contra lo que creía su cuñado, no sólo leía el Sport, sino también Selecciones del Reader’s Digest y, de vez en cuando, el Play Boy.

De regreso a casa, Jordi llamó a su cuñado. Oye, que dice el pirado aquél que a largo plazo qué pasará.  Pues si quiere saberlo son 2.000 euros. Tú tira, que este paga lo que sea, dijo Jordi pensando que él se iba a embolsar el 20% por hacer de correveidile.

Total, que el cuñado elaboró con poco esfuerzo el gráfico 2, donde se observa que, como intuía el gerente, a largo plazo las diferencias tienden a reducirse.

Gráfico 2

                                                                               Gráfico 2

Y mientras el gerente estaba meditando sobre el asunto, ¡zas! tuvieron un mortal. 30.000 euros de multa, 150.000 de recargo de prestaciones, juicio penal con tres meses de condena para el jefe de seguridad... El gerente ni siquiera fue imputado, pues el abogado de la empresa sabía muy bien cómo había que hacer las alegaciones para que solo pringaran los de abajo...

Cuando llegó el nuevo gerente, dijo: a partir de hoy se han terminado los accidentes. Y desde entonces se dedicaron a aplicar medidas preventivas, en lugar de ocuparse de gilipolleces. Y los accidentes disminuyeron en picado.

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